Revista Casa Mediterráneo

Bibiana Collado: “Lo importante de la poesía es si me puedo ver reflejado en ella”

en junio 12, 2020

Bibiana Collado Cabrera (Burriana, Castellón, 1985) es una de las voces más sobresalientes del panorama poético español contemporáneo. Con una clara vocación por la literatura, en especial por la poesía, desde su más tierna infancia, Bibiana Collado fue dirigiendo su camino de forma natural hacia el terreno literario. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia, donde realizó el Master de Estudios Hispánicos Avanzados con premio extraordinario, defendió su tesis doctoral sobre la poesía cubana contemporánea escrita por mujeres.

Su pasión por las letras la lleva a compaginar la investigación con la escritura y la docencia. Su buen hacer como poeta le ha granjeado importantes reconocimientos, como el XXXIV Premio de Poesía Arcipreste de Hita 2012 por Como si nunca antes (Pre-textos), el accésit del Premio Adonáis 2016 por El recelo del agua (Rail), el Premio Complutense de Literatura 2017 por Certeza del colapso (Ed. Complutense), el Premio Voces Nuevas de poesía convocado por la editorial Torremozas (2009) y el Premio Universidad de Valencia de Escritura de Creación, tanto en castellano (2009), como en valenciano (2012).

Bibiana Collado participará el viernes 12 de junio en una Tertulia poética mediterránea dedicada a los poetas valencianos, acompañada por Rafael Soler y moderada por la también escritora y poetisa Rosa Cuadrado. La cita, en directo, será a las 19 horas en la web de Casa Mediterráneo. De forma previa a este encuentro, mantuvimos una entrevista con Bibiana Collado, una joven y brillante autora que reivindica el papel de la mujer en la poesía por méritos propios.

¿Cuándo comenzó su inclinación hacia la poesía?

Creo que la inclinación hacia la poesía la he tenido desde siempre. Opino que la poesía es música, es ritmo y que los ritmos nos acompañan desde que somos pequeñitos. Desde que estamos en la barriga de nuestra madre, oímos el corazón, que es un ritmo. Es decir, nuestro cuerpo, nuestro oído está preparado para esa música. A todos los niños les gusta la poesía. La cuestión es que algunas personas, a medida que se hacen mayores, se van olvidando o perdiendo ese gusto. Digamos que yo, sencillamente, lo conservé. Siempre me ha gustado, siempre me ha interesado, siempre ha sido mi género predilecto, el más natural, la inclinación lógica.

¿Cómo fueron sus inicios en la escritura?

Siempre he escrito. Me considero una persona con mucha suerte. Tuve una profesora de Lengua y Literatura maravillosa, que me hizo leer mucha poesía, cosa que por desgracia no es demasiado habitual en los planes de estudio porque se suele trabajar más la novela, en algunos casos teatro, y que me hizo escribir. Me animó mucho con ejercicios de escritura, de manera que desde siempre tuve ese hábito e ilusión de escribir, que luego conservé a lo largo del instituto, con su revista, con el concurso literario… y que me decidió a matricularme en Filología. La verdad es que he sido muy vocacional en ese sentido. Siempre he sabido que mi camino tenía que ver con la literatura, aunque no supiera exactamente cómo.

De hecho usted, además de escritora es docente. ¿De qué da clases?

Soy profesora de Lengua y Literatura castellana, de modo que toda mi vida gira en torno a eso. Me gusta decir que soy una persona comprometida con la literatura y con la poesía, desde todos los ámbitos que puedo, desde el personal al profesional y a través de muchas facetas. Soy lectora, lo primero de todo, que es lo que hay que ser, y luego escribo, hago crítica, todavía sigo con la investigación literaria, doy clases… intento trabajarla desde todos los puntos de vista posibles.

Algunos de sus poemas expresan dolor, recuerdos de escenas cotidianas de personas humildes… ¿Por qué surgen esas temáticas en su poesía?

