Revista Casa Mediterráneo

Guillermo Altares, periodista de El País: “Sería inconcebible pensar en ningún país europeo sin el peso de la cultura mediterránea”

en octubre 14, 2020

La crisis económica que sacudió a los medios de comunicación en los años previos a la actual pandemia hizo mella en las redacciones de los periódicos, que además tuvieron que enfrentarse a la pérdida de lectores que dejaron de comprar diarios para pasarse a la gratuidad de las publicaciones online. Ante este panorama, la prensa española tiene ante sí el desafío de rescatar a esos lectores mediante el pago de sus contenidos digitales, una fórmula que está funcionando en Estados Unidos donde se ha conseguido que se valore la calidad y profesionalidad de las informaciones.

Con el fin de analizar cuál es la situación de la prensa española a la vista de las circunstancias que atraviesa el país y el mundo, mantuvimos una entrevista con Guillermo Altares, editorialista de El País desde 2018, que fue redactor jefe de Internacional (2011-2014), redactor jefe de Elpais.com y de los suplementos Ideas (2016-2018) y Babelia (2007-2010), donde dirigió la renovación de la revista. De forma previa, Altares fue redactor de cine (1998-2001) y reportero de la sección de Internacional, cubriendo importantes acontecimientos como la caída de los talibanes en Afganistán en 2001, la posguerra de Irak en 2003, la guerra de Israel contra Líbano en 2006 o o los atentados yihadistas en París.

Desde 2016 colabora en La Cultureta de Onda Cero. Es autor de los libros Esto es un infierno. Los personajes del cine bélico (1999), Una lección olvidada. Viajes por la historia de Europa (Tusquets, 2018), con el que recibió el Premio al mejor ensayo del año por la Asociación de Librerías de Madrid en 2019 y ha colaborado en el ensayo colectivo Imágenes del mal (2003).

Guillermo Altares se suma a la programación online de Casa Mediterráneo mediante su participación el 14 de octubre a las 11:00 horas en el ciclo Periodistas y el Mediterráneo en colaboración con la Universidad Miguel Hernández, en una sesión moderada por la periodista Sonia Marco. El encuentro está disponible en formato de redifusión en el canal de YouTube de Casa Mediterráneo.

Cuando cubrió acontecimientos internacionales como la caída de los talibanes en Afganistán, la posguerra en Irak o la guerra entre Israel y El Líbano, ¿los medios españoles escatimaban a la hora de mandar enviados especiales o corresponsales al lugar de la noticia? 

No, en aquella época no. En primer lugar, las noticias tenían una dimensión gigantesca. El 11-S, aunque parece que se nos ha olvidado con la cantidad de cosas que han ocurrido desde entonces, fue como la sensación de Pearl Harbour para Estados Unidos, un atentado que cambió el mundo. En aquella época había menos freelance que ahora, porque ocurría una gran diferencia, entonces Internet todavía estaba prácticamente en pañales fuera de Europa y era muy caro transmitir; transmitíamos por satélite y eso era una complicación adicional para los freelance. Todas las televisiones generalistas enviaban enviados especiales, los periódicos a cascoporro… En Irak yo hice el relevo de quienes cubrieron la guerra y estuvimos haciéndolo hasta que fue demasiado peligroso ir. Así estuvimos dos o tres años. Y en El Líbano cubrí la guerra, me dieron el relevo, a esa persona también y a la siguiente. Eran coberturas muy ambiciosas, también es verdad que era antes de la crisis de los periódicos, una época en la que estos tenían muchísimos lectores y estaban bastante saneados económicamente.

La crisis económica que arrastró a la prensa trajo consigo drásticos recortes en las redacciones. ¿La sección internacional sufrió especialmente estas limitaciones?

Nosotros nunca dejamos de ir a los sitios, ni tampoco El País ha reducido el número de corresponsalías. Es más, en aquella época se amplió de manera bastante importante la edición de América. Depende del modelo de periódico. Creo que es verdad que otros diarios recortaron mucho en esa sección. Nosotros lo hicimos en muchas cosas, pero las coberturas internacionales siguieron siendo muy extensas. Sí que hay una diferencia entre la Guerra de Siria, la de Irak y la de Afganistán, y es que llegó un momento en que a Siria no se podía ir. Cuando había tres periodistas españoles secuestrados, yo en aquella época era redactor jefe de internacional y ahí sí que tomamos la decisión de no contratar freelance en Siria ni de ir nosotros.

Evidentemente hubo recortes, problemas, un ERE… pero las coberturas internacionales se mantuvieron. Quizás se viajaba menos a hacer un súper gran reportaje para el semanal, pero las grandes coberturas se conservaron, como las de las elecciones americanas o los atentados. No recuerdo un gran acontecimiento en el que no hayamos estado.

Bill Keller, director histórico del New York Times y uno de mis periodistas favoritos, dijo que el desafío de su generación era volver a meter el genio de la gratuidad en la botella.

