La presencia española en Argelia tuvo una notable importancia, especialmente desde el primer tercio del siglo XIX hasta mediados del siglo pasado, durante la época colonial francesa. Los españoles sentaron las bases de la bonanza en el país norteafricano gracias a sus conocimientos del campo y su carácter emprendedor, que les llevó a montar prósperos negocios relacionados con sus lugares de origen. El documental ‘Algèria, el meu país. Història i memòria de l´emigració valenciana a Orà i Alger’ rescata las historias de familias de diferentes comarcas, desde La Safor hasta la Vega Baja, que pusieron rumbo al país magrebí huyendo de la pobreza, buscando nuevas oportunidades de vida o dejando atrás la Guerra Civil española. El documental constituye un auténtico ejercicio de memoria a través de los testimonios de personas que conocieron aquella realidad, al tiempo que contribuye a recuperar los puentes entre dos culturas que tuvieron una estrecha relación y fuertes influencias.
Dentro de la programación de Casa Mediterráneo, el viernes 5 de febrero a las 19 horas tendrá lugar la presentación y la proyección de la primera parte del documental, con la participación de Juli Esteve, periodista y realizador del audiovisual, Àngela-Rosa Menages, coautora del libro ‘Els valencians d’Algèria’ (1830-1962), y Álvaro Vermoet, Cónsul General de España en Orán. El evento, de carácter virtual, lo moderará la periodista Sonia Marco y podrá seguirse en la web de la institución diplomática.
El documental se basa en el libro ‘Els valencians d’Algèria (1830-1962). Memòria i patrimoni d’una comunitat emigrada’ coescrito por Àngela-Rosa Menages y Joan Lluís Monjo, un estudio sobre la presencia valenciana en el país norteafricano que además reivindica las aportaciones de aquella comunidad al patrimonio cultural. La obra consta de entrevistas que muestran las características de la emigración valenciana, respondiendo a interrogantes como: ¿Por qué emigraron? ¿Cómo se adaptaron? ¿Con quién convivieron? ¿En qué trabajaron? ¿Cómo pasaban el tiempo libre? El libro ha recibido el Premio Bernat Capó de difusión de la cultura popular.
De forma previa a la presentación del documental, entrevistamos a Àngela-Rosa Menages, nacida en Hussein-Dey (Argelia), país en el que vivió con su familia hasta los cuatro años. Es licenciada en Filología Románica y en Filología Catalana y ha trabajado en el instituto la Malladeta de Villajoyosa y en el Centro de Formación de Personas Adultas de Benidorm como profesora de valenciano. Ella, como tantos españoles que echaron raíces en la Argelia colonial francesa, se ha propuesto que sus historias no caigan en el olvido.
¿Cuáles fueron las causas de las distintas oleadas de la emigración española a Argelia desde la colonización francesa del país en 1830 hasta su independencia en 1962?
Cuando empezamos a hacer la investigación en el año 2000, Joan Lluís y yo nos basamos en testimonios orales y escritos. Y entre la bibliografía que consultamos estaban las obras de dos autores alicantinos, José Fermín Bonmatí, de 1992, y Juan Bautista Vilar, de 1975. Luego acudimos a la bibliografía francesa, porque en Francia es donde más se ha estudiado la cuestión argelina, al ser los colonizadores del país. Gerard Crespo y Jean Jacques Jordi en 1991 hicieron también investigaciones sobre la llegada de los españoles a Argelia. Ellos son los que señalan que los franceses no tenían previsto que la colonización estuviera alimentada por otras personas que no fueran francesas. Pero cuando empezaron a mandar colonos se dieron cuenta de sus limitaciones, por diversas razones como el clima o la forma de trabajar los cultivos, con los que los españoles estaban mucho más familiarizados. Por lo tanto, las bases de la prosperidad de la colonia las pusieron los valencianos. Eso ya lo dice Antoni Seva, que escribió en 1968 el libro ‘Alacant, 30.000 pieds noirs’. Fue el primero que destacó el papel de los españoles en la Argelia colonial.
Los valencianos que iban llegando a Argelia procedían mayoritariamente de poblaciones del sur de ámbito rural, en concreto de las comarcas de La Marina, el Baix Vinalopó, L’Alcoia, L’Alacantí, el Baix Segura, La Xafor, La Vall d’Albaida… aunque también de algunos pueblos de Valencia y de Almería. Los trabajos que desempeñaban en los primeros años de la colonia eran los más duros, como arrancar las malas hierbas, retirar las piedras… Según contaban Bonmatí y Vilar las actividades se ceñían a la explotación agrícola. Si se compara con la época actual, era lo mismo que hacen ahora los inmigrantes aquí.
También hubo españoles que se marcharon a Argelia para hacer fortuna, montando negocios. ¿Cuándo ocurrió esto?
Eso ya fue en el segundo estadio. Subieron de estatus. Estas mismas personas que trabajaron en el sector primario de la sociedad se establecieron y la segunda etapa que los autores apuntan se desarrolla entre 1870 y 1900. Es la época en la que la mayoría de la gente va a asentarse, llevándose a su familia. No obstante, había trabajos estacionales como el de los jornaleros podadores que iban solamente en la época de la poda, en cuadrilla desde Murcia y Almería, y en tres meses ganaban lo equivalente a todo un año en España. En torno a 1900 aquí la miseria era muy grande y se agudizó con la plaga de la filoxera que afectó a toda la costa valenciana. Cuando llegaban a Argelia se encontraban con una serie de beneficios que ni en sueños tenían en España. En la colonia se estaban reproduciendo los mismos parámetros que había en Francia; por ejemplo, estaban muy adelantados en cuestiones como los derechos de los trabajadores.
Tenemos muchísimos testimonios, hemos utilizado 150 entrevistas que así lo avalan. Nos contaban que una vez que llegaban allí se encontraban con una gran apertura de mente y era muy fácil conseguir trabajo. Además, un día a la semana libraban y tenían un mes de vacaciones. En la última etapa, antes de la Guerra Civil, desde 1990 hasta 1936, los españoles ya iban a montar negocios. Es el caso de mi abuelo, que tenía un horno en Alicante que le iba bien, pero decidió irse a Argelia con su familia para prosperar. Todos los días había barcos de Alicante a Orán y Argel, y quienes venían de Argelia contaban que era una tierra de oportunidades. Allí montaron el horno. Hay una foto de mi abuelo sentado a la puerta de La Viennoise (La Vienesa), su panadería y pastelería, y es graciosa porque está con las esparteñas valencianas. Hablaba con la gente que pasaba, tal como hacía en España. Era una vida muy mediterránea.