Cuando alguien escribe o se dedica a la literatura está claro que parte de la vida, de su trabajo con lo real, y ésa es la materia a partir de la cual se genera, pero claro, el poeta es un fingidor y finge de tal manera, como decía Pessoa, que nos hace creer que lo que le ha pasado, en realidad no le ha ocurrido. Es decir, uno parte de esa materia de la vida, pero busca lo que le une a la comunidad, a la sociedad. Cuando alguien está hablando de la figura de la madre, de la abuela, del pueblo o de la pobreza, en realidad está hablando de una experiencia que es colectiva. Esa madre no es sólo mi madre, sino muchas madres; ese pueblo no es sólo mi pueblo, sino muchos pueblos. Uno busca siempre lo que le une a la comunidad porque, en realidad, aunque a veces nos hagan creer lo contrario tenemos muchas cosas en común, como pueblo, como imaginario.

Hay una falsa creencia que dice que la poesía es confesional, que es autobiográfica, cuando ningún género literario lo es. Es decir, la vida es una materia de la que se parte, igual que la novela, que el teatro… pero lo importante no es si le ha pasado o no al poeta, sino si yo me puedo ver reflejado ahí. Uno puede estar haciendo muchos anclajes con su realidad y a la vez tocando algo que es colectivo y compartido, pero es difícil trabajarlo y discernirlo.

¿Cómo ve el estado actual de la poesía en España? ¿Está atravesando un buen momento? ¿Qué opina del uso de las nuevas tecnologías para llegar al gran público?

Independientemente del tema de las nuevas tecnologías, creo que la poesía sí está pasando por un buen momento. Muchas de las personas que hemos estado participando en circuitos literarios y culturales durante los últimos años hemos vivido recitales, presentaciones, encuentros… en los que había muy poquita gente, donde las personas que asistían eran las que estaban directamente involucradas en el evento y hemos observado cómo el público en los últimos años ha ido creciendo, así como los eventos, la participación de las librerías… Es decir, se ha creado un circuito mucho más fuerte, en contacto más directo con los lectores, y ha aumentado el número de lectores. En ese sentido, soy optimista, creo que ha mejorado. De hecho, no sólo por los recitales y las presentaciones; pienso por ejemplo en los clubes de lectura, que ahora hay muchísimos funcionando, en el papel de las pequeñas librerías, que trabajan muchísimo con sus lectores directos… Creo que el panorama en general ha mejorado.

Es cierto que a eso han ayudado las nuevas tecnologías, por supuesto, pero no sólo, aunque han ocupado un papel muy importante. Entrevistas, recitales a través de redes sociales como Instagram han ayudado muchísimo a que se enganche mucha gente o a dar a conocer a muchos autores. ¿Eso también tiene también un lado negativo? Pue sí. Sabemos que las redes sociales, y eso ha sido ampliamente comentado, son utilizadas como plataformas, como lanzaderas, para algunos autores que no han pasado por un trabajo literario tan fuerte como otros y se aprovechan de la popularidad. Eso es así. Las redes sociales tienen esas dos caras, pero en general creo que el balance es positivo. Las industrias culturales tienen espacio para muchas personas y tendencias y el tiempo irá colocándolo todo en su sitio. Lo que no me gusta es la actitud soberbia u orgullosa respecto a esos fenómenos. Todo lo contrario, éstos tienen su lugar, su espacio, en algunas ocasiones han servido para un determinado público, sobre todo muy joven, de manera que son una parte más del sistema.

Muchas veces nos damos cuenta de que algo nos hace daño, nos perjudica, pero permanecemos en dolor, en el daño. Hay incluso una especie de goce en ese quedarse ahí, aunque sepamos que nos duela, y eso nos paraliza, nos colapsa.

Háblenos de su poemario ‘Certeza del colapso’, que alude a la parálisis que puede experimentarse cuando algo se rompe en el interior de una persona y la dificultad para abandonar ese dolor, mientras el mundo sigue girando. 

