A las puertas de las fiestas navideñas más insólitas, son muchas las incógnitas que se ciernen sobre la mente de las personas, con la imposición de restricciones a la movilidad y limitaciones a las reuniones sociales para evitar un repunte de los contagios. Con el fin de analizar cómo será esta Navidad en tiempos de Covid y la forma de afrontarla de la mejor manera posible, Casa Mediterráneo ha organizado un encuentro virtual con Fernando Botella el próximo 15 de diciembre a las 19 horas, dentro del ciclo ‘Psicología mediterránea’ moderado por la psicóloga Úrsula Perona que podrá seguirse en la web de la institución diplomática.
De forma previa al evento, mantuvimos una charla con Fernando Botella, fundador y CEO de think&action, empresa dedicada a la consultoría estratégica, a la formación en habilidades profesionales y comerciales para directivos y ejecutivos. Botella colabora en revistas del mundo del management y de recursos humanos, y en diarios de tirada nacional como El País, La Razón, Expansión o Cinco Días. Además, es autor de ocho libros: Basicoterapia; La Fuerza de la Ilusión, junto al mago Jorge Blass; ¡Atrévete! con prólogo de Toni Nadal; Tu cerebro lo es todo, un libro coral; Cómprame y Vende, otro libro multiautor; El factor H; Bienvenidos a la Revolución 4.0; y ¿Cómo entrenar la mente?. También ha dirigido la edición del libro Felices por Narices, de la Fundación Theodora.
Las Navidades son fechas que a algunas personas les provocan sentimientos de tristeza, soledad o frustración. ¿Estas Navidades tan atípicas qué efectos psicológicos pueden acarrear a la sociedad?
Creo que hay tres efectos psicológicos fundamentales, pero hay algo que quiero aclarar de antemano y es que son absolutamente normales. Lo que hay que hacer es naturalizar o de alguna forma “normalizar” la situación, comprendiendo que cualquier emoción hay que recibirla con los brazos abiertos. Esas emociones son también la tristeza, la rabia cuando sea necesario, etc. Esto es muy importante comprenderlo, porque si no vamos a estar luchando contra algo que sale de dentro a fuera de nosotros y lo único a lo que nos va a llevar es a sentirnos peor, no mejor. Es interesante dejar que fluyan las emociones, incluso aunque estemos en Navidad. Aquellas personas que han perdido a un familiar a causa del virus este año, de forma inesperada, es normal que estas fiestas las vivan desde la tristeza.
Desde ahí, de la pregunta que me haces surgen tres dianas fundamentales que provocarán previsiblemente efectos psicológicos en la población en general, incluso en aquellas personas que no han tenido real ni directamente un problema derivado del Covid o de otros temas relacionados subproducto del Covid, como pueda ser la pérdida del trabajo, de patrimonio, económica… Uno de esos efectos psicológicos es el sentido de pérdida, de personas, de vuelta atrás, y es el que provoca en los seres humanos la mayor tristeza, incluso aunque no sea real, sino imaginada, pero se produce por contagio y es absolutamente normal. Hay que estar atento a ese sentimiento.
El segundo tiene que ver con una conexión excesiva con el pasado. El querer volver a esa situación que era normal hace un año, en las Navidades del año 19 estábamos celebrando un 2020 del que no imaginábamos lo que iba a pasar y en nuestra mente querríamos volver allí. Entonces, aparece una añoranza. Ojo, es bueno estar relacionado con el pasado, yo no digo que no estemos orgullosos de él, pero claro el exceso de pasado lo que provoca es una relación irreal con lo que ahora está ocurriendo. Y eso genera un conflicto mental importante, porque nunca posiblemente vuelvan a ser las relaciones entre las personas, la organización de la sociedad, los modos de entender el trabajo… como antes de 2019. Es verdad que recuperaremos muchas cosas cuando la vacuna haya hecho su trabajo y estemos todos bien, pero nunca será igual. Habremos avanzado a otro nivel. Por lo tanto, vivir ahora, y en concreto en Navidad, con ese exceso de añoranza del pasado va a ser una de las emociones más poderosas, junto con el sentido de pérdida.
Y el tercero es una previsión negativa del futuro, es decir, pensar que en el año 2021 todo va a seguir igual, que esto no va a haber quien lo acabe, que hasta 2023 no habrá recuperación económica ni social, que esto además de una pandemia es una “sandemia”, un conflicto social, no sólo de salud. Creo que esos tres elementos fundamentales provocan en el ser humano una rumiación de ideas, de darle muchas vueltas para llegar siempre al mismo lugar, generando una situación de incomodidad, de molestia, de inseguridad.