El abuelo de Àngela-Rosa Menages a la puerta de su pastelería en Argelia
Al escribir el libro observamos una cosa curiosa y digna de tener en cuenta: sus ocupaciones en el sector secundario (tiendas, pequeñas empresas) tienen que ver con el pueblo de procedencia, así que los de Ibi y Onil hacían helados, los de La Nucía eran charcuteros, los de Xixona elaboraban turrones, los de Agost botijos y cerámica, los de Callosa d’Ensarrià y Elche alpargatas y zapatos. Y en lo que respecta a la agricultura también ocurre lo mismo: los de Oliva y Pego eran temporeros de la viña y los de La Safor estaban vinculados a los naranjos. Los pescadores procedían de Altea, La Vila Joiosa o Benidorm.

Heladería La Ibense en Argelia
¿Fue buena la acogida de los españoles en Argelia? ¿Era fácil integrarse en aquella sociedad?
Había de todo, claro, pero los que querían trabajar con los europeos lo hacían fácilmente y tenían los mismos derechos laborales. Por ejemplo, había un chico que era de la Kabilia que aprendió el oficio con mi padre y mi tío en el horno y se llevaban muy bien. Cuando su entorno no lo veía, bebía vino y comía sobrasada (risas). Había muchos kabilios y mi madre decía que no parecían árabes, tenían los ojos claros y eran muy guapos. En este flujo migratorio muchas chicas españolas iban a parar al horno de mi abuelo y allí les informaba de los trabajos en los que había vacantes, al tiempo que les advertía de que tuvieran cuidado con los hombres de la Kabilia.

