Revista Casa Mediterráneo

Hala Bugaighis, abogada: “La mujer libia es fuerte y luchadora, pero vive en un entorno muy difícil”

en agosto 21, 2023

En el 12º aniversario de la revolución de 2011, que se saldó con el derrocamiento y ejecución del líder libio Muamar Gadafi, Libia vive inmersa en un profundo clima de inestabilidad debido a los conflictos armados que han sacudido al país y han ocasionado su división entre varias facciones. Tres movimientos aseguran ser los legítimos dueños del poder, aunque carecen del respaldo democrático general. El Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), reconocido por la ONU, controla Trípoli y la mayor parte del oeste del país, mientras que el Ejercito Nacional Libio, dirigido por el mariscal Jalifa Haftar, domina Bengasi y el este. Ambos compiten por la legitimidad, el gobierno y el control territorial. Las elecciones legislativas y presidenciales, previstas para diciembre de 2021, fueron pospuestas y previsiblemente se celebrarán a finales de este año.

En un contexto de debilitamiento de las instituciones del Estado y un poder creciente de los grupos armados, la situación de las mujeres ha empeorado en los últimos tres años, según un informe de la Misión Independiente de Determinación de los Hechos en Libia de la ONU. El estudio reporta la discriminación sistemática contra las mujeres, el aumento de la violencia doméstica y la falta de rendición de cuentas por los crímenes contra destacadas líderes. Pese a detentar un gran potencial para contribuir al despegue económico del país, las mujeres se topan con obstáculos culturales y administrativos a la hora de poner en marcha proyectos empresariales. Con el fin de analizar la situación específica de la mujer en Libia y los retos a los que se enfrenta, charlamos con la abogada Hala Bugaighis, quien participó el pasado 8 de marzo en una mesa redonda organizada por Casa Mediterráneo con motivo del Día de la Mujer.

Hala Bugaighis es experta en temas regionales sobre políticas económicas, cambio social y género en el Norte de África. Es cofundadora del Jusoor Center for Studies and Development, un laboratorio de ideas que trabaja por el desarrollo económico y la defensa de la inclusión de las mujeres en la economía libia. En 2018 fundó LEAP, la primera incubadora de empresas de mujeres en Libia. Asimismo, es miembro de Libyan Economic Track, coordinado por UNSMIL, siglas en inglés de la Misión de Apoyo de Naciones Unidas en Libia. Ha escrito informes y artículos sobre el país y colabora con diversos periódicos en inglés y árabe.

Tras la caída de Gadafi en 2011, ¿en qué situación económica se encuentra actualmente Libia?

Para empezar, es importante precisar que economía libia no era el mejor modelo antes de la guerra. Una vez dicho esto, después de la revolución todo se derrumbó, las cosas empeoraron, por supuesto. El sistema era disfuncional; sólo estaba ahí para servir al régimen político de la dictadura. Y, lamentablemente, los otros líderes no eran lo suficientemente fuertes y ni siquiera podían imaginar la derrota de Gadafi. Así que no tenían una visión económica de futuro para Libia. Todos quisieron hacerse con las riquezas y controlarlas. De modo que empezaron a utilizar los recursos del país para comprar alianzas y lealtades, sin ningún tipo de plan para reformar la economía.

En el año 2014 se produjo una división de poder y empezamos a tener dos gobiernos y dos bancos centrales. Esta situación supuso un gran desafío en cuanto a quién pagaría a los habitantes de la zona oriental y occidental, lo que, por supuesto, afectó al dinar, la moneda libia, que acabó hundiéndose, provocando elevadísimas tasas de inflación. Además, la tasa de desempleo aumentó en todas las ciudades y regiones. Así que, en general, en lo que respecta a la economía, sufrimos una era muy sombría, si se me permite decirlo, porque durante la dictadura, las necesidades básicas estaban cubiertas, las personas podían alimentar a sus familias y podían acceder al dinero porque no había una crisis de liquidez. Ahora vas al banco y no hay dinero, lo que impide la producción.

Además, como sabes, Libia es un país productor de petróleo, un recurso que fue utilizado como arma en el conflicto. La producción de petróleo se usó como una especie de chantaje, lo que ocasionó un grave problema en el presupuesto nacional. Si el 97% de tus ingresos proviene del petróleo y se detiene su producción, te encuentras con un considerable problema de ingresos, que se suma al daño que esta interrupción provoca en las infraestructuras petroleras. Así que ahora necesitamos una enorme inversión para actualizar y mejorar las instalaciones con el fin de que puedan volver a la normalidad, producir más y poder pagar las facturas.

