La posguerra española es un periodo poco tratado en la literatura, al menos desde el punto de vista de las personas comunes que la vivieron en sus propias carnes con grandes dosis de miedo y sufrimiento. Personas anónimas y variopintas que transitaron por las calles de una Valencia gris y anodina tras la guerra, cuya heroicidad retratan Gustavo Zaragoza Pascual y Antonio Pérez Rodilla en la novela ‘Nombres propios’ (Talón de Aquiles, 2020). Por sus páginas desfilan las vidas de diez personajes con sus miedos, deseos, sufrimientos y penurias propios de aquel momento. Un relato de ficción profusamente documentado, que se desarrolla en un contexto histórico verídico, capaz de despertar la empatía del lector mediante una prosa amena y sencilla.
Gustavo Zaragoza Pascual profundizará en las duras circunstancias de quienes vivieron la posguerra en una ciudad como Valencia en un encuentro que tendrá lugar el próximo lunes 13 de marzo a las 19 horas en Casa Mediterráneo, acompañado del director general de la institución, Andrés Perelló. El evento es abierto al público hasta completar aforo y con emisión online. Con el fin de conocer los entresijos de la obra mantuvimos una entrevista con uno de sus autores, Gustavo Zaragoza Pascual.
‘Nombres propios’ es un relato de ficción que se desarrolla en un contexto histórico real: la posguerra española. La novela nos muestra este período “como nunca antes nos lo habían contado”. ¿Qué novedades aporta?
La obra aporta novedades en varias miradas. Nos gusta decir que es la crónica de un tiempo, un tiempo en el que ocurrieron muchas cosas, un tiempo terrible. Posiblemente los diez años más duros del siglo pasado, porque aunque se le denominara posguerra, la guerra seguía. Continuaba habiendo muertes en centros de detenciones y en esas circunstancias, una de las cosas que nos interesaba destacar era que afectó especialmente a una generación que luego ha sido la que, con enorme generosidad y sin mirar hacia atrás -hay que recordar que más de la mitad de españoles quedó derrotada y, por tanto, bajo la vigilancia del régimen anterior- hace la Transición. Nos parecía importante destacar algo que nos ha cambiado la vida a las generaciones posteriores, en una especie de homenaje o, por lo menos, de reconocimiento.
Y en cuanto a la novedad, el planteamiento de esa crónica no sólo hemos querido que fuera un relato de lo que ocurre en las calles de Valencia, de la vida en ese tiempo, sino también una crónica de interiores, de cómo vivieron los españoles de ese momento, desde la humillación hasta los anhelos por salir de la situación en la que se encontraban. Hemos tratado de bucear un poco en la condición de psicólogo para hacer esa búsqueda más allá de lo que está en la epidermis, fuera, entrando en todo lo que les afectaba. Porque la dureza del régimen no solamente residía en las circunstancias que obligaron a todos los españoles a determinados comportamientos, sino que incluso se metía en los aspectos más íntimos, en el domicilio de los ciudadanos. Y ese régimen tan duro hemos tratado de trasladarlo desde esa forma interior en la que se podía sufrir o anhelar.
Otro aspecto importante es que todo eso lo hacemos desde una mirada positiva. Los diez protagonistas son supervivientes de lo peor que les podía pasar. Y cada uno, a su manera, consigue salir adelante. Y eso también lo queríamos destacar, que es un libro positivo, porque enseña que hasta en lo más duro y difícil contamos con herramientas para salir adelante.
Se trata de una novela coral, donde desfilan personajes muy variopintos a los que se describe como héroes anónimos. ¿Dónde reside su heroicidad?