En el centro, el chico kabil que trabajaba con el padre y el tío de Àngela Rosa-Menages. Hacían tartas impresionantes como la pièce montée.
Aunque predominaba la endogamia entre personas de un mismo pueblo, también hubo matrimonios mixtos. Esto lo desarrollaremos en la segunda parte del libro. Joan Lluís Monjo y yo nos conocimos haciendo el doctorado y surgió la amistad sobre todo porque hablábamos de este tema. De Argelia los españoles adoptaron muchas palabras, como “tricots” (rebeca), “culottetes” (braguitas), “kemia” (“bocadito” en árabe, en referencia al aperitivo) o “chuchuka” (sofrito). En la segunda parte queremos desarrollar el tema de la lengua. Por ejemplo, en Argelia el valenciano que se hablaba no era el de Valencia, sino el patuet, una variedad adaptada al lugar, al igual que el francés tampoco era el mismo que el de la metrópolis, se llamaba patauet. La lengua es un reflejo de la diversidad de un pueblo. Y Argelia es una muestra de la pluralidad en todos los aspectos, de una sociedad diversa que da lugar a lenguas diferentes que lo admiten todo.

Vistas del Puerto de Argel
¿La documentación existente sobre la presencia española en Argelia se debe sobre todo a los testimonios recogidos por personas vinculadas al país que han tenido interés en recuperar esa memoria, como es su caso?
Exacto, así es. Aunque en los últimos años se han llevado a cabo investigaciones como la de Juan David Sempere desde el departamento de Historia de la Universidad de Alicante: ‘Los pieds-noirs en Alicante. Las migraciones inducidas por la descolonización’ (1997). A estos estudios se suman los de Antoni Seva, antes mencionado, y los de Gabriel Gilabert y Antoni Pascual, autores del libro ‘Anar a Orà’ (2009), del Poble Nou de Benitatxell, donde a algunos mayores, que iban para la temporada de poda, se les oía hablar en francés y ciertas palabras en árabe.
También se publicó ‘Els menorquins d’Algèria’, de Marta Marfany, ya que los menorquines formaban parte de la comunidad española en el país, junto a los mallorquines, ibicencos, valencianos, que eran los más numerosos, murcianos y almerienses. En cuanto a número, el rango más alto de los europeos lo ocupaban los franceses, seguidos de los españoles, los italianos procedentes del sur (de Calabria, de Sicilia y de Nápoles) y los malteses. ¡Todo un popurrí de lenguas!
Otro tipo de emigración fue la de los republicanos que huyeron a consecuencia de la Guerra Civil española.
Ésa fue la última etapa, después de la económica. En 1939 se cortaron las comunicaciones con España y hasta 1940 no se podía ir a Argelia de manera legal. Antes del 40, los que viajaron de manera “ilegal” fueron los represaliados, los republicanos que huyeron de la Guerra Civil. Se trasladaron de diferentes maneras, en barcos como el Stanbrook que fue el último que salió de Alicante, donde hay un busto de su capitán, Archibald Dickson. Se arriesgó a llevarse a más de 2.000 personas que no podían irse de otra manera, porque las tropas italianas ya estaban entrando en Alicante. El buque llegó a Orán, donde también hay un monumento dedicado al Stanbrook, escrito en cuatro lenguas: francés, valenciano, árabe y castellano.

