Revista Casa Mediterráneo

La librería Feltrinelli de Largo Argentina

en mayo 29, 2020

No soy un mitómano de las librerías, la verdad, ni soy tampoco de ésos que se pasan horas en las mesas de exposición ojeando títulos. Eso no quiere decir que no me gusten las librerías, ¡cuidado!, y de hecho me detengo siempre en el escaparate cuando paso delante de alguna. Creo que es un tipo de local que alegra las calles: entre otras cosas, porque el libro es un bonito objeto. Cuando era joven, siempre me paraba ante ellas y las tiendas de lencería. Ahora, estas últimas han pasado a segundo plano. Me atraen más los comercios de ferretería y los de material de papelería. ¡Cosas de la edad!

Javier Reverte

La razón de no ser un asiduo de las tiendas de libros es que, por lo general, siempre voy a tiro fijo. Bien porque he leído una reseña que me ha llamado la atención o bien porque ando metido en un trabajo para el que necesito una documentación precisa. Cuando doy con el texto que me interesa, si es antiguo, lo busco por internet, y si es nuevo, lo encargo en una librería en donde me hagan descuento, cosa que me sucede con algunas.

Pero, claro, hay librerías que me gustan más que otras… Por ejemplo, si hablamos de Roma, no pienso en algunas ya históricas que tienen el aura de mito. A mí me gustan más modernas, como Feltrinelli, que es una cadena de al menos diez o doce locales extendidos en la ciudad. Mi favorito de todos ellos es el del Largo de Torre Argentina, situado a unos pasos del foro en donde fue asesinado Julio César en el 44 a.C. Como comercio literario, tiene para mí dos elementos esenciales: uno, que está muy bien organizada por secciones y el cliente no se pierde buscando un texto; y dos, que los empleados saben de literatura y conocen bien su producto: a veces, ni quiera precisan de mirar en el ordenador para encontrar un libro. Además, hay una buena sección de textos en idiomas extranjeros, que viene muy bien a quienes no sabemos italiano y sí otras lenguas.

El Feltrinelli del Largo Torre Argentina cuenta con otra gran ventaja: que se encuentra en un lugar de Roma en donde merece la pena echar, al menos, una mañana. Es mi zona favorita en la ciudad. A unos pocos cientos de metros, está la iglesia de Santa María sobre Minerva, en donde se guarda una estatua de Miguel Ángel representando a Jesucristo antes de subir a la cruz. En la plaza en donde se alza el templo, hay una curiosa estatua de Bernini: un elefante que sostiene sobre sus lomos a un genuino obelisco egipcio. Algo más abajo, uno va a toparse con el Panteón de Agripa, quizás el templo mejor conservado del paganismo. Asombra su magnificencia. Pero su interior es aún más fastuoso, con su enorme cúpula rematada por un gran agujero desde el que los antiguos creían que era posible comunicarse con los dioses. Allí está también el sepulcro del pintor Rafael, con el hermoso epitafio que, en su honor, escribió el cardenal-poeta Pietro Bembo: “Aquí yace Rafael. Cuando nació, la Naturaleza temió ser vencida por él. Cuando murió, temió morir con él”.

Desde allí, enseguida se sale a la Vía del Corso, que va desde la Plaza de Venecia hasta la Plaza del Pueblo. Y allí, tras una discreta puerta, se halla la galería Doria Pamphili, en donde se exhibe uno de los retratos más turbadores de la historia del arte: el de Inocencio X, debido al pincel del español Diego de Velázquez.

¿Y por qué no comer en una de las múltiples trattorias populares de la zona, en donde se ofrece pasta del día a precios más que aceptables? ¿O por qué no buscar los Caravaggios de las iglesias de San Luis y de San Antonio y tomar como remate un delicioso “espresso” en el Café San Eustaquio?

   

mariagialma@gmail.comLa librería Feltrinelli de Largo Argentina