Por un lado, el concepto al que aludía antes de supervivencia creo que es el origen. Por otro lado, se ha hablado mucho del exilio, de los alrededor de 400.000 españoles que salieron después de la guerra en dirección a Francia; se ha hablado mucho de su dureza, de que lo pasaron muy mal, pero nuestros protagonistas lo que reflejan es el exilio interior, ese exilio que se tuvo que vivir en un país que estaba perimetrado como una cárcel, donde tenían que vivir con unas limitaciones muy grandes y una adaptación a valores que no eran los suyos, circunstancias económicas ajenas, otras costumbres… Todo eso lo tuvieron que hacer por sus hijos y ahí hay un concepto claro de heroicidad para salir adelante y no caer en la más absoluta y terrible persecución.
A estos personajes, y en general a los españoles que tuvieron la mala suerte de vivir en esa época, como en el caso de mis padres, que se casaron con veintipocos años en el 37, se les destrozó la vida. Vivieron una guerra, la perdieron, fueron a la cárcel, después al exilio… y salieron adelante. El concepto “héroes” lo entendemos desde esa capacidad de seguir viviendo.
Algunos de los personajes que retrata la novela tienen una elevada preparación intelectual, pero debido a su ideología se les cierran las puertas de trabajos cualificados.
Es terrible porque algunos de los protagonistas se vieron obligados a mendigar ayudas cuando tenían una vida hecha, todo un trayecto profesional. En todo caso, para mí, lo más duro de todo este relato es la condición femenina. La mujer en la República consigue llegar a estudios universitarios, participa en las misiones formativas y cuando acaba la guerra se encuentra como Margarita, una de las protagonistas de la novela, con una derrota que la deja sin oficio, con unos estudios que no le sirven para nada, y se tiene que ganar la vida de una forma muy ocurrente. Acude a todo un montaje extrañísimo, cuando tenía la vida resuelta, y además lo hace descansar en el varón porque la mujer había desaparecido como ciudadano. Y esta historia que contamos, como todas, están basadas en hechos reales. Personas que tuvieron que salir de una situación extremadamente límite para poder sobrevivir, lo que es muy injusto porque se trataba de gente que tenía su trayecto, su vida, su empleo.
En concreto, Margarita tiene que esconderse bajo un seudónimo masculino para poder firmar las novelas que escribe sobre el oeste, al ser impensable que las realizara una mujer.
Es terrible tenerse que denigrar hasta ese nivel para cambiar su condición y dejar a un lado su capacidad profesional para dedicarse a un género tan menor o de poco relieve como el que acaba haciendo, que le dio para poder vivir, y está basado en un hecho real. La mujer, desgraciadamente, sufrió una doble derrota y un hundimiento social. Desapareció de la faz de la sociedad bajo el cuidado y cobijo de los varones que la tuvieran cerca, ya fuera su marido, su padre…
La novela hace una radiografía de la época, sacando a la luz asuntos como el machismo y la homosexualidad. ¿Cómo se abordan en el libro?
Siempre digo que a Antonio y a mí nos gustan los temas difíciles. Y el tema de la homosexualidad durante el Franquismo y más en esos primeros años, no es que fuera difícil, sino imposible. Hablamos de algo que no existía, ni siquiera para castigarlos, ya que era la Ley de Vagos y Maleantes la que se les aplicaba. El ninguneo era total. Nos pareció que había que sacar a la luz a las minorías, esa situación tan dura, por eso decía que era un régimen muy entrometido.
Cuando contamos la historia de Manolo, al frente de ese bar en el que todas las semanas un grupo de amigos juega al dominó, en esa partida diaria no existe la condición de homosexual, con toda la dureza que luego tiene ese peaje que acaba pagando uno de los personajes.
Hablar abiertamente de la homosexualidad era impensable, había que ocultarlo a toda costa, ya que el rechazo era absoluto en la sociedad.
Desde luego, ni siquiera se podía contar a los más cercanos. Y al final volvemos a lo que comentábamos antes: la doble víctima es la madre, quien paga las consecuencias de todo. ¡Qué manera de hacer daño tan inútil e injusta! Nos parecía importante sacar a la luz esta situación.
La novela trata ciertos temas como el machismo o la soberbia del poder desde el punto de vista de quienes los defienden, de modo que provocan rechazo sin criticarlos abiertamente.
