Hasta hace pocos años la historiografía española se había ocupado muy poco de la historia de Cerdeña, pese a que esta isla mediterránea fue una pieza fundamental de la Corona de Aragón y la Monarquía Hispánica a lo largo de cuatro siglos (del XIV al XVIII). Con el fin de profundizar en esta relación, el ciclo ‘Historias del Mediterráneo’ contará en su próxima sesión con Lluís Guia, Profesor Titular de Historia Moderna de la Universitat de València e Investigador Asociado del Istituto di Storia dell’Europa Mediterranea, Consiglio Nazionale delle Ricerche (Cagliari, Italia), uno de los mayores expertos en la materia en nuestro país.
La charla ‘Cerdeña, un reino de la Corona de Aragón’, podrá seguirse el lunes 24 de mayo a las 19 h. a través de la web de Casa Mediterráneo y sus redes sociales en una sesión que será moderada por el Embajador Dámaso de Lario. En una entrevista, Lluís Guia nos adelantó algunas de las cuestiones que abordará en el encuentro virtual.
Lluís Guia se ha convertido en uno de los historiadores de referencia de la historia del Reino de Cerdeña en la Edad Moderna, habiendo sido invitado a casi la totalidad de congresos españoles e italianos, en los que se ha tratado, junto a otros territorios de la Monarquía Hispánica, el Reino Sardo. En sus estudios, el historiador ha dedicado una especial atención a las repercusiones en Cerdeña de la Guerra de Sucesión a la Corona de España y los cambios dinásticos que trajo consigo.
Gracias a su amplia trayectoria en contacto con la historiografía italiana y su dedicación a la historia sarda, Lluís Guia acaba de terminar la edición de uno de los Parlamentos del Reino de Cerdeña de la Edad Moderna, siendo el único historiador no italiano que ha recibido este encargo por parte del Consiglio Regionale della Sardegna.
La historia de Cerdeña estuvo ligada a la de España durante cuatro siglos. ¿Qué importancia tuvo Cerdeña para para Corona de Aragón y posteriormente para la Monarquía Hispánica?
No se puede entender la Corona de Aragón en toda su dimensión ni en toda su cronología sin el Reino de Cerdeña. Su proceso de conquista, que no es puntual, sino más bien un proceso de negociación, de expansión comercial desde Cataluña y Valencia y feudal de la nobleza, culmina en el siglo XIV cuando Cerdeña se incorpora como reino a la Corona de Aragón. Pero la construcción político-institucional de ese reino en el seno de la Corona de Aragón continúa desarrollándose a lo largo de los cuatrocientos años en los que Cerdeña forma parte de ella.
Y a mitad de este periodo, la Corona de Aragón, por el matrimonio de los Reyes Católicos, confluye con la Corona de Castilla y luego más tarde, con Carlos V, con otros territorios europeos. Así a partir del siglo XVI nos encontramos con la llamada Monarquía Hispánica, donde se incluye la Corona de Aragón, y Cerdeña es una parte importante porque además sigue el modelo valenciano, catalán, y en menor medida aragonés, para desarrollar sus instituciones.
Cerdeña se mantuvo como uno de los pocos reinos fieles a la Monarquía Hispánica durante los momentos más críticos de mediados del Seiscientos. ¿Por qué?
Quizás por su mayor dependencia de las elites respecto a las clientelas que existían a lo largo y ancho de toda la monarquía. Políticamente era más débil, por lo tanto su vinculación con la monarquía le brindaba la posibilidad de obtener beneficios para reforzar a esas elites. Por ejemplo, el régimen feudal en Cerdeña y en Valencia, que compartían muchas veces las mismas familias, era fundamentalmente semejante, pero había una diferencia muy importante y es que la sucesión femenina no existía en Cerdeña y sólo se conseguía de manera excepcional mediante la solicitud a la monarquía. Eso hacía depender a los nobles del favor real en un momento determinado en el que su descendencia carecía de varones y sólo había mujeres.

Castelsardo, Cerdeña
Conviene recordar que la Monarquía Hispánica, aparte de Cerdeña, tenía Nápoles y Sicilia. Nápoles era el bastión y el centro neurálgico de la monarquía frente al peligro turco. Eso no quiere decir que los turcos no se pasearan por las costas de Cerdeña, invernaran en Marsella en alianza con la Monarquía francesa… Cerdeña de alguna manera era un portaaviones. Política o económicamente podía ser no demasiado importante, pero estratégicamente lo era y había que mantener ese portaaviones a salvo.
Había todo un sistema de defensa de la costa, que se desarrolló primero aquí en la península y se exportó a Cerdeña y también a Sicilia, formado por torres de vigilancia, compañías de soldados, de caballería… Tú misma habrás visto algunas de las torres que hay en la costa valenciana. En Cerdeña es una gozada verlas porque como no ha habido tanta especulación urbanística todavía se pueden divisar, de una torre a otra, a lo largo de casi toda la costa de la isla. Así, la monarquía consiguió mantener a salvo sus territorios gracias a este sistema de defensa que se fue desarrollando desde mediados del siglo XVI, y a las flotas de Sicilia, de Nápoles y de Cerdeña.
