Revista Casa Mediterráneo

Ayanta Barilli: “Cuando uno entiende de dónde viene, es más fácil no tropezar en los mismos patrones”

en mayo 20, 2019

Iniciarse como novelista y convertirse en la finalista del Premio Planeta no es algo corriente, pero fue lo que le sucedió a la periodista y escritora Ayanta Barilli en la última edición de este prestigioso galardón de las letras españolas. Un reconocimiento merecidísimo, no sólo por la calidad literaria de su libro ‘Un mar violeta oscuro’, sino también por la enorme carga emocional de una historia autobiográfica en la que la autora realiza un verdadero trabajo arqueológico en busca de aquellos secretos familiares que le impedían conocerse a sí misma.

En esta búsqueda, realizada a lo largo de varios años de lecturas de ingente correspondencia, diarios y hasta una novela autoeditada por su abuela, Ayanta descubre el trágico pasado de tres generaciones de mujeres de su familia, desde bisuabuela, pasando por su abuela y su propia madre, enmarcado en la historia reciente de España e Italia y sus duras circunstancias, marcadas por las dos Guerras Mundiales y la Guerra Civil española como telón de fondo. Barilli retrata, a través de las historias rescatadas del silencio, a toda una sociedad tremendamente injusta con las mujeres y todo aquel que viviera al margen de las normas y los usos sociales.

Ayanta Barilli (Roma, 1969) es una destacada periodista, que ha dirigido numerosos programas de radio y televisión, ha sido directora de casting en varias películas y directora artística del Teatro Lara. Barilli, hija del célebre escritor Fernando Sánchez Dragó, se adentró en el terreno literario com ‘Pacto de sangre’ en 2013, pero no fue hasta 2018 cuando presentó su primera novela, ‘Un mar violeta oscuro’ al Planeta, quedando finalista para sorpresa de su progenitor y toda su familia, que desconocían por completo que había optado al premio.

Barilli estuvo el pasado 16 de mayo en Casa Mediterráneo para participar en un encuentro enmarcado en el ciclo ‘Escritores y el Mediterráneo’, moderado por la editora Marina Vicente, donde la autora exhibió clase, exquisita educación, sencillez y erudición.

Estrenarse como novelista y ser finalista del Premio Planeta es un comienzo prometedor…

Sí, ciertamente. Además forma parte de un sueño de la infancia, a los que yo doy mucha importancia, porque al haberlo ganado mi padre dos veces, como finalista y ganador del Planeta, de pequeña siempre me imaginaba que obtenía el finalista. De hecho, me iba a dormir por las noches pensando en el discurso, en las palabras que iba a pronunciar. Cuando me dieron el finalista, en el discurso metí una de las frases que recordaba de pequeña, como un guiño mío íntimo a ese sueño cumplido. Creo que en la medida de lo posible, si uno consigue ir cumpliendo esos deseos infantiles y juveniles alcanza una enorme satisfacción y el finalista del Planeta estaba entre ellos.

¿Se enteró en ese momento del fallo del jurado o había llegado a usted antes algún rumor?

En la editorial Planeta te avisan unos días antes de que te encuentras entre los diez finalistas, de modo que te invitan a la gala para que asistas. Pero aunque empieza a haber rumores una hora antes, hasta que no sonó mi nombre no me lo esperaba. Además, durante la gala estaba viviendo una situación complicada porque cuando me llamó Planeta para comunicarme que estaba entre los diez finalistas no les dije nada ni a mi padre ni a mi marido, porque pensé que si me lo llevara sería una sorpresa.

Entonces les comenté que iba a asistir al acto como periodista, condición en la que otros años ya había ido. Me sentaron entre mi padre y mi pareja y me pasé toda la gala en un “ay”, porque hay grandes paneles donde van cayendo uno a uno todos los finalistas, que se presentan con seudónimo y nombre falso de la novela. La cena se me hizo inacabable y cuando por fin dijeron mi nombre me llevé una alegría inmensa.

Ayanta Barilli – © María Gilabert / Revista Casa Mediterráneo

Su padre, Fernando Sánchez Dragó, se emocionó mucho cuando le otorgaron ese galardón. ¿No se lo podía esperar?

No, porque yo no le había dicho que me presentaba al Premio. Nadie sabía nada. Con una familia como la mía, estas cosas es mejor no comentarlas porque si no se genera un “bulle bulle” que creo que no me iba a beneficiar psicológicamente. Así es que lo fui haciendo todo en secreto. Aparte para presentarme al Premio tuve que hacer un gran trabajo de edición de la novela y quitar todas las referencias, porque es una historia autobiográfica y hay muchas alusiones, de modo que tuve que cambiar todos los nombres para que los miembros del jurado no supieran quién era yo, no quería que eso influyera de ninguna de las maneras. Y cuando finalmente ya pronunciaron mi nombre, a mi padre le provocó una emoción enorme, se puso a llorar…

En esta historia usted afirma que va recuperando la memoria de sus antepasados para conocerse a sí misma. ¿Es necesario conocer los propios orígenes para conocerse a uno mismo?

Creo que es fundamental, corre la misma sangre por nuestras venas, tenemos una herencia genética, psicológica aprendida, eso es una familia. Incluso personas que no se conocen, por avatares de la vida, se buscan para conocerse. Me parece importante hacerlo. Ahora, cada uno es muy dueño de tomar sus propias decisiones, pero a mi juicio es importante y además interesante saber de dónde venimos y en esos patrones familiares que se van repitiendo localizar cuáles son los buenos y mantenerlos, y cuáles son los malos. En el momento en el que uno entiende de dónde viene, es más fácil reconocerlos y no tropezar en esos mismos patrones.

