El suicidio es la primera causa de muerte no natural en España. De promedio, cada día se suicidan en nuestro país once personas, una de ellas de la Comunidad Valenciana. Cifras inaceptables que requieren abordar este fenómeno con firmeza, despojándolo del tabú que lo atenaza en la sociedad y que frena las medidas de prevención y tratamiento necesarias para atajarlo. En los últimos años además se está registrando un incremento de tentativas y de suicidios en la adolescencia, un hecho acentuado por la pandemia. Para la prevención, detección e intervención en caso de suicidio es muy importante la formación e información de la ciudadanía en general, así como de los profesionales de diversos ámbitos como el de la educación, en contacto directo con alumnado de primaria y secundaria.
Este suicidio sin ambages se abordará el próximo 24 de febrero a las 19 horas en Casa Mediterráneo a través del testimonio de una persona que lo conoce de primera mano y está llevando a cabo una magnífica labor para visibilizarlo y prevenirlo: Dolors López Alarcón, política, docente y escritora valenciana, autora de Te nombro, su primera novela, galardonada con el Premio Turia 2020 a la mejor contribución literaria. La obra, agotada en las librerías, vuelve ahora a reeditarse, alcanzado así su séptima edición, y será tratada en el encuentro ‘Escritoras y el Mediterráneo’, donde habrá ejemplares disponibles para el público asistente interesado en adquirirlo. El acto contará con las intervenciones de la propia Dolors López Alarcón, el director general de Casa Mediterráneo, Andrés Perelló, y la Consellera de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital, Josefina Bueno. Asimismo, el encuentro podrá seguirse en streaming a través del canal de YouTube de Casa Mediterráneo.
Basada en sus propias vivencias, mediante un relato de ficción, la autora alude a la muerte de su única hija, sobre cómo llega a aceptar sus sentimientos (tristeza, rabia, frustración y hasta agotamiento), el modo en que se obliga a cuidarse a ella misma y a quienes le acompañan. El libro pretende ayudar a otras personas que también lidian con la pérdida, compartiendo, rememorando y celebrando la vida vivida y la que queda por vivir. Te nombro además es un relato escrito con una sentida prosa poética, una oda a la resiliencia y a la empatía entre el que se va y el que se queda. La novela ha puesto al suicidio y a sus víctimas en la agenda pública, sacudiendo la capa de ostracismo que lo envuelve para que este sea tratado como un problema de salud pública que transciende el ámbito privado. Sobre el suicidio, los logros alcanzados y lo que queda por hacer, mantuvimos una entrevista con Dolors López Alarcón.
La autora es profesora de primaria, FPA (Formación para Personas Adultas) y valencià; y entre 1999 y 2011 fue consejera de Radio Televisión Valenciana. Además, ocupó la vicepresidencia y presidencia del Grupo de Mujeres de COPEAM (Conferencia Permanente del Audiovisual Mediterráneo). Forma parte del movimiento internacional de la Economía del Bien Común, ha sido líder sindical en la UGT y, también, formadora y orientadora dentro del ámbito empresarial impartiendo programas de formación a responsables de Recursos Humanos sobre acoso y mobbing laboral. Ha ejercido como asesora de igualdad en formación del profesorado dentro del CEFIRE Específico de Educación Inclusiva y actualmente es asesora de formación de la Conselleria de Educación.
Te nombro es un título que encierra gran significado. Lo que no se nombra no existe. ¿Cuándo se pierde a un hijo y además en unas circunstancias tan dramáticas como el suicidio, una de las cosas más difíciles es ser capaz de nombrar lo que ha sucedido?
Es justamente el motivo por el cual seguimos con unas tasas al alza brutales: el tabú. Es decir, ese es el primer escalón para conseguir eliminar o rebajar la tasa de suicidios: hablar de él, visibilizarlo. Por eso, una parte de ‘Te nombro’ tiene que ver con esa visibilización. Es un objetivo múltiple el que me lleva a escribir ‘Te nombro’: el primero, nombrar el suicidio; el segundo, nombrar a mi hija -como habrás podido comprobar, no aparece su nombre personal, porque preservo absolutamente y de una manera muy aguerrida su vida y su intimidad-, pero la nombro, como digo en el epílogo, en cada letra que dibujo. Nombro el suicidio, nombro a mi hija y nombro el dolor, el dolor de los que quedamos, eso que tampoco está nombrado. El dolor de los supervivientes es algo que permanece invisible totalmente.
