El cine puede ser un poderoso vehículo de crítica social y reflexión sobre la condición humana, no por ello exento de belleza. Estas premisas se conjugan en la filmografía de Helena Taberna, una audaz directora y guionista navarra que contra viento y marea se ha hecho un nombre en el cine español, pese a todas las dificultades para sacar adelante sus películas aunque su opera prima, Yoyes, fuera un rotundo éxito de critica y taquilla y se convirtiera en un referente cinematográfico internacional en materia de terrorismo.
La carrera cinematográfica de Helena Taberna arrancó en 1994 con la realización de cortometrajes. En el año 2000 estrenó su primer largometraje, Yoyes, un arriesgado y complejo proyecto sobre la vida de la primera mujer que ocupó puestos de responsabilidad en la banda terrorista ETA y que pagó un alto precio por renegar de la organización. La obra de Taberna se caracteriza por la coherencia en la elección de sus proyectos y su personal estilo, marcado por la preocupación por los temas de su tiempo, la incitación a la reflexión y una cuidada estética. Todo ello la ha llevado a ser una de las cineastas más premiadas del cine español.
En 2003 estrenó el largometraje documental Extranjeras, una mirada profunda a la vida de las mujeres inmigrantes del madrileño barrio de Lavapiés. Le siguió La Buena Nueva (2008), una cinta de ficción basada en la figura de su tío, el cura Marino Ayerra, y su enfrentamiento a la jerarquía eclesiástica durante la guerra civil española, que recibió un total de 16 galardones a su paso por festivales nacionales e internacionales.
A continuación vino la película documental Nagore (2010), que narra un triste suceso de violencia de género: el asesinato de una joven estudiante de Enfermería durante las fiestas de San Fermín de 2008. En 2002, Taberna creó su propia productora, Lamia Producciones, con la que produjo su largometraje Acantilado (2016), una cinta basada en el libro de Lucía Etxebarria El contenido del silencio que aborda el oscuro mundo de las sectas. Su último largometraje, la película documental Varados (2019) se adentra en la dura situación que atraviesan los miles de inmigrantes atrapados en Grecia a la espera de un futuro incierto. La cinta inauguró la sección Zinemira de la 67ª edición del Festival de San Sebastián despertando una larga ovación. Junto con otras directoras de cine, Helena Taberna fundó en 2006 la Asociación de Mujeres Cineastas y de los Medios Audiovisuales (CIMA), una entidad en continuo crecimiento que a lo largo de estos años ha obtenido importantes logros para las profesionales del sector.
Helena Taberna será la protagonista del encuentro virtual enmarcado en el ciclo Mujeres y el Mediterráneo que inicialmente estaba previsto para el día 20 de julio, pero tuvo que anularse por problemas técnicos. Cuando se establezca una nueva fecha de celebración, la anunciaremos oportunamente. Con el fin de conocer la dimensión humana y profesional de Helena Taberna reproducimos una entrevista que mantuvimos con la directora.
Su filmografía trata temáticas de hondo calado social que narra bajo una cuidada estética. El terrorismo de ETA, la inmigración, la violencia de género, la memoria histórica… temas complejos a los que aporta una mirada alejada de estereotipos. ¿Cómo elige los temas de sus películas?
En realidad, como dice el poeta, “uno no elige el poema, sino que el poema lo elige a él”.Tengo una personalidad realista y poética a la vez, pero los hechos que ocurren a mi alrededor me interesan especialmente, entonces, hago un proceso de búsqueda sobre los temas que son candentes y luego en las películas procuro conocer el contexto, analizarlo y mostrarlo en profundidad. Cada uno me ha venido de una manera diferente. Yoyes era un personaje femenino trágico y para hacer mi primera película pensé que la tragedia griega que contenía su historia era cine del grande, me parecía que era una historia que debería ser contada en un país como el nuestro, que estaba ya con una democracia asentada. No me gustaba que existiesen temas que no pudiesen ser tocados y parece que tengo cierta delicadeza a la hora de contarlos y no hacer panfletos. Mi interés a la hora de contar las historias es que sea el espectador o espectadora la que termine de construirla. Yo doy los datos. Sí tengo un rigor muy grande para que todo lo histórico esté bien cuidado, no sólo los hechos, sino también la ambientación. En general, lo que hago es reflexionar sobre mi tiempo y lanzo esa reflexión a los espectadores para que, a la vez que vean una película que les entretenga, tenga ritmo y sea cine -porque para mí la parte cinematográfica es muy importante-, les aporte un contenido que no sea banal, que les dé algo más, que no se quede solamente en el relato cinematográfico. Me gusta el buen cine, el que me deja pensando y terminando la película en casa.

