Revista Casa Mediterráneo

Coronel Pedro Sánchez Herráez: “El Sahel es la frontera sur de Europa y todo lo que sea contribuir a su estabilización redunda en beneficio de las sociedades a ambos lados de la misma”

en marzo 28, 2022

La nueva sesión del ciclo ‘Geoestrategia y el Mediterráneo’ dirige su mirada a una relevante zona en el tablero internacional: El Sahel, el flanco sur de Europa. El encuentro, que tendrá lugar el martes 29 de marzo a las 19 h. en Casa Mediterráneo y en su web casa-mediterraneo.es, contará con uno de los más destacados analistas de asuntos geopolíticos y estratégicos del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), el Coronel Pedro Sánchez Herráez, a quien acompañará el General en la Reserva Demetrio Muñoz. El encuentro profundizará en las causas de la inestabilidad que aqueja la zona del Sahel y su impacto en el espacio mediterráneo.

Coronel Pedro Sánchez Herráez

En el ámbito de mando de tropas, el Coronel Herráez ha estado destinado como Teniente, Capitán y Teniente Coronel en unidades de la Legión, como Coronel ha servido en el Regimiento Isabel la Católica en Pontevedra y ha participado en misiones internacionales en Bosnia, Albania y Kosovo. A ello suma su faceta de profesor en la Escuela de Guerra del Ejército de Tierra y del Instituto Universitario “General Gutiérrez Mellado”, así como de profesor asociado de la Universidad Complutense de Madrid. Colabora habitualmente con varias universidades, centros e instituciones repartidas por toda la geografía nacional. Es doctor en Paz y Seguridad Internacional por la UNED y autor de numerosos artículos y publicaciones. 

El Sahel es una zona del continente africano que limita al norte con el desierto del Sahara y al sur con la sabana sudanesa, constituyendo un lugar de transición entre ambos espacios. El Sahel abarca importantes áreas geográficas que engloban a Mauritania, Senegal, Malí, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Eritrea y Etiopía. Se caracteriza por ser una zona fronteriza, de gran tránsito y movilidad, con múltiples etnias e intereses, y también fuente de fricción.

En el año 2014 se creó el G5 Sahel, un marco de cooperación regional que incluye a Malí, Níger, Mauritania, Burkina Faso y Chad, países cuya estabilidad, por su situación limítrofe con el Magreb, afecta de forma significativa al Mediterráneo. A sus problemáticas internas en los planos políticos y socioeconómicos se añaden la inseguridad y la radicalización, así como los desafíos migratorios y medioambientales. Todas estas circunstancias plantean importantes retos para la zona mediterránea, frontera sur de Europa, y una respuesta coordinada de la Unión Europea encaminada a políticas de desarrollo y seguridad en el Sahel, necesaria para garantizar la paz y la prosperidad de ambas partes. Con el fin de ahondar en esta compleja realidad, mantuvimos una entrevista con el Coronel Pedro Sánchez Herráez.

¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrenta en la actualidad la zona del Sahel, especialmente en materia de seguridad y de terrorismo islámico?

Buenas tardes y muchas gracias por el interés mostrado hacia esta zona del planeta prioritaria para España y para la Unión Europea.

En efecto, la zona saheliana afronta una situación muy compleja, tanto por motivos exógenos como endógenos. Desde la caída de la Libia de Gadafi en el año 2011, el caos subsiguiente surgido en el país genera un flujo de armas y de desestabilización que se asienta, inicialmente, en el norte de Malí donde el terrorismo islámico pretende instaurar un califato, caos que avanza paulatinamente hacia el sur del país y que solo es contenido cuando el gobierno de Bamako hace un llamamiento a Francia y París envía, bajo esa petición, un fuerza militar (operación Serval) que evita la caída total de Malí y, siendo este el núcleo central de la región, del Sahel occidental en su conjunto.

