Su pasión por el periodismo condujo a Luis Mazarrasa a alejarse de sus estudios de Derecho para llenarse de experiencias a través de un largo viaje a la India. Sus reportajes de viajes comenzaron a publicarse en un periódico de Santander y posteriormente decidió cursar el Master de Periodismo de El País, diario donde también encontraron espacio sus crónicas.
Su especialización en este género a lo largo de veinte años le ha llevado a publicar más de cincuenta guías de viajes de la colección ‘Guía azul’ y además ha escrito varios libros: ‘Viajero al curry’ sobre sus primeros viajes a la India; ‘Humayun. Emperador de la India’ (Ed. Geslican Montañas de Papel), una novela histórica acerca del segundo emperador mogol del país; y ‘Del Napalm al iPhone’ (Ed. Nueva Estrella), un recorrido por Camboya y Vietnam en los últimos 25 años.
Luis Mazarrasa compartió sus enriquecedoras experiencias como periodista, escritor de viajes y viajero incansable el pasado 27 de noviembre en el ‘Taller Literario Mediterráneo’ organizado por Casa Mediterráneo en la Librería 80 Mundos.
La mayoría de escritores reconoce que quería dedicarse a la literatura desde su más tierna infancia. ¿Es éste su caso?
No, yo siempre quise ser periodista. De hecho, me considero más periodista que escritor. He escrito tres libros y más de 50 guías de viajes, pero todavía tengo reparos a la hora de considerarme escritor.
¿Cómo comenzó su aventura de dedicarse a escribir guías de viajes?
En realidad estaba estudiando Derecho, pero cuando llegué a cuarto me di cuenta de que no me gustaba. Estuve unos años “brujuleando” un poco y me fui de viaje a la India durante casi un año, recorriéndomela de cabo a rabo. Los hippies y los místicos solían decir que iban a la India a encontrar la verdad y curiosamente cuando volví de allí fue la primera vez que se me ocurrió publicar en un periódico parte de mis viajes al país. A partir de ahí me entró el virus del periodismo, muy fuerte. Es así como comencé a escribir.
En la India me ocurrieron muchas experiencias de todo tipo y empecé a publicarlas en un periódico de Santander. Luego seguí con la carrera de Derecho, que nunca ejercí, y después estudié el Master de Periodismo de El País. Desde entonces, he ejercido como periodista y en los últimos veinte años me he dedicado al periodismo de viajes y a escribir libros de esta temática.
Sus guías combinan profusión de datos y consejos prácticos para desenvolverse en los lugares que describe. ¿Como prepara los libros y cuánto tiempo pueden llevarle?
Depende del tamaño del país. Para escribir una guía como la que hice sobre la India o Brasil tuve que ir varias veces y recorrer diferentes regiones en cada viaje. En países más pequeños o que tienen menos sitios que ver, como Nepal o Camboya, es mucho más sencillo y puedo hacerlo en un mes y medio o dos en un primer viaje. Luego, actualizar una guía resulta bastante más sencillo, porque el noventa por ciento está hecho y sólo tienes que controlar qué ha pasado con esos hoteles o restaurantes de los que hablabas, si hay un tren nuevo, si se han producido cambios en los vuelos…
Una de sus guías la protagonizan Siria y Líbano, ¿qué destacaría de estos países, sometidos actualmente a la guerra y la inestabilidad?
La segunda vez que estuve en Siria, actualizando la guía, el primer día me pilló el inicio de la revuelta callejera. De ahí me fui a trabajar al Líbano. Siria me parece uno de los países más interesantes del mundo. Tiene hasta 3.000 recintos arqueológicos, probablemente es el país del mundo con mayor número de ellos en proporción a su tamaño. Además, la gente de Siria y Líbano es la mejor que he conocido. En Oriente Medio es donde se encuentra la gente más educada, se nota que tiene tras de sí una cultura antiquísima, de donde procede la nuestra también, y creo que es lugar donde me he sentido más seguro y más generosamente tratado.
En Siria hay mucha conexión con España. En los mejores restaurantes de Damasco era muy corriente ver el retrato de Don Juan Carlos y Doña Sofía, a quien recuerdan especialmente por sus frecuentes viajes al país. Y la gente tiene presente que los Omeyas vinieron de Siria a España y que la Mezquita de Córdoba es la única que rivaliza con la de Damasco. Líbano, sin tener tanto patrimonio histórico, dispone de lugares importantes como Baalbek o donde se encontró la primera tablilla que sirvió para descifrar el alfabeto de los fenicios.
Estoy deseando que acabe la guerra en Siria y ser de los primeros en volver para promocionar el turismo, porque es un país que se lo merece.
Su último libro se titula ‘Del Napalm al iPhone’. ¿Por qué ese título?
Aparte de las guías de viaje he escrito tres libros. El primero fue ‘Viajero al curry’, donde condensé mis primeros nueve viajes a la India a lo largo de 25 años. Luego escribí una novela histórica sobre el segundo emperador mogol de la India, Humayun, del siglo XVI, hijo de quien introdujo la dinastía mogol en el país. Y ‘Del Napalm al iPhone’ es un compendio de mis cinco primeros viajes por Vietnam y Camboya en los últimos 25 años. Los pocos viajeros que había en esa zona hacíamos una especie de turismo de guerra. Por nuestra mitología de la Guerra de Vietnam, ‘The Killing Fields’ (traducida en España como ‘Los gritos del silencio’) o ‘Apocalypse Now’ de Coppola, íbamos allí a ver el museo de los restos de guerra en Saigón.