Monumento al Stanbrook en el paseo marítimo de Orán, conocido como La Corniche. En la foto, Ángela-Rosa Menages junto a compañeros participantes en el Congreso celebrado en octubre de 2019 en el 80 aniversario del exilio español en Argelia.
¿Cómo vivieron estas personas el exilio en Argelia?
En un principio, fatal porque les sometieron a trabajos forzosos. El campo de concentración más conocido era el de Colom-Béchar que estaba en el Sáhara y a los internados se les ordenó construir un ferrocarril para comunicar las colonias francesas del sur con el Mediterráneo, que obviamente no se llevó a cabo. En el libro hay un par de fotos y en el documental salen hijas de personas que estuvieron en Colom-Béchar. Cuando veían un camión de transporte de provisiones intentaban huir. Los mismo que ocurre ahora con los inmigrantes que se esconden en los bajos de los camiones. Al igual que entonces, la gente emigra por motivos económicos o políticos. Son personas como nosotros. ¿Por qué tiene ese estigma la emigración?
Con el estallido de la guerra de independencia argelina, la mayoría de españoles optó por volver a España, sobre todo a tierras valencianas, alicantinas y murcianas, ¿en Francia se habrían sentido extranjeros pese a hablar francés y a que muchos de ellos tenían la nacionalidad francesa?
Ellos habían recibido una educación francesa y se creían franceses, pero los que se fueron a Francia descubrieron que no lo eran, no eran considerados como tales. Y les pusieron el nombre de “pieds noirs”.
¿Por qué les llamaban así?
Era una manera de diferenciarlos de la población nacida en Francia. De niña recuerdo que me decían que yo era una pequeña pied noir y al preguntarle a mi padre por qué, me contó que una de las teorías, porque hay varias, apuntaba a las botas negras de los militares que iban a colonizar Argelia. Los autóctonos les llamaban pieds noirs. Otra versión alude a los trabajadores de las viñas que acababan con los pies oscuros al pisar las uvas. Como “pies sucios” tiene una connotación negativa, de pobre, así degeneró el apelativo.
Mi padre fue de los que pensó que marcharse a Francia era un atraso, aunque la mentalidad de España en los años 60 dejaba mucho que desear. Los españoles venían de una república súper avanzada, pionera en el mundo. La situación estratégica de Argelia era muy atractiva y siendo francesa podía venir gente de toda Europa. Era una sociedad muy diversa. La población más numerosa era la árabe, pero también había amazighs, los beréberes, con lengua propia. Los amazighs eran los que más trato tenían con los europeos. Los árabes eran los descendientes de la conquista otomana de Argelia, mientras que los amazighs eran una población nómada que vivía en el Atlas y estuvo aguantando hasta el final la presión otomana. Tampoco nos podemos olvidar de los judíos, que tenían grandes fortunas. Estaban los sefardíes, los que huyeron de España, y los que vinieron de Liorna y de Jerusalén.
El documental que se presenta en Casa Mediterráneo, ‘Algèria, el meu país’, está basado en el libro del que usted es coautora junto a Joan Lluís Monjo. ¿Qué se encontrarán los espectadores en el trabajo audiovisual?
Juli Esteve, el director del documental, es amigo de Joan Lluís a raíz de su anterior trabajo audiovisual sobre la repoblación mallorquina. Al ganar nuestro libro el Premio Bernat Capó, Juli nos dijo que ese tema le interesaba mucho y nos preguntó si podíamos hacer de puente con las personas a las que habíamos entrevistado y accedimos haciendo de enlace. Esta historia le fascinó y se tiró todo un año entrevistando a gente, leyendo… y hasta viajó a Francia, trabajó muchísimo. Con grandes dosis de empatía habló con muchas mujeres mayores y todas empezaban por lo mismo: el final desgraciado, la huída. Suponía dejarlo todo, tu casa, tus negocios, tus amigos, tus muertos en el cementerio…
¿En qué ciudades argelinas se establecieron los españoles?
La población alicantina más numerosa estaba en Orán, que tenía diferencias respecto a Argel. En Argel se asentaron las personas procedentes de Alicante hacia el norte y en Orán las de Alicante hacia el sur, que preferían el oranesado. En Orán se llegaron a hacer hogueras, se seguían costumbres como ir a merendar la mona en Pascua… En Argel iban a tomarla a la Basílica de Notre Dame d’Afrique y en Orán a la capilla de Santa Cruz, junto al monasterio que antes había sido un fuerte.

Basílica Notre Dame d’Afrique en Argel, donde los valencianos iban en Pascua a merendar la mona.
Argel se había valencianizado más, de hecho el barrio de Bab-el-Oued acogió a una población exclusivamente valenciana. En Orán, aparte de que había una zona que se llamaba La Marina -lo dice en la entrevista el mismo Cónsul de Orán-, donde todavía se siguen escuchando palabras nuestras, había costumbres como comer paella, al igual que en algunos pueblos de los alrededores donde vivían pescadores de Villajoyosa. La Marina era una zona dedicada a la pesca y los salazones.

Mercado intercultural de Bab-el-Oued, en Argel. La fotografía ilustra la portada del libro ‘A la platja de Camus’, de Elvira Cambrils.
Por su parte, Orán se castellanizó más. Prueba de ello es que después del francés, que era la lengua oficial, se hablaba el castellano. Mientras que en Argel, tras el francés estaba el valenciano, por ese orden, seguidos del árabe, el amazigh y el italiano. Aquello fue un verdadero trasplante de nuestra tierra al norte de África.
Quiero remarcar que estas personas no han perdido nunca su lugar de origen por mucho tiempo que haya pasado, y ese sentimiento se lo han transmitido a sus hijos. Según vas creciendo te vas enriqueciendo, pero tu procedencia suma. Si pierdes tu identidad, lo has perdido todo.
Imagen superior destacada: Àngela-Rosa Menages en las ruinas romanas de Tipaza, en Argelia, las más extensas del norte de África.