El yihadismo se asienta paulatinamente en la zona norte del país, en un momento de gran expansión global de esta ideología radical (basta recordar cómo en el año 2014 se proclama el califato del Daesh en Siria e Irak), y va permeando en la heterogénea y compleja sociedad maliense y saheliana, aprovechando sus vulnerabilidades y sus diferendos  -especialmente las disputas étnicas- y desarrollando una narrativa de victimización y resarcimiento de agravios (reales o supuestos) que le permite ganar adeptos y un peso creciente como actor en toda la región.

Y si a eso se le suma que Malí y los países sahelianos no cuentan con economías boyantes, son Estados débiles y con escasas capacidades para, no ya controlar el territorio, sino hasta para tener presencia en el mismo y proporcionar un entramado adecuado de servicios sociales a sus ciudadanos, la fuerza de los hechos y de la narrativa yihadista gana enteros y posiciones en muchas áreas y espacios.

El terrorismo yihadista pretende destruir los Estados y las sociedades e instaurar un nuevo modelo, su modelo, basado en una visión radical y excluyente. Por tanto, constituye una amenaza a la seguridad en sentido pleno y en todos los órdenes de la vida.

Las misiones de la Unión Europea y de Naciones Unidas, la ayuda al desarrollo y humanitaria de la UE –que se puede cifrar en miles de millones de euros en la última década- son elementos esenciales para contribuir a la estabilización de la región, si bien la inmensidad de la tarea y de los desafíos a los que hacer frente puede hacer palidecer o no poner en su justa medida los resultados obtenidos.

La Unión Europea, y en su seno España, está realizando un importante esfuerzo en la zona, con dos misiones civiles, EUCAP Sahel Niger y EUCAP Sahel Mali, y una militar, EUTM; y un marco de cooperación en seguridad y desarrollo, la iniciativa G5 SAHEL. A ellas se suma la MINUSMA, la misión de Naciones Unidas en Malí. Algunas de estas misiones llevan años desplegadas, con una importante inversión económica y humana. ¿Qué balance haría de sus resultados?

Inicialmente, es necesario considerar el entorno en el que se desarrollan dichas misiones; por ejemplo, los países del Sahel G5 (Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger y Chad) tienen una superficie que en conjunto es unas 10 veces la de España, con miles de kilómetros de fronteras que en muchos casos no son más que líneas sobre la arena trazadas en un mapa, con una población de casi 90 millones de personas y que se duplica cada 20 años, y con un nivel de desarrollo económico muy precario y basado en la explotación directa de recursos naturales (agricultura, ganadería, caza, pesca, etc.) en un marco de cambio climático desaforado en la región. Y, frente a esa complejísima realidad, las capacidades de los Estados, tanto en el ámbito de la seguridad como en otros aspectos, son muy limitadas.

Por eso, las misiones de la Unión Europea y de Naciones Unidas, la ayuda al desarrollo y humanitaria de la UE –que se puede cifrar en miles de millones de euros en la última década- son elementos esenciales para contribuir a la estabilización de la región, si bien la inmensidad de la tarea y de los desafíos a los que hacer frente puede hacer palidecer o no poner en su justa medida los resultados obtenidos.

Todo es mejorable, todo es factible de ser optimizado, pero las acciones de la Unión Europea dirigidas a los pilares de seguridad, gobernanza y desarrollo económico y social han contribuido –y lo siguen haciendo-, cuanto menos, y pese a todas las narrativas adversas e interesadas, a que la situación no sea todavía mucho peor.

Y un Sahel, frontera sur de Europa en palabras del propio señor Borrell, un espacio que es un nodo de intercomunicación en África y desde África con Europa -pasando por el Magreb-, una zona clave como esa que estuviera sumida en el caos constituiría una pésima noticia no sólo para las gentes de esas tierras, sino también para los ciudadanos magrebíes y europeos.

Francia ha desempeñado un papel fundamental en la zona, con la que mantiene estrechos lazos, no exentos de tensiones. Recientemente, París anunció su retirada y la de otros países occidentales de Malí y la finalización de la fuerza especial Tabuka (grupo de trabajo militar europeo bajo mando francés con el objetivo asesorar, asistir y acompañar a las Fuerzas Armadas del país, que se integra en la operación Barkhane de lucha contra el terrorismo y los grupos insurgentes en la región). ¿Por qué Francia ha tomado esta decisión y qué consecuencias puede tener en materia de seguridad en la zona?