El tabú que afecta al suicidio suele justificarse con el argumento de que hablar de ello puede inducir al contagio.
Si no hablar del suicidio consiguiera que este no se perpetuara, no continuara, habría disminuido, porque en los medios de comunicación hay un acuerdo tácito y explícito de no hablar del suicidio y, sin embargo, lejos de disminuir, la tasa de suicidios se ha ido incrementando. Entonces, no nombrar el suicidio de una manera adecuada no sólo no lo disminuye, sino que lo incrementa, porque incrementa el tabú. Ahora, eso sí, hay que nombrarlo adecuadamente, lo que significa con rigor, sin morbo, sin detalles, sino hablar de lo que significa este brutal hecho y de cómo conseguir ayuda, cómo distinguir cuándo estamos delante de un caso de ideación suicida. De eso no sólo se desprende una ayuda, sino la erradicación poco a poco del suicidio. Es decir, hablar adecuadamente salva vidas. No hablar adecuadamente en población vulnerable sí puede inducir a la rumiación del tema, precisamente por estar tratado de una manera absolutamente desaconsejada e inconveniente.
La OMS [Organización Mundial de la Salud] pide a los medios de comunicación que ayuden, que sean cómplices y hablen del suicidio, pero que lo hagan adecuadamente, porque informar de él no lo contagia, al contrario, salva vidas. Hablar adecuadamente del suicidio salva vidas. Creo que es algo fundamental que hay que contar siempre.
En una entrevista afirmó que quien se suicida no quiere morir, sino dejar de sufrir. Si se encuentra salida a ese sufrimiento ese final podría evitarse. A través del CEFIRE, usted ofrece formación al profesorado de cara a la prevención del suicidio en población joven. ¿Nos puede contar su experiencia?
Primero, comenzaré por recoger la reflexión que lanzas, que yo digo en cada charla. El que se suicida no quiere morir, quiere dejar de sufrir. Es importante decir que esto lo sabemos, lo sabe la OMS. Y lo sabemos porque las personas que han hecho tentativa, no han tenido resultado de muerte y después poco a poco han ido recuperándose nos han contado que no buscaban morir; lo que no podían soportar más era ese sufrimiento. Sabemos, de una manera fehaciente, que el que se suicida lo que quiere es aliviar ese sufrimiento. Con lo cual, si les ayudamos no van a querer morir, pero tenemos que ayudarles. Y ahí entra el segundo escalón.
El primero, decíamos que era visibilizar el suicidio, hablar adecuadamente de él. El segundo es formar a los profesionales que se puedan encarar a estos casos. El profesorado es mi ámbito y diseñé un plan de formación que estoy coordinando desde hace cuatro años para que este tenga las estrategias, primero para saber qué es y no es suicidio y, después, poder identificar las señales y conductas y poder ofrecer vías de ayuda, derivaciones adecuadas y estrategias de intervención. Yo dependo directamente, no del CEFIRE, sino de la Conselleria de Educación, como asesora de formación, pero en un inicio cuando diseñé este programa estaba en un CEFIRE, efectivamente. Esta formación la he ido extendiendo a los profesionales del Ayuntamiento de Valencia, de todo tipo, policías, bomberos, bienestar social… y de muchos más ayuntamientos que lo han ido solicitando, como el del Gandía, Quart de Poblet o Alcàsser. Todo el personal sanitario, educativo, de bienestar social que se enfrenta al sufrimiento de las personas debería tener un mínimo de formación para poder identificar cuándo hay conducta suicida y ofrecer vías de ayuda. Para eso ha de tener una formación mínima. Pienso que esto es fundamental.
La Conselleria de Educación tiene en marcha el programa ‘Somos imprescindibles’, mediante el cual, desde mediados de enero, un grupo de psicólogos está acudiendo a los institutos para impartir talleres entre los alumnos de segundo y cuarto de la ESO. ¿Cuál es su valoración de programas como este? ¿Son suficientes?
Nada es suficiente, pero es necesario. Este es otro escalón: el de intervenir con la población en riesgo. La Organización Mundial de la Salud ha identificado los grupos vulnerables y los grupos de alto riesgo. Los jóvenes son un grupo vulnerable porque la adolescencia en sí mismo es un período de vulnerabilidad. Entonces, distinguir una población diana a donde dirigir ese trabajo que ayude a las personas que están sufriendo, para poder gestionar emociones, encontrar vías y buscar ayuda, es fundamental. Eso no va a ser suficiente, peo es necesario. Hay más programas que se están poniendo en marcha.
