Revista Casa Mediterráneo

Historia de la antigua estación de Benalúa, un edificio con alma mediterránea

en agosto 28, 2023

Por Francisco Díaz-Hellín.-

A mediados del siglo XIX la ciudad de Alicante estaba creciendo en población. También económicamente. Fue entonces cuando comenzó el derribo de las murallas de la ciudad, que la cercaban -por motivos defensivos que ya no eran necesarios- y limitaban su expansión, para dar paso a los ensanches. Como en otras ciudades, las puertas de la muralla eran monumentales e imponentes. Eran la bienvenida que daba la ciudad a toda persona que llegaba. Y el aviso de que llegaba a una población importante. Con el derribo de las murallas, que se emprendió a partir de 1858, esa función de las puertas se perdió. Además, los viajeros llegaban por un nuevo medio de transporte: el tren.

Cuando se proyectó la línea de tren Alicante-Murcia (con pretensión de continuar hasta Andalucía por el sur y a Francia por el norte), se pensó en una estación siguiendo las líneas nuevas de construcción que llegaron tras la Gran Exposición de los trabajos de la Industria de todas las naciones, como se conocía a la primera Exposición Universal, que tuvo lugar en Londres en el año 1851.

El proyecto se materializó en el último tercio del siglo XIX. La intención fue levantar un edificio digno que supliera la función que realizaban las puertas de las murallas hasta entonces: monumental, majestuoso, ecléctico e impactante. La fachada siguió el modelo de edificio basilical. El interior contaba con dos brazos paralelos a las vías. El edificio iba en la línea de la nueva corriente estética que aglutinaba estructuras de hierro, acero laminado (posiblemente el primer caso en incorporar este material en una construcción de la ciudad) y cristal.

La línea del tren se inauguró el 11 de mayo de 1884. El tren salió de la estación en dirección a Orihuela a las 07:30 horas (con media hora de retraso). Contó con la presencia del entonces Jefe de Gobierno, Cánovas del Castillo. El acto oficial de la inauguración tuvo lugar en Orihuela, donde se agasajó con riqueza gastronómica a los asistentes en el Colegio Santo Domingo. Se abrían así nuevas expectativas de prosperidad económica al conectar la Región de Murcia y las comarcas del sur de la provincia de Alicante con el puerto de la ciudad, que entonces era uno de los más activos del Mediterráneo. El paso del tren se consideraba sinónimo de auge económico y esta línea recorría una zona en la que vivían aproximadamente 250.000 personas, principalmente de la agricultura.

También era una estación de pasajeros, punto de encuentro de gente que iba y venía, un lugar de emociones, con despedidas y alegrías de quienes salían y entraban a la ciudad. Este entorno fue fuente de inspiración para artistas de diferentes disciplinas. Los pintores impresionistas tomaban como escenario de sus lienzos el ambiente sombrío y de humo. Pero también los escritores se nutrían de lo que veían en estas estaciones. Uno de ellos fue Ramón de Campoamor con su poema El tren expreso. También lo plasmó Gabriel Miró en su obra El obispo leproso.

El mismo año de la inauguración de la vía del tren, el sur de la provincia sufrió una crecida del río Segura. Muchos caminos se quedaron cortados, impidiendo poder ofrecer ayuda a las personas que estaban atrapadas. Pero el tren permitió cargar en sus vagones embarcaciones del Puerto de Alicante, que junto a las de Torrevieja, permitieron socorrer a los damnificados.

El desarrollo del puerto originó la entrada de las vías en el interior del muelle de Poniente y los trenes regionales que conectaban Alicante con Murcia se trasladaron a la Estación de Madrid. La falta de uso motivó que el último tren comercial saliera de la estación de Benalúa en el año 1974, noventa años después del trayecto inaugural de la línea. Posteriormente, durante un breve período de tiempo, en 1982 la estación volvió a entrar en funcionamiento por las graves inundaciones que sufrió Alicante, y que dejaron inutilizable la estación de Renfe. Después, el edificio cayó en el abandono y se quedó en el olvido.

Fachada actual de la antigua estación de Benalúa, sede de Casa Mediterráneo.

En 2009, desde la Red de Casas pertenecientes al Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, se fundó Casa Mediterráneo, una institución de diplomacia pública cuyo objetivo fundamental es el fomento del conocimiento mutuo y el acercamiento entre España y el resto de los países de la cuenca mediterránea, en áreas tan diversas como la cultura, la economía, el cambio climático, la igualdad de género o la innovación científica y tecnológica. Tras varios años de obras, el 1 de abril de 2013, el entonces ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel García-Margallo, inauguró la sede actual de Casa Mediterráneo, que este año celebra su décimo aniversario.

Curioso que un edificio que se proyectó hace más de cien años como motor de prosperidad económica, pero también para dar la bienvenida a todo aquel que llegara a la ciudad con ilusiones y proyectos, que sirvió de inspiración a pintores y escritores e incluso ayudó ante situaciones difíciles como las inundaciones… haya vuelto a tener vida. Además, bajo la misma idea de cooperación económica e innovación, de fomento de la igualdad, de intercambio cultural, de ideas y emociones, creando vínculos de colaboración y creando proyectos comunes entre sociedades. El edificio ha vuelto a tener alma, mediterránea, como cuando se construyó.

Francisco Díaz-Hellín es técnico de turismo y guía oficial de la Comunidad Valenciana. Realiza visitas guiadas a la sede de Casa Mediterráneo.

Imagen superior destacada: La estación de Benalúa, a finales del Siglo XIX. Postal de Fabert, editada por Bazar Pascual López.

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