En el marco de la creciente narrativa de victimización y resarcimiento de agravios (reales o supuestos) que prende con facilidad en grandes bolsas de población con escasas esperanzas ante un futuro, cuanto menos, complejo, esa narrativa perfectamente instrumentalizada y alentada tanto por los grupos yihadistas como por potencias foráneas –el argumento de “nosotros no somos potencias coloniales” ya generaba dividendos geopolíticos desde la época de la Unión Soviética-, resulta sencillo, aunque paradójico a poco que se reflexione, cuestionar a aquellos que, cuando el país estaba a punto de caer en manos del yihadismo, fueron llamados para que con sus vidas y recursos protegieran a tu nación.

Ciertamente, la relación con la antigua potencia colonial siempre tiene luces y sombras, en este y en otros muchos casos; y siempre es posible, también, emplear esas sombras, por propios y extraños, en tiempos de cambio en beneficio propio. Francia anunció el año pasado la intención de reestructurar la operación Barkane -heredera de Serval, la que salvó Malí de caer en manos de los yihadistas-, minorando y redesplegando parte de sus efectivos e incorporando, como valor añadido, una misión de fuerzas de operaciones especiales que proporcionaría capacidades adicionales, buscando una mayor eficiencia en el esfuerzo realizado por París (es preciso recordar que cerca de medio centenar de soldados franceses han dado su vida sirviendo en los despliegues en Malí).

El cambio de la jefatura del gobierno en Bamako, el cuestionamiento que lleva aparejado cualquier cambio y un entorno geopolítico global cada vez más competitivo y disputado –con una presencia en la región de intensidad e intereses crecientes de Rusia y China, entre otros- generó una disputa y un cruce de declaraciones que fueron subiendo de tono, así como aparición de manifestaciones “anti” en las calles –en el marco de acciones que contribuyen a la narrativa anteriormente señalada- llegándose a un punto en el que, visto el aparente cuestionamiento de la nación anfitriona respecto de la fuerza francesa, París opta por su retirada de Malí y desplegar en los países vecinos. Ambas son decisiones lícitas de naciones soberanas, si bien complican el panorama.

La fuerza Barkane cuenta con más de 4.000 efectivos, con apoyo aéreo (aviones y drones), medios de inteligencia, capacidad de movimiento… y Takuba cuenta con las excelentes capacidades asociadas a las fuerzas de operaciones especiales. Evidentemente, se crea un vacío de seguridad que no resulta fácil de llenar, ni por número de efectivos ni por capacidades perdidas.

El Golpe de Estado acaecido en mayo de 2021 en Malí, ¿en qué situación ha dejado al país?

La región lleva tiempo siendo azotada por golpes de Estado en los últimos tiempos, actos que reflejan, de manera muy patente, la inestabilidad existente y el clamor de la población, -que en muchos casos apoya estos golpes, pensando que “un líder fuerte” podrá mejorar la seguridad del país-: el gobierno derrocado de Malí era fruto de otro golpe de Estado producido el año anterior; en Burkina Faso tuvo lugar de manera casi simultánea otro alzamiento militar… Entre otras consideraciones, la falta de seguridad y la real o aparente incapacidad de los gobiernos para hacer frente a la situación constituyen unos poderosos argumentos para estas acciones.

En el caso de Malí, por una parte, ante la negativa a nombrar un gobierno de transición para dar paso a elecciones y un gobierno civil –se argumenta la falta de seguridad para justificar dicha negativa-, las propias naciones africanas del entorno, agrupadas en la organización regional llamada CEDEAO (Comunidad Económica De Estados de África Occidental) han impuesto sanciones que incluyen duras medidas comerciales y financieras, lo cual está generando un agravamiento de las ya complicadas condiciones de vida de la población maliense.