¿Cuáles fueron las repercusiones en Cerdeña de la Guerra de Sucesión a la Corona de España (1701-1713) y los cambios dinásticos que trajo consigo?
Cerdeña había formado parte inseparable de la Corona de Aragón, pero de lo dicho a lo hecho cambian las cosas en el transcurso de la historia. Cerdeña no fue un gran escenario de batallas en la Guerra de Sucesión. Un primer periodo borbónico acabó en 1708, cuando pasó al bando austracista. A partir de ese momento empezó lo que una terminología poco afortunada llama el periodo austriaco, pero realmente Cerdeña entre 1708 y 1717 fue gobernada por el rey Carlos III según la denominación de aquel momento, conocido como el Archiduque Carlos. Inicialmente Cerdeña fue gobernada desde 1708 hasta 1713 desde Barcelona, después desde Viena. Allí en 1714 se creó un Consejo de España para gobernar los territorios de la Monarquía española que formaban parte de lo que consiguió retener el rey Carlos. A través de ese Consejo de España en Viena se gobernaba Nápoles, Milán, los Países Bajos y Cerdeña, porque Sicilia no formaba parte de ese mundo. Hubo una gran continuidad político institucional interna, de tal manera que las instituciones no cambiaron, ni las elites.
Del periodo borbónico se pasó al periodo austracista y éste finalizó con la invasión borbónica de 1717. Fueron tres años en los que Felipe V volvió a Cerdeña, pero las potencias europeas lo obligaron a retirarse. En ese contexto, abandonó Cerdeña y la cambió por Sicilia. Y Cerdeña pasó entonces a manos de los Saboya. Por tanto, en esos 20 años, Cerdeña mantuvo una gran continuidad, que incluso prosiguió en los años siguientes. La hispanización de Cerdeña, de hecho, continuó más allá de 1720. El castellano siguió avanzando a costa del catalán. Todos los bandos y órdenes de gobierno que llegaban desde Turín a través de los virreyes de los Saboya se tradujeron al castellano hasta bien entrado el siglo XVIII.
En Cerdeña se produjo una gran frustración, al menos de las elites, por su separación del mundo hispánico. Cuando hablo del mundo hispánico me refiero tanto a Madrid como a Viena, a esos dos monarcas [Felipe de Borbón y el Archiduque Carlos de Austria], que se habían peleado por la herencia de Carlos II [el monarca falleció sin descendencia, lo que desató la Guerra de Sucesión].
¿Por qué ha historiografía española hasta hace poco no se ha ocupado lo suficiente de la historia de Cerdeña, pese a su importancia?
Creo que se debe a una razón psicológica para no recordar un fracaso. Cerdeña era el territorio más hispanizado -lo que no quiere decir que no tuviera su idiosincrasia sarda- de todos los que existían en Europa. Había plurilingüismo, se hablaba catalán, castellano y sardo. El italiano se introdujo más tarde.
Hay que tener en cuenta que los feudos, los señoríos sardos, gran parte del territorio, seguían dependiendo de nobles que se fueron a España: el Duque de Gandia, el Duque de Mandas, el Marqués de Quirra, que es el Marqués de Nules… Es decir, hasta mediados del siglo XIX la nobleza importante sarda vivió en España y padeció las represalias de los Saboya cada vez que esta Casa se enfrentaba a los monarcas españoles en cualquier guerra internacional. La historiografía española no quiso reconocer que un territorio tan hispanizado se hubiera podido perder.
Haciendo alusión a las lenguas que se hablaban en Cerdeña, me ha llamado la atención que todavía subsista el alguerés, una variante del catalán que se sigue hablando, aunque cada vez menos, en la ciudad de Alguer, en la costa oeste de la isla. ¿Cómo surgió este dialecto y cómo ha permanecido hasta nuestros días?
En primer lugar, la ciudad de Alguer fue repoblada por catalanes. Eso no quiere decir que no hubiera otras ciudades, como la propia capital (la parte central del barrio del castillo), que fueran absolutamente catalanas. Pero el hecho de que Cagliari sea la capital de la isla ha ocasionado que haya sufrido a lo largo de la historia, lógicamente, las perturbaciones sociales y políticas y las sustituciones lingüísticas pertinentes, de tal manera que el catalán ha desaparecido totalmente de allí. Mientras que Alguer, al ser una ciudad secundaria, ha mantenido esa cohesión lingüística. Alguer actualmente tiene unos 40.000 habitantes, es una ciudad que ha crecido bastante. De ellos, quizás unos 15.000 hablen catalán o alguerés y otros 10.000 más lo entiendan.