Helena Taberna
Todo su cine deja un poso, da mucho pie a la reflexión.
Exactamente, es muy importante y he tenido siempre mucho cuidado en eso, seguramente porque la temática que elegía, temas muy cercanos y reales, se prestaba precisamente al maniqueísmo o al panfleto y me gusta más el cine poético que político. Ambas cosas están bien, porque todo es político de alguna forma. Todas las historias tienen un ingrediente político de alienación y otro de reflexión. A mí me gusta más pertenecer a una sociedad reflexiva que no se quede tranquila con las cosas que pasan, sino que pueda hacer aportaciones a los procesos de paz, de igualdad…
Su propia productora, Lamia, tiene una linea editorial para trabajar temas en espacios educativos, sociales y culturales.
Ha sido una idea estupenda, la verdad, que ha tenido una difusión enorme, que ha sobrepasado cualquier expectativa. Surgió en el Festival de Marsella. Como sabes, Francia es un país que nos encanta a los cinéfilos porque el cine sigue estando muy vivo, tiene medidas de protección, los franceses aman su cine y todo eso empieza en los centros escolares. Es evidente que el alumnado francés aprende cine y ama el cine francés porque muchas de sus películas todos los años se pasan por los centros educativos. En el Festival de Marsella había una sección que trabajaba con películas extranjeras para profesores de enseñanzas medias y de universidad, entonces me propusieron participar en la clausura de ese seminario y me pareció una maravilla, porque entraba dentro de mi manera de entender el mundo y el cine como una herramienta que luego además, cuando sales del mundo educativo, si te has acostumbrado a trabajarla y a reflexionar sobre ella tienes un aprendizaje permanente, como pasa con la literatura. Si está presente en los centros educativos, para la gente que tiene pasión por la literatura, desde luego, haberla aprendido con profesores adquiere otro volumen.
Allí, de repente, me lancé a la aventura con la productora. Hicimos un pack de materiales con DVD y guía didáctica. Ha tenido mucha difusión, tanto desde el punto de vista oficial, como comunidades autónomas que han adquirido ediciones completas para repartidas en los centros, como particularmente a través de la web.
La línea didáctica comenzó con Extranjeras y resultó muy interesante. Así me surgen los proyectos. Cuando me fui a vivir a Madrid, tras el éxito cosechado por Yoyes y ser considerada valiente por esta película, me instalé en el barrio de Lavapiés. Allí me cruzaba con las mujeres emigradas y yo pensaba: Valientes estas mujeres que están aquí” Al mirarlas a los ojos, pensaba: ¿Cómo se sentirán en este país cuando no conocen su idioma, muchas tienen a sus hijos fuera…? Entonces me lancé y al ver sus testimonios me pareció una idea interesante dar la vuelta al mundo sin salir de Lavapiés y ése fue el concepto con el que armé la película documental Extranjeras. No ha perdido un ápice de vigencia, si la hiciese ahora sería un poquito menos optimista. Se produjo un efecto muy bonito de espejo, es una película que me ha dado muchísimas satisfacciones, hasta inauguré el Festival de Cine de Honolulu. Y es una película que se sigue viendo, todavía hay proyecciones que demandan grupos de mujeres emigradas, actividades que tienen que ver con el Mediterráneo… Por las razones que sean, mis películas siguen vivas. Estoy continuamente presentando, en Estados Unidos, en muchas universidades, aquí… Yo siempre digo que las películas son como los conciertos de rock & roll, cuando el cine se hace en sala tiene un directo del que la directora recibe la energía, con la sensación de verlas por primera vez.
Su último film, ‘Varados’ (2019), pone en foco en la situación angustiosa de los miles de refugiados que quedan atrapados en las islas de Grecia y en su capital a la espera de unos papeles que les permitan seguir su travesía a algún lugar de Europa donde rehacer sus vidas. ¿Esta película saca a la luz lo que no se suele ver en los telediarios?
En Varados el protagonista es el Mediterráneo, ese mar que de ser luz del mundo se ha convertido en tumba. Se esconde una gran belleza en la conversación improvisada de los protagonistas, mirando al mar, como la que propicio con los actores de ficción. Coloqué a los dos protagonistas en el Puerto del Pireo sin saber lo que hablaban, porque lo hacían en árabe, provoqué la situación. Es una de las conversaciones más hermosas que te puedas imaginar sobre la melancolía, el paso del tiempo y cómo el ser humano necesita convertir en aventura hasta las cosas más terribles. Uno de ellos era paralítico y se preguntaba qué habría sido del resto de los compañeros de viaje; lo dice con un tono de aventura, de satisfacción de haberlo vivido hasta que le quitaron la silla de ruedas y tuvo que ser llevado a cuestas por su sobrino.