Dicho esto, mi visión no es negativa porque éstos son los tres conflictos emocionales fundamentales que vamos a tener, que luego se desarrollarán en emociones de todo tipo. En realidad, si tenemos una visión positiva de conjunto a pesar de comprender la realidad tal como es, creo que las personas tenemos motivo, en cualquier caso siempre, para estar agradecidas y para intentar en Navidad también “celebrar” que estamos aquí, que van a llegar cambios, que vamos a aprender de todo esto que está ocurriendo y vamos a salir fortalecidos.
La actual forma de vida provocada por la pandemia genera muchas incertidumbres. ¿Cómo se puede manejar la incertidumbre sin caer en anticipaciones negativas?

Fernando Botella
Yo soy muy partidario de una corriente en relación al tema de la incertidumbre que lo que apoya es la idea de no luchar contra ella, es decir, de no gestionarla, porque entonces le damos más importancia y ella se hace más grande. Con lo cual tengo otra visión de cómo relacionarnos con la incertidumbre; lo trabajo en grandes compañías con directivos, que es a lo que me dedico. Porque, en realidad ¿qué empresario o empresa no ha experimentado un proceso de incertidumbre a lo largo de toda su vida? Ahora tenemos el caso del Covid, pero hemos pasado muchas crisis y circunstancias adversas.
Cualquier mente emprendedora en cualquier entorno personal o profesional va a tener que vivir con la incertidumbre. De hecho, me hago la siguiente pregunta: ¿Cuándo nuestra vida no ha sido incierta? ¿Alguna vez nos fuimos a dormir sabiendo que nos íbamos a levantar con seguridad al día siguiente? ¿En qué momento la vida la hemos considerado, sólo por la educación, como absolutamente segura y estable? La vida por el hecho de ser vida -todo lo que está vivo está en movimiento- no es cierta, ni segura, ni estable. Eso es una ilusión mental. Entonces, es importante no seguir luchando contra la incertidumbre porque ésta es lo natural. Otra cosa diferente es qué opciones, qué alternativas tengo para vivir en entornos de incertidumbre esperada o no esperada. Hay una incertidumbre normal que es la natural de estar vivo y otra la que los expertos llaman “los cines negros”, que es cuando te llega un virus o algo que personal o socialmente te provoca una convulsión absolutamente inesperada dentro de que tu entorno ya es de por sí incierto. Esto lo que hace es incrementar la incertidumbre de una forma descontrolada.
Cuando llegan esos momentos, la forma de relacionarse con la incertidumbre que yo siempre propongo va en la línea de lo que decía Emmanuel Kant: La inteligencia en el ser humano tiene que ver menos con la habilidad cognitiva que con la capacidad de relacionarse con la incertidumbre. Lo que sugiero en esos momentos es mucho vivir el presente. Y no sólo por la famosa frase del “aquí y ahora”, sino porque realmente lo que tenemos es donde estamos, con lo que estamos, con quiénes estamos. Creo que la mejor forma de “enfrentarse” o mejor dicho vivir en un entorno incierto es sacarle partido al momento. Si no quieres decir al presente porque es una palabra mucho más grande en términos de lo que representa, sí a los pequeños momentos, a lo cotidiano, a lo que te aporta valor, a lo que te hace feliz, a lo que te conecta con los demás y con lo que más quieres, y más en estos días de Navidad. Creo que si somos capaces de poner nuestra mente en ese momento precioso que llamamos presente, verdaderamente estaremos mucho mejor en esos entornos de incertidumbre que no podemos cambiar y que hay que aceptar. Pero no nos resignaremos a ella, estaremos aceptando esa incertidumbre y desde ahí nos haremos la pregunta más mágica que hay en mi opinión y es: Qué sí puedo hacer sabiendo que es esto lo que está pasando y no lo puedo cambiar.
Hay una frase célebre de Winston Churchill que dice: “Pasé más de la mitad de mi vida preocupándome por cosas que jamás iban a ocurrir.” Una reflexión que nos incita a no perder el tiempo anticipándonos al futuro.