Ayanta Barilli junto a Marina Vicente en el encuentro celebrado en Casa Mediterráneo – © María Gilabert / Revista Casa Mediterráneo

En la recuperación de toda esa memoria, en la que había muchas lagunas, por falta de información, porque no le habían revelado muchas cosas, ¿cómo ha realizado esta labor de indagación?

Mi investigación radica básicamente en la línea familiar femenina, es decir, en mi rama italiana, bisabuela, abuela y madre. Y ellas dejaron muchísimo escrito. Mi madre tenía un diario desde que era pequeña hasta poco antes de morir, que llegó hasta mí, con agujeros, pero llegó. Mi abuela escribió una novela autobiográfica y todas ellas, además de esto, tenían relaciones epistolares, como sucedía antaño con amigos y familiares, de miles de páginas que guardaron, y que yo heredé y busqué. Todo lo que no heredé lo fui buscando por aquí y por allá en otros archivos, entre ellos el de mi padre, que lo guarda todo.

Mi familia ha sido amante del papel y en lugar de perderse y tirarse llegó a mí. Entonces, me tomé el trabajo de leerlo, un trabajo monstruoso. Ha supuesto una avalancha de datos, tanto íntimos, los que pertenecen a tu propia historia, como los históricos del momento. Se trata de unas generaciones que vivieron unos momentos muy difíciles. En Italia hubo dos Guerras Mundiales, la primera y la segunda, y en España la Guerra Civil, y luego la dictadura. Es una etapa muy interesante y al mismo tiempo muy literaria, llena de anécdotas, de aventuras, de desgracias tremendas… de todo lo que puede nutrir una gran historia.

Hablando de historias duras, en su novela aparece Colorno, un lugar que supone una metáfora de la sociedad de aquella época, caracterizada por la hipocresía y con duras condiciones de vida para la mujer.

Cuando inicié esta investigación familiar acabé en el manicomio de Colorno. Y allí fue donde encontré el diario médico de mi bisabuela, donde relata el día a día de lo que ella había vivido allí. Estuve visitando aquel lugar siniestro con un supuesto enfermero del manicomio y pasé miedo. Pensé: Qué hago yo visitando un manicomio junto a un desconocido, que además es rarísimo. Y salí corriendo, el miedo alimenta al miedo.

Toda la historia de su abuela es durísima. Una mujer guapa que se casa por amor con un hombre de inferior nivel socio-económico, que lo que quiere es ascender en la escala social, y es repudiada por la sociedad al considerarla una persona desequilibrada, cuando en realidad es víctima de la ambición de su marido.

Era una situación bastante frecuente en aquella época para las mujeres que se salían del orden social, e indudablemente mi bisabuela se apartó del mismo. No es sólo que fuera una mujer guapa, que lo era, sino que además fue una de las primeras universitarias en Italia, muy culta, muy lectora, una persona muy sensible, que cuando se casó se dio cuenta de que ese matrimonio no era en absoluto lo que deseaba, que les ocurrió a otras tantas mujeres.

Entonces a ese tipo de mujeres, si llegaban a tener algún desorden psicológico, al que simplemente podemos llamar “rebeldía”, un no querer estar dentro del orden establecido, no ser religiosas, beber alcohol, que les gustasen los hombres o una depresión posparto, eran ingresadas en el manicomio. Hoy en día nos meterían a todas. Este tipo de injusticia no sólo se ejercía hacia la mujer, sino también a los niños con síndrome de down y cualquier persona, de algún modo, con discapacidad.

Este libro, ¿lo han leído sus familiares? En caso de ser así, ¿cómo se lo han tomado?

Los familiares que están directamente involucrados en esta historia son italianos y no saben castellano. Acabo de terminar la traducción al italiano y dentro de un mes se publicará en Italia. Cuando lo van a leer es ahora. Y los que lo han podido leer, como mi padre o mi hermana Sandra, que sí controla el español, y que están implicados en la historia han sido muy generosos, no se han sentido como si les hubiera comido el alma, algo que a veces pasa. También tengo que decir que pertenezco a una familia de cómicos, escritores y artistas en general que están muy acostumbrados a utilizar sus propias experiencias y vivencias, a manipularlas y a convertirlas en algo, un libro, un personaje… Y tienen una apertura que estoy segura de que no se encuentra tan fácilmente en otras familias.

Hay un libro que leí hace unos años y me gustó muchísimo, de Delphine de Vigan, ‘Nada se opone a la noche’, y en uno de sus capítulos empieza diciendo que no hay mejor manera para enfadarse con la familia que escribir bien o mal sobre ellos, incluso bien, porque nunca uno se va a sentir identificado tal como se ve a sí mismo o le gustaría verse.

En estos momentos, ¿tiene en mente o se encuentra inmersa en otro proyecto literario?

El proyecto literario en el que estoy metida consiste en ir de pueblo en pueblo (risas) presentando ‘Un mar violeta oscuro’. Éste es el año del Planeta, de promoción muy intensa. Estaba intentando escribir al mismo tiempo que traducía el libro al italiano, que hacía los vuelos y la radio y hace un par de meses me di cuenta de que no tenía sentido. Opté por dejarme llevar por la corriente, por seguir con las presentaciones y realizar los asuntos urgentes, como la traducción al italiano, y empezar a escribir en el mes de julio, cuando haya completado unos 100.000 kilómetros por toda España.

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