Revista Casa Mediterráneo

General Demetrio Muñoz: “En la Guerra de Bosnia más de veinte militares españoles se dejaron la vida”

en enero 30, 2019

El General de Brigada Demetrio Muñoz, Jefe del Mando de Operaciones Especiales (MOE) del Ejército de Tierra, con sede en Alicante, vivió en primera persona la Guerra de Bosnia-Herzegovina al ser enviado en 1992, al frente de la Legión en el seno de la Agrupación Málaga, bajo el mando de la ONU, con la peligrosa misión de abrir el llamado “Corredor de la Muerte” para permitir la llegada de ayuda humanitaria a la sitiada Sarajevo.

Una misión extremadamente dura y arriesgada en la que los militares españoles se jugaron la vida, demostrando una impecable profesionalidad y calidad humana. El General Demetrio Muñoz contó algunas de sus vivencias en esta guerra fratricida en una charla organizada por Casa Mediterráneo el pasado 25 de enero, bajo el título “La Europa olvidada: Los Balcanes 25 años después”.

¿Cómo comenzó su experiencia en la guerra de los Balcanes?

Corría el año 1992 y estando en la Legión de pronto nos llegó la orden de desplegarnos en Bosnia. Esto ocasionó un gran revuelo porque hay que entender que en concreto la Legión, aunque en general el Ejército español, era una tropa de guarnición y de repente se presentó la oportunidad de colaborar con la comunidad internacional en una misión que se antojaba difícil desde la distancia. Además recuerdo que el despliegue fue bastante laborioso. Nos tocaba abrir el llamado “Corredor de la Muerte”, una ruta que discurría entre Metkovic y Jablanica para que los convoyes de ayuda humanitaria lograran entrar en Sarajevo, que en aquel momento estaba sitiado. Tras unos meses de preparación, en noviembre de 1992 embarcamos en un buque de la Armada, que desplegó allí la Agrupación Málaga, en base a unidades de la Legión, fundamentalmente de Ronda, pero también de Fuerteventura y Melilla.

Fue una experiencia dura. Era la primera vez que salíamos a un tipo de misiones en la que no teníamos el control y que exigía hacer cosas a las que no estábamos acostumbrados. Dura también porque nos puso en contacto con una guerra civil. Todos somos nietos de alguien que vivió la contienda española, pero una cosa es oírlo y otra muy distinta verlo. Ver cómo un país que era próspero se estaba destruyendo día a día. En la zona de Mostar, las luchas en aquel momento se producían entre musulmanes y croatas contra serbios. Asistir al sufrimiento de la gente, de los refugiados y de familias sin hogar, con frecuencia sin futuro y sin esperanza, supuso un fuerte golpe.

¿En qué consistía exactamente su misión?

Nuestra misión principal consistía en recoger convoyes de ayuda humanitaria y escoltarlos hasta que entraran en Sarajevo. Hacíamos la escolta física en una carretera, nos bombardeaban, había muchos checkpoints (puntos de control)… Era una guerra de todos contra todos y al final había pocos miramientos incluso con la ayuda humanitaria, porque para los combatientes ésta podía ir a parar a quienes eran presuntos enemigos.

Charla sobre los Balcanes, de izquierda a derecha: Javier Hergueta, Demetrio Muñoz, Sonia Marco (moderadora) e Iván Esquiva – © María Gilabert / Revista Casa Mediterráneo

Durante un conflicto armado, según el Derecho Internacional Humanitario, la ayuda humanitaria debería respetarse…

Sí, pero al final aquello era la guerra y te encontrabas con que te paraban un convoy, de repente te empezaban a bombardear y surgían muchísimas dificultades. Así pasamos prácticamente los seis meses de la misión, recorriendo miles de kilómetros, abriendo chekpoints, pasos -muchos puentes estaban destruidos y hubo mucho trabajo de ingeniería para restaurarlos con el fin de que pudieran permitir el paso de los vehículos-, rutas campo a través para poder acceder a Sarajevo fuera de los caminos minados,… y tuvimos muchos accidentes. En mi agrupación no, pero, por desgracia, en la siguiente ya hubo muertos. Hay que recordar que en Bosnia 21 militares españoles y un intérprete se dejaron la vida en las sucesivas agrupaciones.

Al final, creo que dejamos allí muy buen sabor de boca, porque la implicación de todos los españoles, ya fueran militares o civiles, en este tipo de operaciones y de misiones fue enorme. Tenemos el corazón muy grande, esas situaciones nos conmueven y hacen aflorar el espíritu solidario. Recuerdo momentos de mucha entrega, de gran dureza, de profundo sufrimiento y también de enorme agradecimiento por la ayuda que prestamos.

Tengo entendido que los soldados españoles incluso daban su propia comida a la población local.

Sí. Cuando salíamos, al principio realizábamos unas rutas muy prolongadas, de unas 20 horas. Llevábamos raciones de provisión y cuando parábamos en la zona de Metkovic y de Jablanitza, donde había muchos refugiados, era normal que la gente se acercara a los vehículos y pidiera algo. Conservo en la memoria que por mucho que diéramos la orden a los soldados de que tenían que alimentarse, daban sus bolsas con toda la provisión de alimentos y llegábamos todos desmayados al cuartel. Cuando veían llegar a los españoles era como si esperaran a Papá Noel. Es algo que forma parte del carácter español, muy generoso en general.

Una vez que terminó la guerra, ¿ha regresado a la región de los Balcanes?

Sí, después estuve mucho tiempo ligado al apoyo logístico y volví en sucesivas ocasiones, desde 1996 hasta 2004, tanto a Bosnia como a Kosovo y pude ver su evolución. Aunque la situación va mejorando, todavía hay determinadas heridas que no han logrado cerrarse y tendrán que pasar muchos años para que la sociedad asuma lo que ocurrió, de alguna manera pase página y siga adelante sin que el pasado siga teniendo un peso tan importante en el día a día.

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