En este contexto de endeudamiento, se ha producido un incremento de prácticas ilícitas, como el comercio de drogas, la trata de personas, que afecta especialmente a las mujeres, y, por supuesto, el contrabando de combustible. Así, se ha creado una economía completamente nueva que funciona en el lado ilegal.

Mapa de Libia – Publicado por elordenmundial.com

¿Cómo afecta particularmente a las mujeres la situación que atraviesa el país?

De forma muy grave, aunque apenas se habla de ello. Por eso es necesario dar a conocer la situación de las mujeres migrantes en Libia y de las empresarias, que se enfrentan a una realidad difícil porque el sistema no funciona, los precios son altos y hay un clima de inseguridad que las impide moverse libremente, relacionarse o abrir una tienda. No obstante, a pesar de todo, las mujeres han encontrado la manera de aprovechar las brechas, ya que los hombres están luchando por el poder, están siendo fácilmente reclutados por las milicias y las bandas de contrabandistas al considerar que les resulta más rentable. De manera que las mujeres están aprovechando la oportunidad y se están involucrando cada vez más en los negocios y en la creación de empleo.

¿Conseguir un crédito en el banco es más difícil para las mujeres que para los hombres?

Sí, es difícil porque el sistema bancario es online y si quieres un préstamo, tienes que ofrecer una garantía, como una casa o tierras, por si fracasas. Y la cuestión de la propiedad es un grave problema para las mujeres en Libia. En las áreas tribales, si los padres mueren, las hijas heredan el dinero y las joyas, pero nunca serán las dueñas de las tierras ni de las propiedades.

Entonces, les resultará complicado obtener un aval bancario…

Sí, porque las mujeres no tienen acceso ni control sobre sus tierras. En algunas áreas de Libia, te dirán: “Está bien, tienes un huerto de naranjos, pero es para la familia, no para ti. Puedes comer de él, pero no puedes ser su dueña, ni puedes venderlo”. Y, por supuesto, los precios de las propiedades son tan altos que las mujeres no pueden adquirirlas. Esta situación las limita a trabajar en pequeños negocios y microempresas, porque no pueden permitirse nada más.

¿Estos negocios se encuentran en la economía sumergida?

En la universidad hicimos un estudio en el que encuestamos a casi 200 empresas y el 90% estaba en la economía sumergida porque no hay ningún producto bancario diseñado para sus necesidades. Creen que si legalizaran sus negocios sólo pagarían impuestos, una gran cantidad de tasas gubernamentales, sin obtener nada a cambio. Por eso, estamos trabajando para informarles sobre la protección legal que conlleva el hecho de registrar los negocios, como el derecho a recibir una pensión.

A finales de los años 90 irrumpió el wahabismo, la radicalización de la sociedad, trayendo consigo una nueva cultura que obligaba cada vez más a las mujeres a abandonar el sector público, a trabajar desde casa o a no trabajar en absoluto.

¿En qué medida la tradición cultural sobre el rol de la mujer en la sociedad libia afecta a su participación en la vida pública y en las actividades económicas?

Debo decir que hay muchas mujeres trabajando en el sector público, como funcionarias, en los ámbitos de la educación y la sanidad. Cuando Libia se fundó en 1951, las mujeres estaban presentes en el sector público. Gadafi era socialista, creía en la idea de que las mujeres son iguales a los hombres y estaba orgulloso de que participaran en el sector público. No obstante, no estoy aquí para defender su sistema. Desafortunadamente, a finales de los años 90 irrumpió el wahabismo, la radicalización de la sociedad, trayendo consigo una nueva cultura que obligaba cada vez más a las mujeres a abandonar el sector público, a trabajar desde casa o a no trabajar en absoluto. Todavía sigue sucediendo, pero hay mujeres mayores que siguen trabajando en el sector educativo.

El trabajo doméstico, que mayoritariamente desempeñan las mujeres, supone muchas horas de dedicación y suele carecer de reconocimiento. ¿Cómo es percibido por la sociedad en Libia?

Las mujeres que trabajan fuera de casa tienen un doble trabajo, que carece de reconocimiento. Tenemos que luchar por el reconocimiento de un trabajo no remunerado. No estoy familiarizada con la situación en España, pero en Libia la familia no es sólo tu marido, tus hijos y tus padres, sino también tus hermanos y tu familia política. Y tienes obligaciones con ellos.

¿También sería necesario concienciar a las propias mujeres de la necesidad de reconocer el trabajo doméstico? En algunos países occidentales no está muy bien visto que una mujer se dedique en exclusiva, por decisión propia, al cuidado de sus hijos.