Por otra parte, la mirada creciente del gobierno de Malí hacia Rusia –en este entorno global cada vez más enrarecido ante las últimas acciones de la potencia moscovita- y el (aparente) despliegue de la empresa Wagner en suelo maliense añaden una dificultad extra a la acción de la Comunidad Internacional, por lo que el panorama y la situación están empeorando, pese a los mensajes de éxitos y triunfos que se emiten de manera regular.

Se suele decir que el vacío geopolítico no existe, y cuando se abandona un espacio, otro tiende a ocuparlo. Y suele ser una verdad casi axiomática.

Como ha señalado, Rusia y China tienen una presencia cada vez más importante en la región, especialmente en Malí, con el supuesto despliegue de mercenarios de la compañía Wagner a las afueras del aeropuerto de Bamako o la instalación de fábricas chinas en la zona. Algunos de los países de la región son ricos en recursos naturales como el uranio y metales. ¿Si la Unión Europea abandona la zona, dejaría vía libre a estas dos superpotencias, con las consecuencias que ello puede conllevar en el actual escenario internacional?

Se suele decir que el vacío geopolítico no existe, y cuando se abandona un espacio, otro tiende a ocuparlo. Y suele ser una verdad casi axiomática. La “relativa” retirada de Estados Unidos de África y Oriente Medio durante los últimos años, al centrarse de manera creciente en Asia Pacífico, ha posibilitado que parte de ese espacio fuera ocupado por “viejas y nuevas potencias”: Rusia, China, Turquía, etc.

La Unión Europea, ese magnífico proyecto de unión y cohesión –y única manera de los países de Europa de poder competir en un mundo global- intenta ser un actor a escala mundial y con una agenda única –en ese sentido, recientemente se ha aprobado la llamada “brújula estratégica”-, y tener acción y presencia, especialmente, en sus espacios de interés. Y el Sahel es la frontera sur de Europa, y todo lo que sea –con unos límites- contribuir a la estabilización de las fronteras, redunda en beneficio de las sociedades a ambos lados de la misma. 

En un planeta en plena reconfiguración geopolítica, donde los actores globales o los que pretenden serlo maniobran para ocupar posiciones adecuadas, no hacerlo supone quedar rezagado o completamente fuera de juego, por lo que tus intereses y valores pasan a segundo o tercer plano frente a los de los actores relevantes. Y si encima es en “tu frontera”…

Adiestramiento a militares malienses en el marco de EUTM Mali – © Foto: Ministerio de Defensa español.

¿En qué consiste la participación de España en EUTM, de la que es su principal contribuyente y a la que aporta un contingente de unos 550 militares? ¿La retirada francesa de Malí puede amenazar la continuidad de la misión?

La EUTM Malí, misión de entrenamiento de la Unión Europea en Malí –pues ese es el significado de las siglas- se activa en el año 2013 tras la petición por carta del gobierno de Malí al Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad en diciembre del año 2012, todo ello habiendo emitido previamente el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la Resolución 2071, ante la situación de (in)seguridad existente en el país.

Como tal misión de entrenamiento, no es una “misión ejecutiva”, no se realizan acciones directas frente a terroristas o grupos de crimen organizado –salvo caso de autodefensa-, centrándose el esfuerzo en entrenar a las unidades del Ejército de Malí, no sólo en procedimientos de combate, sino también en cuestiones relativas a las leyes y usos de la guerra, derechos humanos… para lograr que las unidades militares del país sean parte de la solución al problema y no, como en algún caso aparentemente ha acontecido, parte del problema. Además, se asesora a todos los niveles a las Fuerzas Armadas de Malí, se mejora el nivel de enseñanza militar y se asesora y capacita al cuartel general de la Fuerza Conjunta Sahel G5, una iniciativa regional de seguridad.

Se trata, por tanto, de mejorar el nivel y los estándares de las Fuerzas Armadas de Malí, si bien, y como puede comprenderse, no es tarea ni fácil ni que se pueda hacer en unos pocos años. Y el trabajo de nuestros hombres y mujeres es reconocido no sólo por las Fuerzas Armadas Malienses, sino también por la población civil de Malí.

