La pandemia del Covid-19 ha puesto a prueba a muchas familias. El confinamiento ha obligado, de forma abrupta, a una convivencia de 24 horas al día, en la que compaginar trabajo, educación y tareas domésticas se ha convertido en muchos casos en una experiencia ardua y, en ocasiones, hasta traumática. Cuando en una unidad familiar además hay hijos adolescentes, la situación puede haber llevado a muchos al límite de sus fuerzas.
Con el fin de ofrecer recursos psicológicos para afrontar los retos pospandemia, Casa Mediterráneo ha organizado un encuentro online en su página web con reconocidos expertos en la materia. El sociólogo y analista Francisco Luis Bautista y el fundador de la plataforma ‘Gestionando hijos’ Leo Farache brindarán a los asistentes sus consejos profesionales junto a la doctora Úrsula Perona hoy, viernes 5 de junio, a las 19 horas.
Entrevistamos a Leo Farache, fundador y director de la plataforma Gestionando hijos, un espacio dirigido a padres y madres que proporciona contenidos educativos online, eventos y talleres de la mano de más de 40 expertos, entre neuropsicólogos, psicólogos, pedagogos, filósofos y escritores. Farache, de formación economista, pero ante todo observador y comunicador, además imparte conferencias sobre comunicación y educación, presenta eventos y es autor de los libros ‘El arte de comunicar’ (Almuzara, 2019), ‘Gestionando adolescentes’ (Wolters Kluwer, 2012) y ‘Los diez pecados capitales del jefe’ (Almuzara, 2008).
Usted, como autor del libro ‘Gestionando adolescentes. La adolescencia no es un problema, es una oportunidad’, ¿cómo considera que se debe afrontar esta etapa para que sea feliz y constructiva?
La primera cuestión es que las madres y los padres no debemos olvidar que somos los líderes de la unidad familiar y, como si fuéramos líderes de una empresa u organización, tenemos que tener inteligencia, sangre fría, estrategia, habilidades que vayamos cultivando en el desarrollo de la vida de esa unidad. Si utilizamos todos esos ingredientes de liderazgo, probablemente la relación con nuestros adolescentes vaya a funcionar bien. ¿Qué es lo que ocurre normalmente? ¿Por qué hay tanta madre y tanto padre desesperado? Pues precisamente porque pierden ese rol de liderazgo y entonces se dejan llevar por una mala contestación, por que sus hijos adolescentes que, lógicamente, no lo eran antes, cumplían a pies juntillas lo que le decían sus padres. Se encuentran con que su hijo o su hija ahora tienen opinión y además ésta es discrepante con la suya… y en vez de tomar distancia y tener en consideración ese cambio que se produce y aceptar el papel de líder, se implican emocionalmente, no entienden, repiten continuamente las mismas frases… y eso hace que la adolescencia sea un problema y no una oportunidad.
¿La adolescencia es una oportunidad para qué?
En la adolescencia ocurren muchos cambios en el cerebro, en el comportamiento, en las relaciones que los hijos tienen con otras personas, en sus preferencias… y en todos esos campos hay oportunidades para ayudarles a aprender a tomar decisiones. Si tuviéramos que decir cuál es el objetivo educativo fundamental por excelencia, para cualquier padre o madre seguramente sería “que mis hijos tomen buenas decisiones”, porque detrás de una buena decisión está la vida. Nuestra misión es tratar de acompañar a nuestros hijos en esa toma de decisiones. Por lo tanto, es un momento muy importante, en el que nuestros hijos pueden aprender a tomar decisiones y que éstas sean buenas o malas. En cualquier caso, no es algo de un día para otro, no nos estamos jugando la vida en un ¡ay!, sino que lo que tenemos que hacer es tomárnoslo con estrategia, con tiempo, con tranquilidad, con humor…
¿Cómo se puede conseguir que los adolescentes no crean que el deseo de los padres de orientarles sea una imposición?
