Éste es un comentario previo y guía de visionado a la sesión de debate del cine-club online de Casa Mediterráneo que se hará sobre este film el miércoles 25 de noviembre de 2020 a las 19 horas. Aviso importante: Las diez primeras personas que envíen un comentario o pregunta al WhatsApp de Casa Mediterraneo (638 779 301) durante la emisión en directo del coloquio, recibirán una suscripción gratuita de un mes a la plataforma de películas y series Filmin, que permite el libre acceso a todos los contenidos de la misma, salvo a los de alquiler individual Premium.
Por Luis López Belda.
Llegando clandestinamente de Túnez, el personaje de Samia nos persigue como una aparición. Se une así a los raros retratos cinematográficos de rostros individuales y únicos que encarnan el viaje de la inmigración y no de masas impersonales que constituyen más una idea o un tema que personas reales de carne y hueso. Después de sobrevivir a un naufragio, Samia termina en las costas europeas donde la lucha por la vida continúa.
Primero encuentra refugio con Imed, su compatriota que gradualmente también encarnará los fantasmas del pasado. El camino que emprende está, pues, plagado de los diversos retos que debe afrontar: encontrar su lugar en un nuevo territorio y emprender la búsqueda de una identidad renovada, pero también reconstruirse psicológicamente. Su renacimiento se acompaña así del duelo por haber sobrevivido y la necesaria liberación de demonios del pasado, como el espectro de este hermano islamista que se cierne como una amenaza esquiva durante toda la película.
Una de las razones por las que seleccioné este film para el cine-club mediterraneo en su nuevo formato online, es la presencia de la grandísima actriz de origen palestino, con ciudadanía israelí y francesa, Hiam Abbas que ahora empieza a ser conocida por el gran público por su papel, secundario pero importante, en la serie ganadora de los Emmy, “Sucession”, por cierto, altamente recomendable.

Abbas interpreta a Leïla, majestuosa dama burguesa, también de luto. El encuentro de las dos mujeres se produce en los giros y vueltas del inconsciente y sella así un vínculo intangible. Poco a poco, cada una baja los brazos para lograr un vínculo y armonía común que el personaje de Imed trastoca. La pareja luego da paso al trío, reviviendo el campo nublado del deseo, maravillosamente explorado por Raja Amari en su anterior “Satin Rouge”. Como en “La culpa de Voltaire”, la primera película de Abdellatif Kechiche -otro retrato inolvidable de un inmigrante-, toda la habilidad del guion consiste en relegar la cuestión social a un segundo plano para revelar mejor su violencia y contrarrestar la deriva de los medios de comunicación, que aprehenden la inmigración en su conjunto abstracto sin rostros humanos diferenciados.
Tras la primera secuencia realista, la cineasta explora un camino inesperado que nos lleva a las profundidades de lo íntimo y resalta el hecho de que cada experiencia de exilio es necesariamente única. El punto de vista subjetivo nos revela las obsesiones de Samia, pero también las fantasías de Leïla, desdibujando las fronteras de los géneros cinematográficos. Aquí es también donde se tejen los inquietantes vínculos carnales, entre atracción, desconfianza y repulsión que nos sumergen en esta vertiginosa ley del deseo. El dúo Samia y Leïla forma la base de la película, un eje resplandeciente e inquebrantable donde cada mujer abraza, en el reflejo de la otra, sus sueños y sus heridas.
Más que una historia de inmigrantes, la película examina la complejidad psicológica que impone la condición de exiliado en el pleno sentido del término: para Leïla, la necesidad de construirse un caparazón para protegerse contra una ruptura con una cultura que se adhiere a opciones de vida consideradas inaceptables en la sociedad de acogida; para Samia, la necesidad de utilizar la violencia contra Imed para garantizar su propia supervivencia; y para Imed, el imposible vaivén entre una comunidad de hermanos obsesionados por la religión y la tentación de los placeres carnales. Para lograr su transformación, por lo tanto, deben superar constantemente sus límites: los de las convenciones morales y sociales y los que ellos mismos se han impuesto para experimentar una apariencia de tranquilidad. Y esto es, sin duda, lo que las películas de Raja Amari exudan tan bien desde “Satin Rouge” hasta “Corps Etranger”, pasando por “Les Secrets”: constatar que una liberación del yugo social no se puede hacer sin una liberación de uno mismo y del propio cuerpo.
Es en las orillas del gran azul donde finalmente se unirán todas estas historias de exiliados: la de Samia, Leïla e Imed, pero también las de esas vidas sacrificadas que trágicamente siguen llenando el Mediterráneo.
La tercera película de la directora tunecina Raja Amari, responsable de la también muy interesante “Rojo Oriental” (2002) es, y una vez más, un manifiesto conmovedor a favor de la causa feminista. De hecho, un activismo discreto pero vigoroso subyace en la historia de una joven que abandonó su hogar, Túnez, bajo el yugo del fanatismo apenas contenido por las autoridades, para probar libremente su suerte en Francia. Por supuesto, esta odisea en una tierra prometida, poblada por vestigios machistas que quieren someter nuevamente al personaje principal a su papel de mujer dócil, no está exenta de dificultades. Pero, en lugar de optar por un miserabilismo social que ya ha lastrado a una serie de obras similares en los últimos años, el tono de la película cultiva una mezcla, no sin encanto, entre la creciente confianza del personaje femenino, por un lado, y un enigmático erotismo, por otro.
FICHA ARTÍSTICAPaís: Túnez. Título original: Corps étranger. Año: 2016. Dirección y guion: Raja Amari. Guión: Rebecca Cremona y David Grech. Duración: 96 minutos. Género: Drama. Música: Nicolas Becker. Fotografía: Chris Freilich. Intérpretes: Sarra Hannachi, Hiam Abbass, Salim Kechiouche, Marc Brunet, Majd Mastoura.
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