Prácticamente todos hemos tenido momentos en la vida en los que nos ha ocurrido algo así. Situaciones en las que sabemos que algo nos perjudica, que nos hace daño. Si estuviera en clase hablando con mis chavales les diría que sabemos que estamos metidos en una relación tóxica, que nos duele, pero sin embargo no podemos dejarlo. A veces creemos, o nos han educado en la idea de que hay que darse cuenta. Pero cuando uno se da cuenta ya está el camino hecho. Muchas veces nos damos cuenta de que ese algo nos hace daño, nos perjudica, pero permanecemos en dolor, en el daño. Hay incluso una especie de goce en ese quedarse ahí, aunque sepamos que nos duela, y eso nos paraliza, nos colapsa. Sabemos que no va bien, que nos hace daño, pero somos incapaces de abandonar la herida, esa especie de regodeo inconsciente del que a veces nos cuesta salir. Abandonar una relación no consiste sólo en dejarla, sino en abandonar esa sensación, esa nostalgia, ese goce en el daño que permanece.

Quizás el miedo a lo desconocido puede influir en el hecho de que cueste desvincularse de ese dolor.

Desde luego, sin embargo creo que lo que más afecta, y eso está también en ese poemario, y en realidad en todos, es el complejo de culpa, sentirse inferior… que hace que agachemos la cabeza, sobre todo las mujeres. Yo intento siempre que mis poemarios estén muy cruzados, por una parte, por la cuestión de género y, por otra, por la cuestión social. A las mujeres todavía se nos educa de alguna manera para sentirnos cómodas con situaciones que no lo son, para aceptar circunstancias que no deberíamos aceptar y para sentir apego al daño. Eso se liga a que nos han socavado por dentro, a que nos han acostumbrado a que determinadas humillaciones sean naturalizadas… Creo que tiene que ver con ese trabajo sibilino, que funciona desde que nacemos y que sigue funcionando.

Así como en lo referente al circuito cultural te decía que soy muy optimista, en lo que tiene que ver con el trabajo de género y las violencias, lo digo en plural porque no son sólo físicas, hacia las mujeres, ahí no lo soy. Creo que tenemos la falsa creencia de que la cosa va muchísimo mejor de lo que va. Y es peligroso, porque ese socavarse por dentro silencioso puede ser muy dañino.

¿En el ámbito de la poesía, detecta discriminación por el hecho de ser mujer?

Sí, por supuesto, sin duda. Desde algo tan sencillo como la condescendencia hacia las mujeres, hasta el hecho de cómo se conforma el canon, que sigue siendo mayoritariamente masculino, distribuyéndose mal… Como profesora sé el número de mujeres que hay en los libros de texto de Bachillerato y en todo primero hay una, Santa Teresa, frente a unos sesenta. Algo parecido encontraríamos si lo contrastáramos con todos los niveles. El canon no ha cambiado, la condescendencia para con las mujeres funciona, la manera en que se leen sus textos cuando se admiten, también. Es decir, aunque se haga una incorporación de la escritura de las mujeres, ésta es tramposa, porque se hace desde ese prisma de añadir algo femenino.

Si además eres joven, imagínate el tipo de recepción que vas a tener en muchos casos. No es extraño acudir a un recital y que alguien se fije más en cómo vas vestida o si te has maquillado ese día y no que en lo que estás contando. Hice mi tesis doctoral en poesía contemporánea, soy especialista, en concreto, en poesía escrita por mujeres latinoamericanas. Y me he encontrado en innumerables ocasiones con hombres pertenecientes a este circuito, sin ningún doctorado ni nada parecido, que se han acercado a mí como si yo fuera una niña pequeña, porque la minorización funciona así, para recomendarme a autores y hablarme de asuntos que yo obviamente conozco muchísimo mejor que ellos y eso lo hacen además con una naturalidad increíble. Y una intenta, por su educación, ser cortés, educada, sonreír y normalmente no les desmiente, porque va a generar una situación muy conflictiva y si en algún momento lo haces, por muchísimo tacto que tengas al hacerlo, ya eres agresiva y negativa. En los circuitos culturales se ve clarísimamente, como en todos los ámbitos, imagino.