Decíamos antes que ése sería el marco de referencia. Permíteme que use un ejemplo en otro entorno. Lo mismo puede ocurrir con una persona que está en una organización, el jefe piensa que su empleado es talentoso y que él como jefe tiene más información, pero su subordinado no le hace caso. Bueno, pues vamos a hacer lo posible por motivarle, por entender sus motivaciones. Cuando entendemos las motivaciones de otra persona todo cambia. Vamos a intentar buscar personas que puedan influir en él positivamente, aceptar humildemente que mi rol de madre o padre me identifica con una persona de baja credibilidad, porque he pasado de ser el que más crédito tiene a ser, en cambio, una persona con poco crédito. Me lo voy a tomar todo no personalmente como madre o padre, sino como líder. No voy a tomarme todo lo que me dice mi hijo como una afrenta, a tener amor incondicional, a esperar que se equivoque -¿por qué no se va a equivocar?- para que después tengamos una conversación tranquila… Es decir, no voy a convertir cualquier cosa en un drama. Vamos a hacerlo todo con tranquilidad y sin implicarnos mucho emocionalmente. Sé que esto es facilísimo de decir desde fuera. El otro día una madre que estaba desesperada con una hija de unos cuantos años, que ya ha estudiado la carrera, tenía tanta implicación emocional sobre sus deseos de lo que su hija debería hacer que me pidió que conversara con ella. Yo, encantado, las dos me caen muy bien, y me sale de forma natural. Voy con mi libreta, con ella se entienden las motivaciones de la otra persona.
Por ejemplo, es mejor expresar: “Esto que acabas de decir me parece un poco incoherente con esta otra afirmación que has hecho”, en vez de “¡eres una incoherente!”. Estoy tratando de ejercer más de coach que de mentor. La diferencia entre ambos es que el coach es el que pregunta para que la otra persona saque conclusiones; y muchas veces los padres hacemos de mentores, les decimos a nuestros hijos que tenemos más experiencia… y esto cae en saco roto. Las personas queremos sacar las conclusiones por nuestra cuenta. Y creo que a las madres y a los padres nos vendría muy bien tenerlo presente, aunque es muy difícil no implicarse emocionalmente, porque les queremos mucho y creemos que nos tienen que hacer caso por narices.
Cuando se tiene un hijo, éste no llega con manual de instrucciones y en muchas ocasiones los padres se sienten perdidos. La plataforma ‘Gestionado hijos’, ¿pretende llenar ese vacío al que se enfrentan los progenitores?
Efectivamente, cuando tenemos un hijo viene sin manual de instrucciones y las únicas instrucciones que recordamos son nuestros padres. Seguramente esto ha funcionado bien durante mucho tiempo, replicándose, pero afortunadamente ahora hay muchas madres y padres que tenemos inquietudes que queremos resolver con respecto a ese maravilloso viaje que es educar a un hijo pero que algunas veces presenta dificultades. Hay cosas que no son opinables, que son de pura ciencia y rigor. Voy a poner un ejemplo. Si una madre o un padre repite insistentemente a un hijo “eres muy desordenado” o “eres un perezoso”, está demostrado científicamente que la repetición de ese mensaje lo que va a hacer es que su cerebro se lo crea. Se van a crear inseguridades. ¿Qué es lo que va a ocurrir? Cuando vea el cuarto desordenado, su cerebro va a decir: “¿Para qué voy a ordenarlo, si soy un desordenado?”.
Lo que pretendemos es, con buenas ideas, ayudar a las madres y los padres a resolver sus inquietudes educativas en su día a día. Otro ejemplo, más de orden filosófico: Uno se podría preguntar, “¿qué va antes, el conocimiento o el aprendizaje?” Es una idea de Gregorio Luri [profesor de filosofía]. Normalmente, las personas suelen responder que el aprendizaje, pero está demostrado, y podemos vivirlo en nuestras carnes de forma empírica, que es la revés. ¿Qué significa esto? Gregorio Luri pondría un ejemplo sobre el fútbol. A un aficionado al fútbol no le hace falta estudiar la alineación del Real Madrid o del Alicante porque en realidad, simplemente leyendo en un bar aprende eso, porque tiene mucho conocimiento previo. Al haberle interesado tanto, ahora el aprendizaje le resulta muy fácil. Mi hija, que ahora tiene 21 años, es estudiante de Medicina y tiene un interés impresionante por la nutrición. Yo le digo: “¡Blanca, pero cuánto sabes!” Y ella me responde: “Claro, porque a medida que sé más, aprendo más rápidamente”.
Queremos ofrecerles a las madres y a los padres buenas ideas que les hagan pensar y les permitan actuar con mayor inteligencia en su relación con sus hijos.
¿Cómo funciona la plataforma? ¿Sus servicios son online, de forma presencial?