Presentación del libro ‘La luz de un sueño. El cine de Helena Taberna’ y un ciclo sobre la cineasta
Estar en un lugar sin fecha de salida debe ser una espera insoportable.
Efectivamente, me parece insoportable, el elemento que me atrajo precisamente fue esa espera incierta, que para mí es el infierno. Una cárcel es mejor porque al menos sabes que tienes una condena por una serie de años, pero ésta es una condena sine die, no sabes cuándo va a poder cambiar. Quise posar también mi mirada sobre ellos de manera humana. La presenté el año pasado en el Festival de Cine de San Sebastián y fue muy bonito, hubo muchísimos aplausos, pero creo que fue mucho más que por la propia película, sacó la parte más humana de los espectadores.
Hay una parte que nos hace muy iguales, porque te puedes ver en esa situación, de repente una circunstancia saca nuestra fragilidad. Me la sacó a mí mientras estaba rodando y creo que sentir esa fragilidad, a esta prepotencia occidental le viene muy bien para bajar a la realidad.
Volviendo a sus inicios cinematográficos, su ópera prima Yoyes fue todo un éxito de público y crítica. ¿Resultó complicado rodar una película sobre un tema tan delicado y complejo?
Sí que lo fue, pero yo no era muy consciente. La proyectaron hace unos meses en Historia de nuestro cine y estuve allí en una mesa redonda. Javier Ocaña señalaba que la crítica hablaba de su estructura complicada y que se mantiene espléndidamente -yo creo que ha ganado con el tiempo, porque ahora se ve sin esa convulsión de muerte que había alrededor-. Me costó muchísimo levantarla, pero tenía certeza en el proyecto. ¿Por qué decidí hacer esa película? No lo sé, pero peleé muchísimo, fue un periodo en el que me construí como resistente. Uno de los talentos del cine es que tienes que tener resistencia, ser confiada y seguir. Fueron cinco años de mi vida y cuando ya tenía todos los contratos firmados aparecieron unas sombras que recomendaron al productor mejor no hacerla… ¡Lo que perseguí yo a esa película!
La intrahistoria es tremenda. Yo sabía que me iba a centrar en el personaje, en una mujer de esa época, culta, cómo entró en esa organización, cómo salió y el contexto. La película está centrada en el personaje, una mujer con la que muchas nos identificábamos en parte, esa madre que comparte las tareas con su pareja, que tiene estudios, que es feminista… que tiene derecho a cambiar. En un momento determinado le parece un horror y decide salirse. El precio fue la salida de la secta, que vuelve a unirme con Acantilado, con la que existe una relación al prohibirte salir, e incluso tiene también que ver con la violencia de género. ¿Por qué una ETA masculina la mata a ella? Seguramente no es casualidad. La maté porque era mía. También tendría una lectura por ahí, que he barajado muy sutilmente.
En mis películas hay una constante: cómo concitar la libertad individual, que me parece fundamental, con la pertenencia al grupo. El grupo da y quita, como la pareja. Es una preocupación que tengo y creo que está en casi todo mi cine.
A pesar del enorme éxito que tuvo Yoyes, no le resultó nada sencillo conseguir financiación para producir sus siguientes películas. ¿A qué lo atribuye?
A esa soledad que no es buena. Uno de los inconvenientes de las mujeres directoras, como en otros campos, es que estamos solas en el mundo. En esa misma tertulia que he mencionado en torno a Yoyes estaba uno de los tres directores de La trinchera infinita, y ahí me di cuenta de la soledad tan grande, no solamente por trabajar en aquella película, sino también porque no contábamos con ningún grupo de poder. Recuerdo haber escuchado en una charla sobre el poder y la mujer, cómo se encontraba de sola Pilar Miró. Los hombres generalmente tienen costumbre de haber estado socialmente trabajando y se protegen entre ellos, pero nosotras no tenemos posibilidad de protección. Ésa fue una de las razones, también el hecho de no ser de Madrid, ser de la periferia también para algunas cosas es un inconveniente, porque no tienes las puertas tan abiertas. Entonces me di cuenta de que tenía que ponerme las pilas, porque nadie iba a venir a mi puerta. Yo pensaba que mis compañeros de generación, como Julio Médem o Álex de la Iglesia, habían tenido una ópera prima, incluso menos potente que la mía, e inmediatamente un productor les cogió y les produjo todo. Entonces, a mí me quedó esa necesidad de agrupar a las mujeres, que sería el origen de CIMA [Asociación de Mujeres Cineastas y de los Medios Audiovisuales], que estaba ahí latente y la verdad es que ha supuesto una gran satisfacción que en este momento la asociación tenga más de 500 socias, sea tan activa y un elemento de protección. Todavía somos un porcentaje pequeño, pero las cosas están cambiando mucho.