La gratuidad de muchos medios online han quitado lectores a los diarios de papel. Sin embargo, en Estados Unidos algunas cabeceras importantes han sabido conservar a sus lectores mediante las suscripciones de pago, haciéndoles entender que hay que pagar por la información de calidad.  

Sí, hay un director histórico del New York Times, Bill Keller, uno de mis periodistas favoritos, que dijo que el desafío de su generación era volver a meter el genio de la gratuidad en la botella. En Estados Unidos empezó a ocurrir hace diez años, cuando el New York Times comenzó a cobrar por sus contenidos, de modo que se acabó el todo gratis, y ahora mismo prácticamente todos los medios cobran, menos The Guardian, que es un medio inglés aunque con una edición americana muy importante. En The Guardian puedes leer sin pagar, pero te saltan siete mil banners que te dicen: “Si te gusta The Guardian, ayúdanos”. En España es un fenómeno que ha llegado en el último año; en El País con muy buenos resultados, en El Mundo, en La Vanguardia que creo que va a empezar esta semana o la que viene, El Confidencial… Digamos que el escenario de cobrar ya ha llegado a la prensa española.

Guillermo Altares el pasado verano en Segovia.

¿Requiere su tiempo que para que los medios online de pago cuajen entre los lectores españoles?

Bueno, es una apuesta arriesgada porque bajas mucho en lectores, pero creo que ahora mismo hay una especie de acuerdo internacional según el cual no hay otra manera de financiar un gran periódico si no es pagando por los contenidos que ofrece. Entonces, prácticamente todos los grandes periódicos del mundo están en cobro o se van a pasar a él y casi todos con buenos resultados. Por ejemplo, Le Monde en Francia es de pago y le está yendo bastante bien. Al final la gente paga. En eso, en cierta medida, nos han ayudado de manera indirecta las plataformas de televisión. Tengo 52 años y durante gran parte de mi vida la televisión era gratis, se empezó a cobrar por el fútbol y al principio se produjo un gran escándalo, hasta que todo el mundo se acostumbró a que el fútbol era de pago. Hubo cierto alboroto cuando nació Canal +, que fue la primera cadena de pago, y ahora vivimos en un ecosistema en el que todos estamos acostumbrados a que hay que pagar por Netflix, por HBO, por las series buenas. Eso mismo creo que ha llegado ya a los periódicos y está funcionando. Es muy interesante porque la gente está respondiendo y los lectores entienden que el gratis total ya es imposible.

Creo que a la gente le sigue interesando muchísimo la información relacionada con la pandemia, porque nos va la vida en ello, en sentido literal.

Las noticias sobre la pandemia mundial parece que están eclipsando a otros temas. ¿Percibe cierto cansancio entre los lectores sobre tantas noticias centradas en el Covid-19? ¿Estas informaciones están quitando espacio a otras que también merecerían estar en la agenda de los medios?

Si miras lo más visto en El País casi siempre hay alguna noticia relacionada con la pandemia y además en directo, ese formato de Internet tan interesante donde vas poniendo noticias que van ocurriendo en vivo. Y todo eso está siendo muy seguido. Entonces, yo no creo que haya un cansancio de este tema, digamos que es la peor pandemia en un siglo, es algo que está provocando una crisis económica que no sabemos hasta dónde va a llegar, si va a haber una recuperación en v, en u, en w, no tenemos ni idea. Ha cambiado nuestra forma de vida, nos ha tenido casi dos meses dentro de casa, ha provocado un millón de muertos en el mundo… Una de las cosas que hemos sacado de la pandemia es hasta qué punto es importante y necesaria información fiable, casi instantánea y verificable.

En una época fui redactor jefe de la página de elpais.com y me tocó Fukushima. Me acuerdo que estábamos un sábado por la mañana y fue el momento en el que estalló el reactor en vivo. Japón está muy lejos, pero vivimos en un mundo global, y en cuestión de segundos empezó a dispararse el tráfico. La gente comenzó a entrar en El País, buscaba información fiable. Y yo creo que con la pandemia hemos detectado lo mismo, que cuando ocurre algo muy importante la gente busca como sea información fiable. Aquí es verdad que uno de los problemas que plantea la cobertura es desmentir bulos y cosas tremendas que circulan por Twitter, Facebook… pero por ahora creo que a la gente le sigue interesando muchísimo la información relacionada con la pandemia, porque nos va la vida en ello, en sentido literal.

En relación a su libro Una elección olvidada, ¿qué lección hemos olvidado los europeos?