Es una plataforma online, donde participan más de 40 expertos, como Gregorio Luri, María Jesús Álava Reyes, Begoña Ibarrola, Patricia Ramírez, José Carlos Ruiz.. Hemos grabado vídeos, hacemos cursos, hay eventos interactivos… En definitiva, un universo de recursos para inspirarte en tu labor educativa. Ahora hemos tenido que parar las grabaciones, pero el 14 de julio retomamos el siguiente periplo con Rafa Guerrero.
¿También atienden consultas personales?
Sí, tenemos un servicio de atención personalizada. Si la pregunta está relacionada con alguna grabación la remitimos al vídeo en cuestión, pero en el caso de que no lo esté, lo trasladamos a un experto. Lo que no hacemos es terapia. Cuando hay alguna necesidad que sí lo requiere, recomendamos el acompañamiento de un psicólogo u otro profesional.
La falta de comunicación entre padres e hijos, bastante habitual durante la etapa de la adolescencia, ¿cómo se puede salvar para que sea fluida?
Voy a utilizar como ejemplo uno de los sucesos que me inspiraron para escribir el libro al que has hecho referencia. Estaba en una plaza cercana a mi domicilio cuando me encontré con la madre de un compañero de mi hijo mayor, que por entonces tendría 13 años, y me preguntó qué tal David. Le respondí que fantásticamente, ella se quedó un poco admirada y me preguntó: “¿Te habla?” Le dije: “No mucho, pero es adolescente”. A lo que ella me dijo: “No puedo con ello”.
Ayer [por antes de ayer] me encontré con otra persona que me dijo que su hijo tenía que ponerse a trabajar; pero no lo lo va a conseguir en la vida repitiéndole exactamente lo mismo todo el rato, ya que le va a coger manía. Las frases hechas como que “en la vida hay que hacer cosas” tienen poca profundidad intelectual.
Una de las condiciones cuando hablamos con nuestros hijos es que debemos decirles cosas inteligentes y sobre todo a través de la escucha. Tenemos que hacer preguntas que no sean inquisitivas, como “¿qué has hecho hoy?”, porque van a traer consigo conversaciones poco interesantes. Y cuando nuestro hijo o hija manifiesta alguna emoción tenemos que evitar decir: “Es que lo que tienes que hacer es…”. Eso es muy poco motivador. Si un hijo dice: “Mamá, no me gusta la escuela”. Lo idóneo sería preguntarle: “¿Qué es lo que no te gusta, los profesores, una asignatura…?” Sin embargo, solemos responder: “Es que la escuela es necesaria, ya te darás cuenta en el futuro”.
¿Para mejorar la relación con los hijos adolescentes, entonces la clave radica en que cambie la actitud de los padres?
Claro. Ayer [por antes de ayer] estaba en un Instagram Live con Pedro García Aguado, el exjugador español de waterpolo, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, presentador de programas de televisión como ‘Hermano mayor’ en Cuatro, escritor y conferenciante. Logró importantes hitos en el terreno deportivo, pero luego cayó en la cocaína, en el alcohol, tuvo que salir de ello y después pensó que sería bueno que toda su experiencia la pudiera volcar para ayudar a chavales y familias. Y dijo una frase que a su vez creo que había escuchado en otro sitio, que no es muy sofisticada, pero que como las cosas sencillas es inteligente: “Educar es un arte”. Es un lienzo, una composición, que no se puede dibujar rápidamente, sino que hay que coger el pincel todos los días, componerlo poco a poco, disfrutar el proceso… Con esa mirada y esa forma de adentrarnos en nuestro papel de madres y padres todo cambia, porque se convierte en algo mucho más bello. El filósofo y arquitecto español Jaime Buigas diría: “Bonitas son las cosas vulgares; las que realmente tienen algo son bellas”. Educar a un hijo es bello.
Hoy en día, es bastante frecuente observar actitudes tiránicas en niños, ¿este fenómeno se debe al exceso de permisividad y la falta de límites?
Con toda seguridad. La sobreprotección, los padres helicóptero, los sobrepadres, la hiperpaternidad… son una disfunción social de primer orden. Hace que nuestros hijos sean menos competitivos, tengan menos capacidad para decidir, sean menos autónomos… les roba su vida. E indiscutiblemente, en esa relación en la que la madre o el padre no deja que su hijo sufra, que no se aburra, que tenga todo, efectivamente se crea un tirano.
Actitudes poco cívicas de los niños suelen ser el reflejo de la educación de los padres. De modo que por mucho que en las escuelas cada vez se ofrezca una educación respetuosa con el entorno, si en casa no se refuerza o se hace lo contrario, ésta puede caer en saco roto.
