Revista Casa Mediterráneo

Álvaro Castillo, Embajador de España en Chipre: “Todavía existe mucha desconfianza entre los grecochipriotas y los turcochipriotas”

en junio 18, 2019
Nicosia, capital de Chipre, la tercera isla más grande del Mediterráneo, situada en un lugar estratégico entre Europa, Asia y África, es la única ciudad del mundo que en el presente vive literalmente dividida en dos partes. En 1963, pocos años después de la independencia de Chipre de Reino Unido (acontecida en 1960), la capital quedó separada. Las dos comunidades principales de la isla, la grecochipriota y la turcochipriota, comenzaron a vivir de espaldas, enzarzadas en disputas comunales, creando el caldo de cultivo para el estallido de la guerra años después, que sobrevendría tras una sucesión de desafortunados acontecimientos.

El entonces presidente de Chipre, el arzobispo Makarios III, se apartó de la idea de la enosis (que significa unión en griego) con Grecia, que era ansiada por Atenas, lo que condujo a un Golpe de Estado orquestado por la Junta Militar que gobernaba Grecia, que lo destituyó, sustituyéndolo por Nikos Sampson, un “hombre de paja” al servicio de los intereses griegos. Entonces Turquía, ante la amenaza de una más que probable anexión de Chipre a Grecia, decidió invadir el norte de la isla el 20 de julio de 1974. Los enfrentamientos, que se prolongaron hasta el 16 de agosto, en tan solo un mes provocaron la muerte de unas 10.000 personas y la desaparición de otras 10.000, una cantidad exorbitante teniendo en cuenta las dimensiones de Chipre, el éxodo de 160.000 grecochipriotas hacia el sur y de 50.000 turcochipriotas al norte de la isla, que quedó ocupada en una tercera parte por las fuerzas turcas.

La invasión de Turquía fue condenada por varias resoluciones de la ONU, de hecho sólo este país reconoce a la República Turca del Norte de Chipre, así autoproclamada en 1983, y a pesar de los numerosos intentos de negociaciones para llegar a una solución al conflicto, 45 años después éste sigue vivo. Desde 1974, la isla se halla dividida por la conocida como Línea Verde, una zona de amortiguación de 180 kilómetros de longitud, que desde 2003 permite el paso de un lado a otro, pero siempre bajo un estricto control.

La ONU tiene en Chipre un triste récord: allí se encuentra la misión de pacificación más antigua de su historia, la UNFICYP. En 2004, Naciones Unidas estableció un plan que incluía un referéndum para reunificar la isla, que no llegó a prosperar al no lograr el respaldo de ambas partes: sí obtuvo el apoyo del 63% de los turcochipriotas, pero no del 75% de los grecochipriotas. Tras numerosos intentos de negociación, en 2017 estuvo a punto de alcanzarse un acuerdo en Suiza, que finalmente fracasó.

Con el fin de analizar la poco conocida situación de la isla, desde su división hasta nuestros días, Casa Mediterráneo celebró el pasado 14 de junio el encuentro titulado ‘Chipre: 45 años después’, dentro del ciclo ‘El Mediterráneo hoy’, con la participación de dos expertos conocedores de su realidad: Álvaro Castillo, Embajador de España en Chipre, y Tomás Alcoverro, corresponsal de La Vanguardia, en un acto moderado por la periodista Sonia Marco. Momentos antes de la charla, el Embajador Álvaro Castillo concedió a esta revista una esclarecedora entrevista para arrojar luz a uno de los conflictos más enquistados de los últimos tiempos.

Han transcurrido 45 años desde que Chipre fuera invadida por Turquía, en 1974. ¿Cuáles son las razones que llevaron a Ankara a llevar a cabo esta acción y a quedarse con aproximadamente un tercio de la isla?

En Chipre hay un cruce de culturas de todas las civilizaciones del Mediterráneo oriental, pero sobre todo hubo una, la civilización griega, la helénica, que marcó totalmente la impronta de la isla. Y esto fue así hasta que en 1571 invadieron la isla los turcos, uno de los muchos invasores, pero éstos actuaron de una forma distinta a los anteriores: la colonizaron, en el sentido literal del término. Distribuyeron tierras y trajeron colonos desde Turquía. Eso modificó la estructura poblacional de la isla.