Sí, en concreto en la historia de Amparo hay un prohombre de la primera época del Franquismo. En nuestra novela aparecen personajes reales de la historia y otros de ficción, cuyos nombres están puestos con mucha intención. Serrano Suñer, que es el personaje que figura en este capítulo, era todo un símbolo de una forma de entender la vida en los tramos en los que la reflejamos. La forma de entender la condición de la mujer, al “inferior” -el camarero-, esa odiosa manera de ejercer la autoridad, el poder… todo eso era algo muy natural. Y a este tipo lo hemos querido poner porque es uno de los nombres que más destacó, precisamente por su valía o inteligencia, dentro de un régimen muy mediocre, pero que no le salvaba de tener unos valores absolutamente infames e indecentes a la hora de tratar a la gente.
El libro también se hace eco de la hipocresía y la doble moral que se daba en muchos sectores de la sociedad por parte de personas que se erigían en baluartes de la moralidad y al mismo tiempo eran asiduas a lugares como los burdeles.
Ese es uno de los capítulos con los que más nos divertimos escribiendo. Mucha gente aquí en Valencia no sabía que cuando acabó la guerra le pusieron el nombre a una de las avenidas más importantes de la ciudad de un chaval que era el hijo de un falangista que murió en la guerra como otros tantos miles españoles: Avenida Doncel Luis Felipe García Sanchiz, algo que era absolutamente ridículo y además muy chocante porque el nombre anterior era Avenida de Lenin, con lo cual el cambio era espectacular. Lo más absurdo de todo es que nadie en Valencia la ha llamado así, sino Avenida del Puerto. En la novela, el “Doncel” le da nombre a un burdel vinculado al estraperlo, que fue uno de los elementos de subsistencia de la época. Y ese juego entre el estraperlo, la prostitución y la Iglesia, que participa sin enterarse, es muy divertido. Un juego a tres bandas lleno de picaresca. Cada uno de los capítulos tiene una seña de identidad y en este caso es la pícara quien se aprovecha del momento para sacar ventaja. El pícaro, que está tan bien descrito en nuestra literatura tradicional, aquí aparece. Una novela tan dura como esta, donde la gente pasaba hambre y no podía comprar alimentos, tiene esa parte divertida, con el contraste, como comentabas, de esa doble moral. Es un capítulo que a mí me produce una especial ternura.
Hay un proyecto de serie de televisión basada en la novela. ¿Cómo surgió y en qué estado se encuentra?
Desde el primer momento, el productor de Mediterráneo Media vio que ahí había una serie de televisión. La novela estaba escrita con un lenguaje cinematográfico. El novelista es un ser solitario, mientras que el guionista escribe en grupo, incluso. Y nuestra forma de escribir es del estilo de guion cinematográfico y televisivo. Hay mucho diálogo, con escenas muy claras en cada uno de los capítulos de la novela. El proyecto se encuentra en un estadio muy embrionario y estamos a la espera de que se confirme. Confiamos en que salga adelante porque puede dar mucho más juego que otras formas de mostrar esa época con más erudición, ya que con toda la modestia del mundo enseñamos bastante el reflejo de aquello que fue.
‘Nombres propios’ es el primer libro de una trilogía, cuya segunda entrega acaba de publicarse. ¿Nos puede avanzar algo de los siguientes libros?
Por supuesto, además me encanta que me lo preguntes porque estoy todavía bajo los efectos del subidón de la presentación de la segunda novela, que se titula ‘Reina por un día’, el pasado 20 de febrero en El Corte Inglés de Valencia. La trilogía pretende contar el Franquismo de forma diferente y lo hace a través de tres hitos. El Franquismo no fue siempre igual, no fue un régimen lineal, tiene momentos, y nosotros hemos querido hacer la fotografía de cada uno de ellos. El primero son los años de plomo, la difícil subsistencia de quienes están ahí. El segundo lo que trata es lo que hemos denominado “los años del espejismo” del desarrollismo, los 25 años de paz, la aparición del turismo, de la televisión… Todo eso configura que el régimen afloje un poco su posición ideológica, deja incluso parte del gobierno en los tecnócratas, que lo que hacían era tratar de poner una mirada algo más profesional y no solamente ideologizada a la hora de gobernar. Nosotros decimos que en esa época, en los 60, este era un país que quería cambiar pero no sabía muy bien hacia dónde. Parecía que Europa era el referente.
