Ignacio Martínez de Pisón, licenciado en filología hispánica e italiana, es autor de más de una quincena libros, con los que ha obtenido relevantes galardones literarios. Tras su primera novela, ‘La ternura del dragón’ (Anagrama, 1984), Premio Casino de Mieres, se dedicó plenamente a la literatura.
Entre sus obras se encuentran ‘Carreteras secundarias’ (Anagrama, 1996), adaptada al cine por Emilio Martínez-Lázaro, ‘El tiempo de las mujeres’ (Anagrama, 2003), ‘Dientes de leche’ (Seix Barral, 2008), galardonada con los premios San Clemente y Giuseppe Acerbi, ‘El día de mañana’ (Seix Barral, 2011), Premio de la Crítica, el Ciutat de Barcelona y el de las Letras Aragonesas, y ‘La buena reputación’ (Seix Barral, 2014), Premio Nacional de Narrativa y Premio Cálamo al Libro del Año.
Sus últimas novelas son ‘Derecho natural’ (Seix Barral, 2017) y ‘Filek. El estafador que engañó a Franco’ (Seix Barral, 2018), la historia real un químico austriaco que logró convencer a Franco de apadrinar un invento supuestamente revolucionario: un combustible sintético superior a la gasolina, a base de plantas, agua y un ingrediente secreto.
También ha publicado el ensayo ‘Enterrar a los muertos’ (Seix Barral, 2005), que obtuvo los premios Rodolfo Walsh y Dulce Chacón y el elogio unánime de la crítica en varios países europeos, y el libro de relatos ‘Aeropuerto de Funchal’ (Seix Barral, 2009). En el plano cinematográfico, Martínez de Pisón es autor de varios guiones: ‘Carreteras secundarias’, ‘Las trece rosas’ junto a Emilio Martínez Lázaro y de ‘Chico & Rita’ con Fernando Trueba.
Ignacio Martínez de Pisón estuvo el pasado 1 de febrero en la Sede Universitaria Ciudad de Alicante participando en el ciclo de Casa Mediterráneo ‘Escritores y el Mediterráneo’ para compartir sus experiencias en el mundo literario en un encuentro moderado por la editora Marina Vicente.
¿Cómo dio con la extraordinaria y a la vez poco conocida historia de Albert Von Filek?
Paul Preston lo menciona en su biografía de Franco. Pero la referencia ocupa apenas un párrafo. Cuando lo leí, di por supuesto que alguien habría investigado su peripecia. Cuando vi que no había sido así, me puse a ello.
¿Qué ganaba Filek con la cesión gratuita de su supuesto invento a Franco?
En realidad no era una cesión gratuita. La empresa de Filek fue la primera en beneficiarse de la condición de industria de interés nacional y apareció dos veces en el BOE a finales de 1939. Con las garantías que le concedía el Estado y las expropiaciones urgentes que estaban ya en marcha, Filek sabía que los inversionistas se lo rifarían. La idea era despellejar a todos los que pudiera y luego escapar hacia Latinoamérica, pero apuró demasiado y acabaron cogiéndole.
¿Cómo siguió el rastro de este personaje? ¿Dónde encontró información sobre sus orígenes y sus andanzas por Europa hasta desembarcar en España?
He seguido su pista en hemerotecas y archivos de varios países. Sobre todo de España, donde vivió entre 1931 y 1946, pero también de los otros países en los que cometió delitos. Para averiguar algo sobre su origen tuve que contratar a unos genealogistas austriacos. Gracias a ellos descubrí que era, sí, de una familia medio aristocrática y de tradición militar, pero hijo bastardo, lo que ayuda a entender al personaje.
Las peripecias de Filek, además de desvelar un episodio sumamente curioso de la España de la posguerra, le permiten hacer un retrato de la Europa y la España convulsas del siglo pasado?
Él fue una de las muchas personas cuyas vidas de torcieron definitivamente tras la Gran Guerra y la implosión del Imperio Austrohúngaro. Un orden antiguo se vino abajo de golpe y dejó muchos náufragos. Hasta donde he podido averiguar, Filek no empezó a cometer delitos hasta el final de esa guerra. Eso sí, luego no paró. Y siguiendo a Filek he podido contar también cómo fue la época que le tocó vivir, unos años especialmente convulsos: la Primera Guerra Mundial, la Segunda República española, la Guerra Civil, el primer franquismo, incluso la Segunda Guerra Mundial…

Ignacio Martínez de Pisón – © Iván Giménez-Seix Barral, 2018
El libro tiene dosis de intriga, suspense, humor y situaciones inverosímiles. ¿Nos puede desvelar alguna de ellas?
Los estafadores siempre te sorprenden por su ingenio. A una anciana le vendió su fórmula de la gasolina sintética convenciéndola de que el último toque era ponerlo todo al baño maría… Pero también es verdad que lo pasó mal durante largas temporadas. Por ejemplo, durante los tres años de Guerra Civil, que pasó en cárceles republicanas, salvándose por los pelos de morir en Paracuellos.
La prensa francesa del momento era mucho más escéptica que la española respecto al combustible de Filek, ¿por qué la prensa nacional pregonaba ciegamente sus bondades pese a que el invento aún no había sido probado científicamente?
La prensa española estaba completamente controlada por el gobierno. Mientras creyeron que el invento de Filek iba en serio, no paraban de hablar de él: el sabio extranjero que en seis meses va a convertir a España en la primera potencia exportadora de petróleo. Luego cayó en desgracia y su nombre no volvió a aparecer en los periódicos.
En esta historia, ¿podría decirse que la realidad supera la ficción?
Si me hubiera inventado su peripecia, seguro que me habrían acusado de haberme pasado y de no haber conseguido ninguna verosimilitud.
Usted es autor de una quincena de libros, varios de ellos galardonados con importantes premios, como el Nacional de Narrativa o el Dulce Chacón. ¿Cuáles son los temas que más le interesa contar?
Me gusta contar historias de gente corriente con problemas normales, problemas como los de la mayoría de las familias. Y me gusta que a través de esas historias se intuya también cómo son la época y la sociedad que a esos personajes les ha tocado vivir.
Su novela ‘Carreteras secundarias’ fue llevada al cine en 1997 por Emilio Martínez Lázaro. Pese a encargarse usted del guión, ¿cómo fue la experiencia de ver a sus personajes en carne y hueso?
Las adaptaciones son como una segunda vida para las novelas. Al mismo tiempo, son obras autónomas, diferentes, y prefiero que el director se tome libertades y recree la historia a su manera.