Quiero comentar, por ejemplo, lo que están haciendo desde los centros, las buenas prácticas. En Valencia, desde la Diputación hace dos años se presentó “Suïcides: joves, parlem?” que ha llevado a los centros, con una guía didáctica, a poner en marcha un programa de gestión de emociones en el que se puede iniciar un trabajo que continúa entre el profesorado y el alumnado para poder afrontar esta terrible situación y otras. otra iniciativa es “… I també la Vida”, que surge a partir de un corto realizado por alumnos y profesores en un centro de Castelló de la Ribera. Se va comenzando a hacer cosas, pero eso es fruto, primero de esa sensibilidad respecto del suicidio y, después, de la formación. El profesorado ya formado va emprendiendo iniciativas que son el resultado de la interacción entre la realidad, el alumnado y ellos. Yo creo que esto es básico, algo que se va extendiendo y que nos va a permitir ir acercándonos a la disminución del número de suicidios.
En este momento recuerdo que se producen once suicidios de promedio al día en España, unas 4.000 personas al año, una barbaridad; eso es un pueblo entero que desaparece. Y cada día que se suicidan once personas, de promedio una de ellas o más es de la Comunidad Valenciana. Estas cifras nos sacarían a la calle cuando la etiqueta o el motivo fuera otro. Como el suicidio es un tabú, todavía no se saca a la calle, pero es algo que nos tiene que remover absolutamente. Yo respondí cuándo y como pude con ese primer paso de visibilizar y empezar un trabajo, porque creía que algo tenía que hacer con eso que la vida había hecho conmigo.
Desde el lanzamiento de Te nombro ha logrado poner el suicidio en la agenda pública. Entre sus logros se encuentra la formación de profesorado para identificar a personas susceptibles y contribuir a salvar vidas; la aparición en numerosos medios de comunicación; la comunicación del anuncio de la dotación de 100 millones de euros por parte del Gobierno para la prevención y el tratamiento de las enfermedades mentales en 2021, así como la puesta en marcha de un teléfono dedicado al suicidio. ¿Cómo se produjo este logro?
Tuve la ocasión de formar parte de la presentación de ese plan en Moncloa. Puedo decir que marcó un hito en el abordaje del suicidio y de la salud mental. Allí se anunció ese plan y además lo que había estado pidiendo junto con otras personas: el hecho de necesitar vías de urgencia para afrontarlo implicaba la creación y puesta en marcha de un teléfono de atención a la ciudadanía, el 024. En octubre de 2021 se presentó ese plan y en mayo de 2022, es decir, unos meses después anunciábamos -porque también tuve, en ese momento, la complicidad y la alegría de poder contar a la ciudadanía junto a la ministra de Sanidad Carolina Darias la puesta en marcha de este teléfono. Desde el 10 de mayo al 10 de octubre, en esos cinco meses, se recibieron 55.000 llamadas, de las que 2.000 ya fueron derivadas directamente al 112 y se intervino en más de 1.000 suicidios en curso. Por eso digo que fue la constatación desgraciada de que era absolutamente necesario este teléfono, junto con todo lo demás.
Antes mencionaba el hecho de que los familiares y amigos de quienes se suicidan quedan totalmente desamparados, sometidos también al silencio que envuelve este fenómeno. Su libro refleja esta situación y lanza el mensaje de que a pesar de que parezca imposible, se puede salir adelante.
La situación en la que quedamos las personas directamente vinculadas al suicidio ha sido identificada con un nombre por la Organización Mundial de la Salud: nos llaman supervivientes. Somos en torno a ocho personas por cada suicidio. Quedamos sin existencia, absolutamente olvidadas hasta ahora en la medicina, a nivel social, a todos los niveles, como si no existiéramos. Esta palabra, “supervivientes”, nos la atribuyó la OMS porque tras una serie de investigaciones pertinentes concluyeron que nuestro sufrimiento era lo más parecido al que tenían las personas que habían sobrevivido a un campo de concentración en el Holocausto. Cuando oí la explicación me saltaron las lágrimas y se me puso la piel de gallina porque pensé: Eso es, se han dado cuenta de la dimensión del dolor. Este duelo lo empezamos cuando podemos, porque las personas que hemos sufrido un suicidio en nuestro entorno más directo no entramos directamente en él, estamos en estado de shock. Cuando podemos, vamos entrando en duelo y este es diferente a cualquier otro. Lo dice la OMS y lo sentimos así, porque está precedido por el estigma. Hemos tenido que ocultar a la sociedad lo que nos había pasado, disimulándolo como un accidente u otra causa. Con lo cual, a ese desgarro profundo se añade la vergüenza, porque la sociedad nos dice: No lo cuentes.