Indiscutiblemente, las personas no aprendemos de lo que se nos dice, sino de lo que vemos. Por supuesto, los hijos aprenden en función de lo que los padres hacemos. Por ejemplo, respecto al hábito de fumar, hay una prevalencia cuatro veces mayor de adolescentes que fuman de padres a los que ven fumar -porque se puede ser fumador y no dejarse ver, lo que es inteligente-, lógicamente. Si mi padre fuma, ¿por qué no voy a fumar yo? O si mi padre escupe en la calle, ¿por qué no voy a escupir yo? Si mis padres no respetan la naturaleza o hablan mal, ¿por qué no lo voy a hacer yo? Esto va a ocurrir siempre. La buena noticia es que la educación le interesa cada vez más a las personas y cada vez tenemos más conciencia de que queremos hacerlo bien como educadores.
En 2019 celebramos en el ADDA de Alicante el evento “Gestionando hijos”, con lleno absoluto y una gran lista de espera. Este año íbamos a repetirlo en el mes de marzo, pero tuvo que cancelarse por la irrupción del Covid-19, y en seis horas ya había 2.000 personas apuntadas. Es una excelente noticia, denota que hay interés, que queremos invertir tiempo, cariño, energía positiva, construir a través de nuestro hijos un mundo mejor, queremos gente que coopere, no que compita, que respete… En definitiva, sabemos de la importancia de la educación y le dedicamos tiempo, cariño y ejemplo a ello.
Yendo al tema central de la charla “Recursos psicológicos para afrontar los retos pos pandemia” que va a celebrarse en el espacio online de Casa Mediterráneo, ¿cuáles han sido las consultas más frecuentes planteadas a través de ‘Gestionando hijos’?
Yo no soy psicólogo, soy economista, aunque me considero de profesión observador. Y como consecuencia de ello he escrito tres libros fruto de la observación, uno relacionado con la empresa, otro con la educación y otro con la comunicación. Cuando recibo consultas, en realidad recibo comentarios. Y hay muchos casos en los que en las casas han emergido el conflicto y las discrepancias. Por las estadísticas, como ha salido publicado en la prensa, el número de divorcios ha aumentado. Del roce se hace el cariño o se hace sangre.
Otra dificultad ha sido combinar la vida profesional con la familiar. En un mismo salón para un único wifi había una pareja y los hijos con las tareas del colegio; depende de la edad, esta situación se convierte en una ecuación difícil de resolver en la que hace falta muchísima generosidad y paciencia. Y aquí se hace patente, una vez más, que lo que distingue a un ser humano de otro entre otras cosas es la actitud con la que afronta una misma situación. Hay madres y padres que han redescubierto su papel de educadores y se han vuelto a ilusionar observando a sus hijos y otros a los que les parece todo mal. Como conclusión, por sencilla que pudiera parecer, el buen ánimo y la buena actitud para afrontar las situaciones hacen que la vida sea de colores muy diferentes.
¿Qué lecciones se pueden extraer de la experiencia del confinamiento?
No nos debemos olvidar de que cualquier generalización va a resultar injusta. Tú decías al principio de nuestra conversación que te considerabas una privilegiada al tener trabajo. La vida de las personas cambia radicalmente cuando ese problema no está resuelto y ahora hay muchas personas cuya vida económica se enfrenta a una incógnita en el presente y en el futuro inmediato. Personas que antes podían ir a comprar comida al supermercado, ahora tienen que ponerse en una fila [para recibir ayuda], lo que puede resultarle indigno a alguien. Desde aquí, le diría a quien tenga que acudir a esa prestación que no lo es, la inequidad es algo que debemos resolver desde la sociedad.
Dicho esto, debemos sacar conclusiones. Indiscutiblemente, es un momento de oportunidades a cualquier nivel, desde el punto de vista del control de la persona, de aprendizaje psicológico, desde el conocimiento -hemos aprendido cosas que antes no sabíamos-, seguramente hábitos -por ejemplo, ahora cuando quedamos para una reunión virtual nuestra puntualidad ha mejorado ostensiblemente y ojalá que permanezca en el tiempo. Ojalá también hayamos aprendido a valorar algunas cosas, a no olvidar la importancia de ciertas profesiones… Pero por lo que decía el otro día un camionero: “Al principio me trataban muy bien y ahora me tratan igual de mal que antes”. No sé si se puede generalizar, pero desde luego es una oportunidad para aprender.
Más información, en la plataforma Gestionando Hijos.