Por ello, cuando luego la isla pasa a ser británica y comienzan los movimientos poscoloniales, evidentemente los británicos tienen que tener en cuenta esa proporción. Aproximadamente, el 78% de la población era grecochipriota, el 18% turcochipriota y el 4% restante de otras etnias, como maronitas, armenios o la minoría llamada “latina”, que eran los convertidos al catolicismo en épocas anteriores. Y concedieron una Constitución en 1960 que prohibía el anhelo de las dos comunidades. El aenos, que en griego quiere decir unión, es decir, la unión con Grecia, era lo que quería la inmensa mayoría de los grecochipriotas; y el Taksim, que en turco quiere decir partición, era lo que ansiaba la mayoría de los turcochipriotas, dividir la isla en dos.

Sonia Marco, Álvaro Castillo y Tomas Alcoverro en el encuentro sobre Chipre – © María Gilabert – Revista Casa Mediterráneo

Además de eso se estableció una serie de limitaciones constitucionales para que la mayoría griega no pudiera abusar de los derechos de la minoría turca. Todo esto estaba acompañado de conflictos intercomunales y realmente hay que verlo dentro de una perspectiva internacional. En Grecia, la madre patria de los grecochipriotas, en 1967 hubo un golpe de Estado y se produjo una dictadura. Con el fin de ganar popularidad, para explicarlo rápidamente, en 1974, cuando la dictadura griega se encontraba en su peor momento, el 15 de julio se provoca un Golpe de Estado en Chipre teledirigido desde Atenas, por el cual derrocan al Presidente del país, que era el Arzobispo Makarios III -que puede sonarle a alguno de nuestros lectores- por ser demasiado débil ante la aenosis (la unión) y ponen a un cabeza de títere, pro-unión con Grecia (Nikos Sampson).

Esto, evidentemente, provoca la invasión de la isla cinco días después. Turquía invade, en una primera parte una pequeña zona de la isla, teniendo en cuenta que los tratados de independencia de Chipre le daban, tanto a Turquía, como a Grecia y a Reino Unido, el derecho de intervenir en la isla siempre para garantizar la libertad, la independencia y la seguridad de los ciudadanos chipriotas. Ése es el motivo por el que se inicia la guerra.

Turquía argumentó en ese momento que, precisamente en base a ese tratado garantista, estaba legitimada para intervenir en la isla. Sin embargo, la comunidad internacional nunca ha aceptado esa invasión y sólo Turquía reconoce a la República Turca del Norte de Chipre.

Efectivamente, en la primera parte de la invasión, durante sólo tres días, los turcos invadieron el 3% de la isla, hubo un alto el fuego y se iniciaron negociaciones. Éstas fracasaron a los quince días y fue ya cuando Turquía realiza una invasión, que no puede calificarse sino como brutal, del 37% de la isla, que provoca una auténtica debacle. Las cifras siempre en Chipre hay que considerarlas en función de lo pequeño que es el país. En quince días, porque la guerra fue muy corta, hubo 10.000 muertos, lo que supone el 2% de la población. Imagínese si en España en quince días muriera en una guerra un millón de personas.

También hubo 10.000 desaparecidos, otro 2% de la población, de los cuales aún se desconoce el paradero de unos 2.000. Miles de mujeres fueron violadas y 250.000 personas, un 40% de la isla -poniéndonos de nuevo en términos españoles, el equivalente a 30 millones de personas- tuvieron que cambiar su residencia de la noche a la mañana. Aproximadamente 200.000 grecochipriotas que vivían en el norte tuvieron que dejarlo todo para instalarse en el sur; y entre 40.000 y 50.000 turcochipriotas tuvieron que hacer lo propio para instalarse en el norte. Fue una guerra muy corta, como vemos, pero esta segunda parte fue verdaderamente devastadora. Por eso la comunidad internacional siempre ha pensado que se trató de una invasión ilegal de Turquía y unos años después, en 1983, la parte turca de la isla establece su propia declaración unilateral de independencia, se convierte en la “República Turca del Norte de Chipre”, que Naciones Unidas considera ilegal y dice que ningún país debe reconocerla, y ninguno la ha reconocido salvo Turquía.