Obviamente, la presencia de las fuerzas francesas proporciona un cierto paraguas de seguridad a todo el país y, por ende, a las misiones desplegadas en el mismo. La pérdida de esas capacidades no es, obviamente, una buena noticia, si bien la continuidad de la misión EUTM Malí se encuentra ligada a múltiples factores, tanto políticos (decisiones de los gobiernos respectivos), como geopolíticos (consideración de la misión en el cada vez más complejo entorno global).

En el actual contexto, ¿cree que Argelia y Marruecos, como países que se encuentran dentro de la órbita rusa y estadounidense, respectivamente, podrían tratar de incrementar su influencian la zona?

Magreb y Sahel constituyen las dos orillas del mar de arena, el Sahara, mar que, igual que acontece con el Mediterráneo, no separa, sino que une. Por ello, lo que acontece en el Sahel tiene un impacto directo e inmediato en el Magreb, y viceversa. Basta recordar que el actual ciclo de desestabilización saheliana comenzó tras la caída de un país magrebí como es Libia.

Las dos potencias magrebíes, Marruecos y Argelia, no sólo tienen influencia en la zona –con la que comparten, además, frontera física y grupos étnicos regidos por un poderoso componente cuasi tribal que prima sobre el concepto de “ciudadanía”- sino que esta es creciente, como es creciente también el impacto que la inestabilidad saheliana tiene en el Magreb, siendo una de sus manifestaciones más patentes la migración irregular.

Un Sahel estabilizado contribuye de manera sobresaliente a un Magreb estabilizado, y a la inversa, al ser ambas orillas parte de la misma realidad, del mismo espacio geopolítico. Y, por tanto, ambas naciones pretenden incrementar su influencia en la orilla sur del gran desierto.

En eventual incremento de la influencia de Argelia y Marruecos en la zona, ¿qué impacto podría tener en la estabilidad del Sahel y el Magreb?

Si se trabaja activamente en aras de la mejora de la seguridad, de la gobernanza y del desarrollo económico y social, si se trabaja en el refuerzo de los pilares del ciclo de estabilización, el Sahel será más estable y, consecuentemente, también el Magreb.

Si se trasladan los diferendos existentes y se buscan nuevos espacios para librar las pugnas potencialmente pendientes o de nueva planta, sean propias o sean de países y potencias aliadas, la situación en el Sahel empeorará… y también en el Magreb y en Europa. 

En el nuevo escenario que se está dibujando en el Sahel, ¿hay indicios de que Europa vaya a tratar de convertirse en un actor estratégico, frente a las otras grandes potencias mundiales como Estados Unidos, Rusia y China, o puede perder influencia en la zona y por ende en el marco geopolítico mundial?

Los recientes acontecimientos que copan los espacios informativos, tanto en la frontera este de Europa como en la sur, ponen de manifiesto que Europa sólo puede seguir siendo tal, sólo puede consolidar esa idea primigenia de unidad nacida tras la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial -20 años después de otra Guerra Mundial, la Primera- si permanece cohesionada y, pese a las particularidades de las viejas naciones que la componen, existe fe en el proyecto y voluntad para ejecutarlo.

De otra manera Europa, ese modelo de éxito de seguridad, de estabilidad y de desarrollo económico, y todo ello con un profundo respeto a los valores humanos y a las libertades de todo tipo, desaparecerá sin duda, subsumido por otros modelos que si bien presentan ciertos éxitos económicos, o incluso securitarios, lo son a costa de una patente falta de libertad y de respeto a los derechos humanos.

Eso es lo que se juegan Europa y los europeos; e igual que costó, en sentido amplio, conseguir lo que tenemos, cuesta mantenerlo, y más cuesta y más costará mientras más intensos sean los riesgos y amenazas a los que debamos hacer frente. Y ya es patente para todos, basta ver un día cualquiera un “telediario” en cualquier cadena, para comprobar como esa “partida” se libra a escala global, se disputa incluso (también) en nuestra frontera sur…

De nosotros depende ser capaces de seguir decidiendo nuestro futuro o que otros decidan por nosotros. Y aunque, obviamente, hay un precio que pagar, la alternativa a no hacerlo es, sin duda, peor.

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