El problema de la pervivencia de la lengua es que, como en cualquier ciudad, el centro se vacía y se deteriora y la población busca mejores viviendas en el extrarradio, por lo tanto la cohesión lingüística o social es difícil de mantener. Aún así, si vas a una tienda en Alguer y hablas en valenciano o catalán te entienden y te responden. El sentido comercial hace que si te hablan en una lengua intentes responder en la misma lengua. Suelo gastar la broma de que ha hecho más por el alguerés de Cerdeña Ryanair, con un vuelo diario desde Cataluña desde hace muchos años, que el propio Òmnium Cultural. Si aterrizan allí cada día cien personas que hablan catalán y van a los comercios, lógicamente los comerciantes se espabilan.
Y en la administración pública de la época medieval y moderna, hasta el siglo XVII inclusive, tanto los parlamentos como las actas municipales están redactadas en catalán. El castellano empieza a aparecer a finales del siglo XVII y se convierte casi en la única lengua. Los parlamentos desaparecen y con ellos las actas parlamentarias, aunque las actas municipales sí continúan, pero a partir de la Guerra de Sucesión siguen redactándose en castellano hasta casi la segunda mitad del siglo XVIII. El catalán había desaparecido. ¿Por qué? Porque las elites habían seguido un proceso de castellanización, como en Valencia desde la época de Felipe II, y el tejido social de fondo no hablaba catalán. Entonces, al abandonar las elites el catalán, el castellano se convierte en la lengua de la administración a principios del siglo XVIII. Todas las relaciones entre Cerdeña y Viena, por ejemplo, se realizaban en castellano.
Actualmente está preparando la edición de uno de los ‘Parlamentos del Reino de Cerdeña de la Edad Moderna’, siendo el único historiador no italiano que ha recibido este encargo por parte del Consiglio Regionale della Sardegna. ¿Nos puede adelantar algo?
Después de tantos años yendo a Cerdeña desde el Consiglio Regionale della Sardegna me propusieron que me encargara de publicar este Parlamento de 1543, el Parlamento Cardona, denominado así porque recibe el nombre del virrey que los preside, y era Antonio de Cardona. Ante tan honor accedí. En estos momentos se encuentra en imprenta y en unos meses se publicará.
¿En qué ha consistido su trabajo?
Esta colección del Consiglio Regionale della Sardegna lo que hace es publicar las actas de las reuniones parlamentarias. Estas cortes estaban formadas por los grupos sociales importantes, con representantes de la Iglesia, la nobleza, las ciudades. Se reunían en Cerdeña cada diez años. La convocatoria se hacía desde la Corte de Madrid, la presidía el virrey y tenía un funcionamiento prácticamente mimético al de las Cortes Valencianas porque ambas tomaban como modelo las Cortes Catalanas. En estas reuniones parlamentarias se desarrollaba una actividad legislativa, judicial para reparar los contrafueros, económica para dar un servicio al rey y otra serie de actividades menores.
Yo me he encargado de publicar el texto y de hacer un estudio introductorio, que consta de 200 páginas. La transcripción de todo el texto está en latín y en catalán. Está recogido en pequeñas fichas, siguiendo el criterio editorial, que van a ser publicadas en italiano para que público lector de allí lo pueda entender.
¿Cómo se ha documentado usted en sus investigaciones sobre la historia de Cerdeña?
Aterricé, en el sentido estricto de la palabra, en el año 1984 para participar en un congreso que precisamente era el punto de partida de este proyecto editorial. Asistí para hablar de las Cortes Valencianas -en ese momento desconocía la historia de Cerdeña- y al hacer una primera visita turístico científica a los archivos me di cuenta de que estaba ante una realidad absolutamente igual a la valenciana. A partir de ahí fui acudiendo a los archivos, poco a poco me encontré con una realidad de la Corona de Aragón que desconocía y conocí a historiadores locales que me fueron asesorando. Ha sido una labor de casi 30 años. En la actualidad, en muchos congresos se acuerdan de Cerdeña, y de alguna manera está siendo reencontrada por la historiografía española.


Lapida en recuerdo del Virrey español Don Manuel Gómez de los Cobos, Marqués de Camarasa, asesinado en la calle Canelles de Cagliari.
Después de tantos años de relación hispano-sarda, ¿qué vestigios españoles se pueden encontrar en la isla?
Por ejemplo, en un callejón de Cerdeña hay una lápida escrita en castellano recordando que en ese punto se asesinó a un virrey. Puedes entrar en una Iglesia y encontrarte un texto en castellano con la dedicatoria de un virrey o una lápida detrás de una puerta en catalán… Ese tipo de huellas, si uno tiene sensibilidad las ve. Estos vestigios se encuentran también en las expresiones religiosas. Allí se mantienen los gozos, una tradición valenciana de cantos a los santos en las iglesias, y es muy entrañable.