Ese tránsito tan brutal, tan terrible, cuando puede ser tenido en cuenta por alguien, no sólo tu terapeuta, sino también tus amigos, tu familia, un entorno que te pueda ayudar a que sobrevivas físicamente incluso, poco a poco lo vas pudiendo elaborar. Si consigues entrar en contacto con personas que hayan sufrido lo mismo, te da la sensación, en primer lugar de que no eres la única, y eso te ayuda con el estigma, la soledad y el sufrimiento porque ves que otros han podido salir.
¿Cómo tener esperanza en poder salir? Pues básicamente teniendo un grupo que te cuenta que ellos han podido, que te ayuda a elaborar los cumpleaños de su nacimiento y de su muerte, las navidades… esos momentos tan terribles, tan lacerantes. Eso que puedes vivir en un grupo, donde puedes expresar lo que sientes, sin temor a ser juzgada, sintiendo la complicidad y el asentimiento porque lo reconocen las personas que han sufrido lo mismo, ayuda.
En el libro hace mención expresa a Ángel Gabilondo, actual Defensor del Pueblo, y al director general de Casa Mediterráneo, Andrés Perelló. ¿Qué ha querido agradecerles?
Fueron importantísimos. En una ocasión me acerqué a Ángel Gabilondo y le comenté que un capítulo de su obra ‘Contigo’ me había permitido comenzar el duelo. El capítulo ‘Sin ti’, en el que se enfrenta a la muerte de un ser querido, me permitió de alguna manera conectar con la realidad brutal, salir del estado de shock y poder entrar en duelo. A partir de ahí iniciamos conversaciones y cuando el libro estuvo listo le pedí que participara en la presentación, con una reseña o de cualquier otra manera y con toda la generosidad me dijo que quería presentarlo. Estuvo conmigo y con Andrés Perelló en esa primera presentación en el Paraninfo de la Universidad de Valencia en diciembre de 2018. Al cabo de unos meses, Ángel Gabilondo volvió a presentar el libro en Madrid.
Por su parte, mi relación con Andrés Perelló viene de muy lejos. Nos une una amistad auténtica y sincera, de la que me siento absolutamente agradecida. Hemos trabajado juntos en el área del audiovisual. Yo era consejera de Radio Televisión Valenciana y él coordinaba la Comisión en las Cortes. Hemos estado durante años trabajando y trabando una amistad estupenda. A partir de ahí en el momento en el que ocurrió la brutalidad del hecho del suicidio de mi hija, él fue una de las pocas personas con las que me apetecía hablar o estar. Y como él dijo en esa primera presentación, cuando se imponía el silencio mientras estábamos tomándonos un té, hablaban las cucharillas. Andrés conoció el libro antes de que se publicara y, por supuesto, hay un capítulo que habla de él. Ese capítulo reconozco y agradezco su presencia en mi vida sin apartarse en ese tiempo. Y en ningún momento ha dejado de estar conmigo, ni de apoyar mi proyecto de visibilizar el suicidio con este libro y todas las acciones posteriores que he ido llevando adelante. Su apoyo y su compañía han estado ahí siempre.
Su novela está ambientada en Egipto. ¿Por qué este escenario y qué importancia tienen los viajes en su vida, en su doble vertiente exterior e interior?
Los viajes son unas realidades transversales que me han acompañado siempre. He necesitado viajar para conectarme conmigo misma, para separarme del quehacer diario y poder retomar mis parámetros, conectar con lo más profundo. Los viajes son fundamentales. Mi vida es una relación de viajes que van antes, durante o después de momentos o circunstancias importantes. El hecho de ser Egipto no es baladí. Egipto, además de formar parte de este maravilloso entorno del Mediterráneo, de la metáfora de vida que constituye, tiene unos vasos comunicantes entre toda la especie humana, de cómo sentimos las cosas. Y ese enfrentamiento a la muerte, esa manera de poder pensar la vida es algo que siempre me fascinó. En el viaje a Egipto, que contiene muchas referencias que se nota que son vividas, que son auténticas, hay una canción que se desliza por todo este tiempo y que tiene que ver con esa forma de ser nuestra, diferente de cada cultura. Egipto tiene una connotación muy propia, muy genuina, con esa diferente manera de sentir y de ser hombre o mujer en el Mediterráneo.