No hay ningún debate público sobre esta cuestión y creo que es necesario hablar de ello porque las tareas del hogar implican mucho trabajo. Éste fue un asunto clave durante la pandemia, cuando las mujeres tuvieron que teletrabajar y ocuparse al mismo tiempo de las tareas del hogar. Este exceso de trabajo afectó a la salud mental de las mujeres, que estaban agotadas. Además de abrir el debate, necesitamos cuantificar este tipo de trabajo. Si contrataras a alguien para hacerlo, esa cantidad de dinero es lo que la mujer debería percibir. Además, las amas de casa pierden oportunidades porque no tienen derecho a una pensión de jubilación.

Creo que los libios todavía no están preparados para votar a una mujer. Pese a todo, al menos tenemos dos mujeres en la carrera presidencial, aunque no las elijan. Las generaciones más jóvenes tienen que acostumbrarse a ello.

En otro orden de cosas, la presencia de la mujer en política es crucial para la defensa de sus derechos. Tras el aplazamiento de las elecciones presidenciales y legislativas, previstas para diciembre de 2021, los comicios se han ido postergando y, según las últimas previsiones, se celebrarán en noviembre de 2023. Laila Salim Musa bin Jalifa se postula como candidata a la presidencia del país, ¿cree que tiene alguna posibilidad de ganar las elecciones?

De hecho, tenemos dos mujeres registradas como candidatas a la presidencia del país, pero una de ellas está recibiendo más cobertura mediática. Por supuesto, de acuerdo con la ley, no hay ningún problema para que las mujeres se presenten a las elecciones. Pero aquí surge un dilema: ¿Se debería votar a las candidatas el hecho de ser mujeres o a la persona que sea más idónea para el cargo? Conozco a Laila, de hecho fui una de las personas que firmó la petición a favor de su candidatura. Intentó ser alcaldesa de un municipio y no lo consiguió, aunque hizo una campaña increíble. A pesar de que todas sus propuestas fueron muy buenas, obtuvo muy bajos resultados.

Creo que los libios todavía no están preparados para votar a una mujer. Y esto es un problema porque incluso las cinco ministras que ahora tenemos en el poder [Najla al Mangush, Relaciones Exteriores; Mabruka Tuki, Cultura; Halima Ibrahim Abderrahman, Justicia; Wafa Al Kilani y Huria al Tormal, Asuntos Sociales y Asuntos de la Mujer] no se presentan a las elecciones porque sólo ocupan sus cargos por una cuestión de alianzas políticas. No han podido demostrar que, por ejemplo, teniendo a una mujer como ministra de Justicia, la situación mejore. No han podido generar una historia de éxito. Y ésa, creo, que es la principal razón por la que la gente sólo vota a los hombres. Alcanzar la presidencia no es lo más importante, sino lo que haces cuando estás ahí. Pese a todo, al menos tenemos dos mujeres en la carrera presidencial, aunque no las elijan. Las generaciones más jóvenes tienen que acostumbrarse a ello.

Por último, me gustaría preguntarle por los rasgos que, a su juicio, caracterizan a la mujer libia.

Es una bonita pregunta. Tenemos una bella mezcla. Somos del Norte de África, una región históricamente matriarcal, donde las mujeres eran líderes en la sociedad. Las mujeres libias son fuertes, tienen capacidad de liderazgo, de planificación familiar…, pero desde un punto de vista político, no quieren estar al frente, prefieren quedarse en la sombra. Dejan que los hombres tomen la iniciativa, aunque en realidad ellas son las que lideran. Las mujeres tienen voz en todos los asuntos, aunque históricamente tuvieron más. Yo provengo de una familia en la que mi abuela es bereber, una cultura minoritaria donde fue líder de la alta sociedad. Así que estaba acostumbrada a ver cómo la gente acudía a ella para resolver sus disputas.

La sociedad cambió con la llegada de la radicalización, que se importó de la zona del Golfo. Nos afectó mucho. Como decía, la mujer libia es fuerte y luchadora, muy buena en la planificación familiar y la creación de presupuestos, pero trabaja y vive en un entorno muy difícil. Hay que reconocer estas cualidades y apoyarlas, porque las he visto incluso ahora durante la guerra. Cuando los hombres y las mujeres estaban descontentos porque no podían trabajar, ellas salían a buscar trabajo, trabajaban y mantenían a sus familias. Son fuertes y a la vez cálidas, emotivas y empáticas, unos rasgos muy mediterráneos que no veo en otros países. Así que sólo necesitamos las oportunidades y el entorno adecuado para que Libia sea un lugar feliz.

Fotografía superior destacada: Hala Bugaighis en Casa Mediterráneo – © María Gilabert / Revista Casa Mediterráneo.

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