Usted centró su tesis doctoral en la poesía cubana contemporánea escrita por mujeres, ¿qué le llamó más la atención de su investigación?

Cuando me puse a trabajar con mujeres, por un lado, lo primero que me maravilló es cómo tejen redes entre ellas, a pesar de estar en los márgenes de ese canon, o precisamente por eso, tejen esas redes de sororidad, se encuentran, se citan, se apoyan… eso es algo que está pasando muchísimo en la literatura contemporánea y es maravilloso; esa capacidad de organización desde los márgenes, desde esa periferia a la que muchas veces se las condena. Y por otro lado, cómo este escribir en los márgenes, que fue negativo por muchas razones, trajo también elementos positivos como, por ejemplo, que estaban menos sujetas a las modas oficiales, a las tendencias, a lo canónico, de manera que podían escribir desde una mayor libertad, escapar de alguna manera de esa literatura más oficial.

Sobre todo en un caso como era el cubano, que estaba conformando su canon revolucionario, ellas podían huir un poco y ser verdaderamente libres, precisamente porque no se las medía en la misma liga que a los hombres, lo cual obviamente es negativo, pero también les daba mayor libertad para hacer, para escribir, para pensar sobre otros elementos que les interesaran. Eso lo trabajo concretamente con las autoras de Cuba, pero no sólo; es una tesis que se puede extender a todo el ámbito hispanohablante. Eso sucede en muchos lugares; cómo esas mujeres que han sido colocadas en el margen, a las que muchas veces sólo se les ha permitido la entrada a través de literatura infantil o de géneros que se habían mal considerado menores, desde ese espacio tienden redes, se unen, se citan, se apoyan, se escriben, se ayudan a publicar y además pueden hacerlo, en muchas ocasiones, desde una mayor libertad, porque precisamente como no están en primera línea, con el foco puesto, pueden permitirse experimentar o trabajar con la literatura de otro modo.

En América Latina la lengua goza de una gran riqueza léxica, ¿es un rasgo que ha podido constatar en sus investigaciones sobre la literatura de esos lares?

Por supuesto, es maravilloso, es una absoluta delicia, además inabarcable, porque claro, hablamos del ámbito latinoamericano que está formado por muchísimas nacionalidades, países, lugares, sentires… de manera que es una especie de copa de delicia que no se agota nunca. Es un manantial constante y maravilloso. Desde luego, a día de hoy nos quedan muchas voces por descubrir. Es verdad que cada vez vamos perdiendo un poquito más ese egocentrismo que nos ha caracterizado como españoles y europeos, esa costumbre de mirarnos el ombligo, de pensar que el canon somos nosotros o que el castellano verdadero es el nuestro, que nos ha pesado como una losa tanto. Poco a poco nos vamos desprendiendo de ello, pero todavía nos queda.

De hecho, vuelvo a lo mismo, si uno ve el canon, la entradas, los autores que se trabajan… en fin, Latinoamérica -aunque sea una falsa etiqueta ya que son muchos países- insisto, sigue estando ausente en su mayoría. Ahora mismo, por ejemplo, se han modificado aquí en la Comunidad Valenciana los autores que entran en las PAU, la antigua selectividad, y en la nueva reforma ya no hay ninguno latinoamericano, lo que es un síntoma más de otros muchos que hay. La mayoría de los alumnos cuando salen de los centros son analfabetos en lo que tiene que ver con América Latina y realmente es una lástima porque tenemos un tesoro maravilloso y una herramienta fantástica, que es la lengua, que nos permite acercarnos y disfrutarla.

SÍNTOMA II

Y sin embargo,
sólo recuerdo
esa tristumbre dura,
inexplicable,

siempre a punto de acontecer.

Certeza del colapso (Editorial Complutense, 2018). Premio Complutense de Literatura 2017.

mariagialma@gmail.comBibiana Collado: “Lo importante de la poesía es si me puedo ver reflejado en ella”