Se establece una línea de separación, conocida como la “Línea Verde”, que en principio es pequeña, se ciñe a la capital, Nicosia, pero luego va ampliándose al resto del territorio. Es la única capital del mundo que se halla dividida y para tener que cruzar de un lado a otro hay que pasar por una serie de controles. Aunque desde 2003 se puede traspasar, no se trata de un paso libre, sino que requiere autorización.

Está usted muy bien informada. La división se produjo en primer lugar en 1963 con el estallido de los primeros conflictos intercomunales, sólo en la ciudad de Nicosia. Hay que decir que desde la invasión, Chipre y Turquía nunca han firmado un tratado de paz, por lo tanto, oficialmente llevan 45 años en guerra. Lo que sí establecen es un acuerdo con Naciones Unidas hasta dónde llega la línea de alto el fuego. La ONU instaura una fuerza de pacificación, encargada de separar a las dos comunidades, y por tanto toda la isla, que a lo largo de 180 kilómetros está dividida por un muro, que ha sido infranqueable hasta 2003.

A partir de ese año comienzan a abrirse tímidamente, como medida de confianza, algunos puestos -hoy en día hay ocho a lo largo de toda la isla, algunos peatonales, otros también para vehículos-, pero mire usted, la división es tan tremenda que si uno va con un móvil del sur de Chipre y cruza la línea sólo cinco metros más allá, ese móvil chipriota muere. En cambio, con un teléfono español no tienes ningún problema, lo único es que te cobrarán roaming. Por poner un ejemplo muy gráfico y drástico: No hay comunicación de móviles entre el norte y el sur de la isla.

El entonces Secretario General de la ONU, Kofi Annan, llegó a decir que la Misión de Naciones Unidas en Chipre había sido un fracaso. Aunque se ha mantenido la paz, no se ha logrado dar una solución al conflicto. El referéndum celebrado en 2004 con el fin de reunificar la isla no llegó a buen puerto y ha habido más intentos de acuerdo que tampoco han fructificado, el último de ellos en 2017 en Suiza. 

En efecto, ha habido multitud de negociaciones desde el año 1975 hasta 1979, de 1983 a 1989, en los años 2000 el Plan Annan estuvo a punto de convertirse en realidad, pero al celebrarse un referéndum simultáneo la parte grecochipriota lo rechazó, con un 75%, y la turca lo aceptó con un 63%. Luego, primero en 2014 hubo un acuerdo importante entre los líderes de las dos comunidades de fomento de medidas de confianza, lo que permitió que en 2015 se reiniciaran las conversaciones, llamadas de Crans-Montana, por la ciudad suiza donde tuvieron lugar, en las que se avanzó mucho pero lamentablemente en julio de 2017 se interrumpieron de forma abrupta. Desde entonces, sigue habiendo multitud de gestiones por parte del Secretario General de Naciones Unidas y sus enviadas especiales, pero no se han retomado las negociaciones.

Me gustaría decir una cosa curiosa: la misión de pacificación de Chipre, la UNFICYP sus siglas en inglés, tiene un récord malo y otro bueno. El malo es que se trata lamentablemente de la misión más antigua de todas las que existen en la historia de la ONU. El récord bueno es que es la primera y, de momento, la única misión de pacificación que está dirigida en sus tres componentes, civil, militar y policial, por mujeres.

¿La desconfianza entre ambas comunidades, tras una guerra con tantos muertos, desaparecidos, pérdida del propio hogar y la tierra y tanto dolor en general, sigue siendo un obstáculo para alcanzar una solución para la isla o con el paso del tiempo se están suavizando las posiciones?