¿Qué logros destacaría de CIMA?
Muchísimos logros. La mejor ayuda para el cine es que los productores, que no tienen costumbre de contratar mujeres, necesiten hacerlo con apoyos positivos. Una de las maneras de hacerlo es que haya puntos por tener jefas de equipo femeninas. Las directoras de fotografía antes eran inexistentes y ahora están trabajando mucho, porque a los productores les resulta igual de valioso un hombre que una mujer, incluso más ellas porque les reportan más puntos de cara a las ayudas públicas.
Cuando empezamos y montamos CIMA, entonces estaba Soledad Murillo [Secretaria de Estado de Igualdad] creando la ley de Igualdad, y fue un apoyo fundamental. Nos dimos cuenta de que era importantísimo que las instituciones públicas fueran igualitarias, la ley lo iba marcando. Todavía estamos en lucha, pero ya se considera más en las televisiones públicas, en los festivales, que exista una mirada femenina y no haya una foto en la que sólo haya hombres. Eso ahora nos espanta. Ver grupos de gobiernos, de cineastas o de escritores sólo masculinos en una sociedad igualitaria es impensable. Pero, evidentemente, para que aparezca el talento tiene que haber posibilidades de que se demuestre. Ésa es la clave, si no es totalmente imposible. Todas tenemos que tener obras maestras y ser talentosas. Mira la cantidad de cine que se hace, si estamos hablando de cien películas al año en España, hay 85 que son dirigidas por hombres y, desde luego, todas, obras maestras ni muchísimo menos lo son, sin embargo, el nivel de las mujeres es muy alto, pero les faltan las oportunidades. Y luego la cantidad determina la calidad. Lo importante es que toda la industria se vaya llenando, no sólo de directoras, guionistas y productoras, sino también de técnicas para contribuir a una sociedad igualitaria en todo. Incluso en los Goya ahora va a haber una remesa para facilitar la entrada de mujeres de CIMA.
¿Es importante tener modelos de referencia femeninos en el cine para que las niñas vean factible orientarse profesionalmente al sector?
Desde luego. Yo de pequeña nunca soñé con ser directora, no tenía referentes, no sabía que se podía ser. Y cuando fui a una muestra de cine y mujer que se celebraba en los Cines Golem, aquí en Pamplona, gracias a eso dije: ¡Ahí va, se puede hacer cine del que me gusta y encima ser mujer!. En una retrospectiva que me hicieron en San Sebastian en el año 2018, me permitieron que eligiese a un director europeo para tener un encuentro y vino Agnieszka Holland, una de las directoras que me entusiasmaba, y mantuvimos una charla preciosa.
Ese ciclo retrospectivo que menciona ha permitido acercar su filmografía a públicos de diversos lugares, al tiempo que se ha publicado un libro sobre su obra, La luz de un sueño. El cine de Helena Taberna, escrito por Carlos Roldán. ¿Qué han supuesto para usted estas muestras de reconocimiento?
Ha sido muy bonito, porque el ciclo además me ha pillado en plena actividad, mientras estaba terminando de montar Varados, que estrené en el Festival de Donosti, y ha sido una alegría grandísima porque me ha permitido reflexionar sobre el cine a través de la entrevista con Carlos Roldán [incluida en el libro], larga y cuidada, en la que hay verdad todo el rato. Me ha dado la ocasión de pararme para ver lo que he hecho y lo que quiero seguir haciendo. Hemos llenado las salas, ya que generalmente los ciclos en las filmotecas suelen ser un poco mortuorios, donde apenas va gente; ha sido una experiencia preciosa. Los ciclos no solamente se han celebrado aquí, también en Perpignan. Antes ya me habían dedicado ciclos en Buenos Aires y en Ecuador, pero esto ha sido mucho más profundo, al venir acompañado de la presentación del libro.
Además, me encantó el título, La luz de un sueño, que es el verso de un poema de Ángel Valente, Premio Nacional de Poesía, que incluí en el primer corto que hice, Busto de un poeta. El verso decía: “Miraba desde dentro de la luz de un sueño, como el ángel andrógino de la melancolía”. Empecé con los cortometrajes gracias al vídeo, experimentando por mi cuenta. Y he querido mantener en toda mi filmografía esa luz de un sueño, no quedarte en el cine, sino tratar de ir a más, que el cine tenga ese poder transformador en el que creo, que cada película tenga una luz, algo que dar a los espectadores. Creo que tenemos esa obligación.
Más información, en la web de Helena Taberna