Hemos olvidado una cuantas, otras no. Creo que hay una parte de los europeos que se han olvidado de que la historia de Europa está unida, les guste o no, que todas las historias de los países europeos están interconectadas desde la prehistoria o más allá. Creo que otra elección que algunos europeos han olvidado es los peligros que entraña el nacionalismo y cómo eso al final entorpece de manera extraordinaria el crecimiento de Europa. Son lecciones olvidadas por algunos europeos, otros las tienen muy presentes. Y también a veces hemos olvidado, o cierta gente tiende a olvidar, lo importante que es Europa y la cantidad de conflictos que ha sido capaz de arreglar la Unión Europea. Conflictos que parecían imposibles de solucionar, se solucionaron con la UE.

¿La importancia de la herencia mediterránea se refleja en su libro?

Sí, tiene bastantes capítulos sobre el Mediterráneo. Me ciño a Europa, no hablo de la orilla sur del continente. Pero, por ejemplo, otra de las lecciones olvidadas de Europa es que ésta es el resultado de un crisol de culturas. Entonces, cuando oyes a alguien decir que la herencia de Europa es cristiana, se trata de una soberana estupidez, porque en muchos países europeos, entre otros en uno llamado España, ha habido musulmanes durante siete siglos; la mitad de Turquía es europea; en Bosnia, Bulgaria, Albania, Macedonia,  Kosovo, Serbia hay importantísimas comunidades musulmanas europeas… Argelia fue durante dos siglos, no una colonia francesa, sino un departamento francés, tanto como podía serlo París. Entonces, tratar de olvidar que la orilla sur del Mediterráneo forma parte de Europa durante mucho tiempo sería un error tremebundo. Ahora mismo sería inconcebible pensar en ningún país europeo sin el peso de la cultura mediterránea, una mezcla de culturas y un crisol. Ésa sí que es una lección olvidada importante, que la herencia cultural europea no es única y es un tremendo error creerlo así.

Camus nació en Argelia, es un escritor que se sentía argelino. Uno va a Marsella o a París y los barrios de mayoría de población musulmana son tan europeos como los barrios de mayoría cristiana, forman parte de esa cultura y eso es difícilmente debatible, aunque se esté cuestionando. Esa mezcla es Europa.

También la presencia de judíos, de sefardíes. 

Sí, nosotros es algo que estamos recuperando ahora: la idea de Sefarad, restaurando las juderías, identificando dónde había sinagogas. Y se ha tardado bastante. En Segovia está una de las sinagogas mejor preservadas de Europa, el convento del Corpus Cristi. No siempre ha habido una placa que dice que antes era una sinagoga, sino que ha tardado mucho en llegar, pero ahora está y explica nuestro origen, afortunadamente variado, donde se mezclan nuestras culturas y religiones, que revelan muchísimas cosas de lo que somos.

¿De ahí la importancia de conocer la historia?

Sí. La primera vez que fui a Túnez, que es uno de los países del sur del Mediterráneo que mejor conozco porque uno de mis mejores amigos del colegio es tunecino y he ido muchísimas veces a verlo, cuando tenía 18 años al llegar a un cafetín me di cuenta de que era como el bar de mi pueblo, con la única diferencia de que unos beben cerveza y otros té, por lo demás era igual. Todo eso se explica por la indudable conexión entre ambos países.

Reformulando la pregunta de antes, creo que una de las lecciones más olvidadas es que Europa siempre ha sido un lugar diverso, donde se han mezclado los cultos de las religiones y al final, de una manera u otra, todos los intentos de borrar esas huellas -todos los totalitarismos han intentado borrarlas sin conseguirlo- han fracasado.

En una entrevista que le hicieron en televisión, usted comentaba que en este libro quería mostrar los hilos invisibles que están trazados por toda Europa.

Sí, además todos los países europeos, desgraciadamente muchas veces en forma de guerras y durante menos tiempo en forma de paz, están unidos por unos hilos que llevan desde Holanda hasta España… Realmente, estamos todos los países europeos muy relacionados, primero, por la violencia y ahora por la paz. Por ejemplo, uno piensa en una ciudad como Estrasburgo y ahora evoca los derechos humanos, el Parlamento Europeo… y durante muchos siglos fue el símbolo de las guerras franco-prusianas y entre Alemania y Francia. Ahora se puede cruzar de Francia a Alemania en un tranvía, en un transporte local, en una ciudad que no hace tanto, en 1945, era el símbolo del enfrentamiento entre dos países. Conviene no olvidarlo.

Yo pertenezco a una generación que todavía viajó a Europa del Este, que necesitaba visados para ir a Polonia, Hungría, República Checa… que cruzó el Telón de Acero. En 1989 la mitad de los alemanes vivía sometido a una dictadura comunista y atrapado en el Muro de Berlín. Eso son cosas de antes de ayer. De cuando nació Canal Plus, la televisión de pago en España. Creo que son hechos que en Europa nunca deberíamos olvidar, porque realmente sólo una pequeña parte de nuestra historia la hemos vivido en paz y prosperidad.

Imagen superior destacada: Guillermo Altares posa en Madrid en 2018 – © Foto: Víctor Sainz – El País

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