Yo creo que hay un grave problema, efectivamente, y es que han pasado 45 años de separación, por lo menos hasta 2003 de separación absoluta, después un poco más relativa, pero hay mucha gente del sur, sobre todo, que no quiere pasar al norte porque consideran, con toda la razón, que es su país y no tienen por qué enseñar un documento de identidad para entrar. Es cierto que hay asociaciones que realizan actividades bicomunales que intentan fomentar la confianza, apoyadas entre otros por Naciones Unidas y países de la Unión Europeo, entre ellos España, pero la verdad es que todavía existe mucha desconfianza entre los miembros de las dos comunidades.

Le cuento una anécdota: Un empresario importante de más de 80 años tenía negocios de concesionarios de automóviles y maquinaria agrícola y, por supuesto, tenía empleados y clientes turcochipriotas antes de la invasión. Con la ocupación, todo eso se acabó. Su nieto, que ahora mismo está estudiando una carrera y tiene 20 años, el otro día le preguntó a su abuelo: “¿Cómo es un turcochipriota?”. Un señor universitario de 20 años, nunca había visto a un turcochipriota. Existe otro problema, entre los muchos, que es la carencia de un idioma común. Antes los griegos hablaban un poquito de turco y los turcos hablaban un poco de griego, y todos hablaban inglés -no olvidemos que fue una colonia británica durante muchos años-.

Hoy en día, es muy difícil encontrar a un griego que hable turco y a un turco que hable griego. Pero, si bien en el sur, el 80% de la población habla inglés bien, en el norte, aunque no dispongo de datos, la proporción es menor. Y curiosamente a lo que podamos pensar y a la dinámica normal en el resto del mundo, la gente más joven habla peor inglés que sus padres o sus abuelos, porque éstos se educaron en inglés durante la colonia. Sobre todo en la parte turca, la educación en inglés se ha reducido mucho. Conozco activistas muy jóvenes, de unos 30 años, que no saben este idioma y entonces no pueden comunicarse, ni en griego ni en inglés, con la otra parte.

Hay varios puntos que deberían resolverse para llegar a un acuerdo entre ambas comunidades, como la cuestión de las propiedades. Con la invasión, los grecochipriotas que huyeron al sur vieron cómo sus casas fueron ocupadas por los turcochipriotas y al revés, pero tras 45 años sus habitantes las considerarán propias. ¿Este problema cómo se podría resolver?

Efectivamente, ése es uno de los problemas importantes. Como hemos dicho antes, hubo 200.000 griegos que dejaron todo en el norte para marcharse al sur y 40.000 o 50.000 turcos que hicieron lo mismo y abandonaron sus propiedades. En el sur, el Ministerio del Interior es el garante de los derechos de los turcochipriotas para recuperar sus propiedades. En el norte no ha habido hasta hace unos años tal medida y los grecochipriotas han acudido a Estrasburgo, al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que en 1996 emitió una sentencia que fue muy importante para esta comunidad, en la que condenaba a Turquía por no haber devuelto esas propiedades y, entre otras cosas, establecía que en el norte, en la llamada República Turca del Norte de Chipre, se creara una comisión de propiedades inmobiliarias para estudiar los casos que han planteado los grecochipriotas ante la jurisdicción para, o bien la devolución de los propiedades o el pago de una indemnización, si es que han sido concedidas a ciudadanos turcochipriotas.

Otros asuntos importantes que están en juego son la seguridad, quién sería el garante de un eventual acuerdo y cómo estaría administrado el territorio por cada una de las partes.

Sobre todo el otro gran problema, aparte de establecer cómo conseguir la igualdad entre las dos partes, es el tema de los garantes. Junto al Tratado de Independencia de 1960 se establece un Tratado de Garantías por el cual Turquía, Reino Unido y Grecia se convierten en garantes de la seguridad de la isla, y tienen tropas. Reino Unido tiene pocas tropas, pero conserva sus propias bases militares. Grecia tiene 900 soldados y verdaderamente no parece demasiado problemático que los quiera reducir. Pero Turquía, según diversas fuentes, tiene entre 25.000 y 40.000 soldados turcos. Cómo reducir ese número de soldados y en qué periodo de tiempo es uno de los grandes problemas y uno de los motivos por el que fracasaron las negociaciones de Crans-Montana en 2017.

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