En mi último libro “Cómo entrenar la mente” contaba precisamente una historia similar, del famoso poeta argentino Jorge Luis Borges, que vivió la última parte de su vida en Ginebra. Era muy amigo del prelado de la Catedral, con quien jugaba todas las tardes al dominó. Borges era un ateo absoluto y en un momento determinado cuando estaba a punto de morirse llamó a su amigo el prelado y le dijo que quería confesarse porque deseaba que la humanidad supiera que él no había sido feliz y sobre todo que supiera el por qué. Y le dijo al prelado: “No he sido feliz porque me he pasado la vida preocupándome por lo que nunca me ha sucedido”. Lo que yo venía a decir es que cuando tú cambias esa preocupación, que por otra parte es lógica porque tenemos un cerebro biológicamente pesimista, por ocuparte con lo que te está pasando en este momento y estás disfrutando, ésa es la herramienta mejor probablemente que tenemos en nuestra mente y que debemos entrenar para vivir en entornos de incertidumbre. Sobre todo tenemos que normalizar la incertidumbre, la incertidumbre es lo natural y lo natural es incierto, la vida es incierta. Ésa es la clave, entender que la vida es incierta y que eso es lo natural.
¿Qué alternativas a las reuniones, las fiestas y los eventos multitudinarios podemos adoptar durante estas Navidades para adaptarnos a la nueva situación y disfrutarla?
Aquí hago un par de recomendaciones, fuera de las que normalmente todos nos hacemos como no dejar de conectar aunque sea por vía telemática, aprovechando la tecnología, las llamadas diarias a familiares de cierta edad; al margen de todo eso, que obviamente recomiendo, creo que hay dos recomendaciones fundamentales. Una, aprender esta Navidad, que además nos sirve para nuestra vida, a vivir con lo más cercano y con nosotros mismos. Es otra forma de entender la Navidad. Quizás no es la que hemos elegido nosotros, porque hemos escogido la fiesta, salir a la calle, las comidas, cenas y reuniones multitudinarias con amigos que no vemos el resto del año o poco, con familias que se juntan de varios núcleos familiares, etc. Es verdad que eso lo hemos elegido y volverá, y aplaudimos que vuelva.
Pero este año es un momento también muy importante para, dadas las circunstancias y comprendiendo el entorno, vivir la Navidad desde la familia más cercana, desde las personas con las que convives pero que muchas veces no vives. Parece lo mismo pero no lo es. No estamos sacando partido a grandes conversaciones, bonitas y profundas, a encontrar la Navidad desde la relación más íntima y ahí incluyo la relación con uno mismo. Creo que es una opción por la que hay que apostar este año, hay que vivirla y disfrutarla. Es una vez en la vida quizás para la mayor parte de la gente, por suerte, y creo que hay que sacarle partido porque nos va a proporcionar enseñanzas para el futuro, va a hacer que éste sea diferente, va a propiciar que las Navidades del año que viene, en las que ya podremos juntarnos casi con total seguridad, a lo mejor decidamos algunos de esos días regresar a nuestro interior, a la vida más cercana, porque habremos tenido también esta experiencia positiva aunque no la hayamos elegido personalmente.
Y lo segundo es continuar con la fiesta, quiero decir, continuar celebrando y brindando, cantando villancicos, encendiendo tu árbol, no retirarse de la realidad que has vivido otras veces porque el entorno esté afectado por las circunstancias del Covid. Creo que es posible que ambas cosas convivan, la intimidad con la celebración. Es la forma de vivir unas Navidades diferentes pero que pueden ser también preciosas.
¿Puede ayudar a sobrellevar esta situación el pensamiento de que se trata de algo transitorio?
Sí, creo que es bueno y ayuda el verlo como algo transitorio, como que estamos en un túnel que tiene salida, que no está cortado, del que saldremos y volverá la luz. Y que detrás de las nubes siempre está el sol, todo esto es cierto, pero yo haría un matiz: que cuando salgamos lo hagamos con aprendizajes que traigamos de esta situación y que nos permitan ser diferentes, porque no pasa nada por evolucionar. Este virus es malvado, es canalla, nos ha hecho mucho daño, hay que saberlo y conectar con esa realidad, pero al mismo tiempo y aunque no nos guste también nos ha dejado aprendizajes, formas nuevas de relacionarnos, de entender el entorno, de quitarle peso a lo que no lo tiene pero a lo que antes le dábamos excesiva importancia… Aprendamos de todo eso también para que el tránsito al futuro venga cargado de nuevas enseñanzas, que el virus sea un acelerador positivo, no sólo negativo de las relaciones humanas.