Entonces, sobre esos años 60 construimos una novela, que constituye el segundo capítulo y presentamos hace un mes en el Centro Cultural de El Carmen y hace unos días en El Corte Inglés. Su protagonista se encuentra ante una situación de incomodidad y desasosiego. Pasa de una vida muy rural y mediocre en Jaén a vivir en París un tiempo, donde se enamora, descubre lo que es ese exilio y esa mirada desde fuera hacia lo que está pasando aquí y finalmente vuelve a Valencia, donde se desarrolla una historia de acción, policiaca. En ese tránsito, vemos lo que pasó en esos años 60 en este país que venía de unas condiciones muy rurales y empieza a sacar la cabeza buscando cambios. Ahí un elemento clave fue la televisión. Nuestra novela, de hecho, es un homenaje a la televisión. El título, ‘Reina por un día’, es el nombre de uno de los programas más emblemáticos de la época, con más audiencia entre el año 63 y 65, que a las 15:30 h de los domingos conseguía que todo el mundo se encerrara en su casa para verlo. Era lo que ahora llamaríamos un reality, donde exclusivamente podían participar mujeres. Nuestro protagonista, Satur, un peluquero de Jaén quiere participar en ese programa, pero no puede al ser un hombre. Y hasta ahí puedo leer.
El tercer capítulo con el que cerraremos la trilogía se titula ‘La muerte ronda Cedaceros’, que es la puerta de entrada al Congreso de los Diputados. Se llama así porque el Franquismo oficialmente muere con la Ley de la Reforma Política ahí, en las Cortes españolas. Pero además de constituir una crónica de ese tiempo político, ‘La muerte ronda Cedaceros’ es una novela policiaca, de intriga, en la que hay una serie de homicidios y un policía, protagonista de la historia. Estamos en la época de las drogas, de la movida… y en ese contexto nos encontramos con una pareja que se quiere divorciar, pero no puede porque todavía no hay una ley del divorcio. Toda esa crónica social y política tiene en paralelo toda una trama policiaca. La novela la estamos terminando y la presentaremos el próximo año.
¿Qué acogida ha tenido entre los lectores y la crítica ‘Nombres propios’? ¿Y, aunque su publicación es muy reciente, ‘Reina por un día’?
Por supuesto, la que más resultados de buena acogida ha recibido hasta ahora ha sido ‘Nombres propios’. Periódicos como Le Monde Diplomatique, por ejemplo, nos han hecho una crítica estupenda. Nos han entrevistado en Televisión Española y diferentes medios y en todo momento han recogido la novela como algo necesario, interesante y de fácil lectura, lo que nos ha animado mucho. Asimismo, nos hemos incorporado a diversos movimientos memorialistas, que cuando han celebrado un acontecimiento relacionado con la memoria democrática nos han llamado porque, efectivamente, nuestra novela forma parte también de esa denuncia de la desaparición de tantos españoles que todavía están en fosas escondidas.
Estamos muy contentos con toda esa acogida por parte de la prensa, con el proyecto de serie de televisión, e incluso hemos llegado a hacer algún seminario internacional en Chile con el Museo de la Memoria, que también recoge la época del régimen de Pinochet, y fue muy emocionante por el contraste entre dos dictaduras muy diferentes, pero igualmente muy duras y lamentables. Así llevamos un año de recorrido con ‘Nombres propios’, del que estamos encantados. ‘Reina por un día’ acaba de empezar y de momento son todo alabanzas, ánimos y ganas de ver la tercera novela, que concluirá la trilogía.