Yo, por ejemplo, fui a entrevistar a las víctimas de la masacre de My Lai (Vietnam), en la que los marines estadounidenses exterminaron una aldea de civiles. También visité los hospitales de Saigón, donde están las víctimas del agente naranja, el defoliante de la guerra química que utilizó Estados Unidos y que treinta años más tarde ha provocado que sigan naciendo niños con taras. La dioxina del agente naranja se transmite por el ADN y no se sabe durante cuántas generaciones. Veía también gente por la calle con quemaduras tremendas, al preguntarles qué les había pasado me marcaban en la palma de la mano: 1972 y apuntaban al cielo. Eran víctimas del napalm. Con el transcurrir de los años, la gente sigue hacia delante y aunque no lo han olvidado del todo quieren dejar la guerra atrás.
El tipo de viajero que me encuentro ahora es muy diferente, ya no va buscando la historia ni los restos de esas guerras tan terribles, sino que está enfrascado, por desgracia, en su pantalla del iPhone. Por eso el libro se llama ‘Del Napalm al iPhone’. Muchísimos viajeros hoy en día están en un café en Oriente, donde la calle es un espectáculo, un teatro al aire libre, y en una mesa se encuentran chateando y además cuando vuelven a su país ya no tienen nada que contar a sus amigos. Eso lo vi por primera vez en una playa de la India, en Varkala, hace muchos años. Había estado 20 años antes y recordaba que en el acantilado sobre esa playa por las tardes-noches estábamos todos los hippies hablando. Cuando regresé años después volví a esa misma playa por la noche y no había nadie. Estaba todo el mundo en un cibercafé, mirando Varkala en el ordenador. Ése fue uno de los primeros flashes que tuve.
Además, ha habido muchos accidentes de gente haciéndose selfies. Los fiordos de Noruega, otra de mis guías, es uno de los sitios donde más personas se han despeñado por hacerse selfies. En algunos puntos han llegado a colocar imágenes del lugar para que los turistas se hagan las fotos en un decorado.
En Camboya, los famosos templos de Angkor, ¿están atestados de turistas o aún quedan lugares vírgenes?
A mis amigos y en mi guía de Camboya recomiendo que se visite Angkor-Wat y los templos de alrededor fuera de los meses de julio, agosto y Navidad. Y hay una forma de visitarlos haciendo el recorrido inverso que hacen los turistas y los mochileros. Todo el mundo va a la salida del sol a un templo a sacar la foto, que además se ve muy pequeño, y lo mismo ocurre a la puesta de sol, cuando los grupos y los mochileros se concentran en la parte posterior del templo principal. Entonces, lo que aconsejo es hacer el circuito al revés. El famoso templo del Bayón, que tiene las doscientas y pico caras, durante el día no lo visito, pero a la puesta de sol se va todo el mundo y te puedes encontrar solo. Hay centenares de templos. La gente suele ir a Angkor un día, pero yo creo que al menos hay que permanecer tres o cuatro. En el momento en el que te alejas de los templos centrales te encuentras en sitios alucinantes.
El resto de los restos importantes de Camboya son angkorianos o pre-angkorianos y se hallan en lugares remotos a los que cuesta más acceder. No se puede ir en época de lluvias, se tiene que viajar en todoterreno y si se va en moto, al llegar a determinados lugares hay que subirla a una canoa para cruzar el río. Cuesta llegar pero cuando lo consigues te encuentras un templo en ruinas, pero en parte muy bien conservado, en mitad de la jungla, donde no hay nadie excepto el guarda. Camboya es el único país del mundo donde puedes llegar a un templo medieval impresionante en mitad de la jungla y estar solo. Me recuerda siempre al templo de los monos de Mowgli, de la película ‘El libro de la selva’ de Walt Disney, que de hecho está basado en uno camboyano.
¿En Camboya persiste el peligro de las minas antipersona?
Sí. Los templos de las zonas remotas están señalizados. No hay que salirse del sendero porque todavía quedan minas. Hasta hace poco Camboya era el país del mundo con más gente muerta o herida a causa de las minas, aunque cada vez ocurre menos, gracias a los trabajos de desminado. En mis guías incluyo fotos de carteles que dicen “¡Cuidado, minas!” con calaveras con dos tibias cruzadas.
¿Es seguro viajar con mochila por el Sudeste asiático?
Sí, es la zona más segura del mundo, no se puede comparar con Sudamérica ni con África. Realmente tienes que tener muy mala suerte para que te ocurra algo o ser muy imprudente. Hay un montón de mujeres jóvenes viajando solas, con la mochila. El mayor peligro que veo allí para los europeos es que las leyes son muy estrictas.
Cualquier tontería que hagas en Europa tiene como consecuencia que te lleven a comisaría y que pagues una multa, mientras que con una estupidez en Tailandia te vas cinco años a la cárcel. Por ejemplo, pintar un grafiti en Tailandia implica primero pagar su limpieza -no como ocurre en España cuya coste en millones de euros lo tenemos que pagar los contribuyentes a través de los impuestos- y pagar una multa. El otro día una pareja formada por una australiana y un inglés hizo una pintada de fútbol en un monumento y le piden cinco años de cárcel. Cumplirán uno o dos años, tendrán que pagar unos 80.000 euros de multa y serán expulsados de Tailandia para siempre.
Este verano unos mochileros españoles en Chiang Mai pasaron de noche por una tienda de alimentos que se había quedado medio abierta, en plan gamberro dieron una patada a la puerta y robaron unas bebidas. Les pilló la policía y les detuvo por allanamiento de morada y robo. Les va a costar dos o tres años de cárcel. El mayor peligro que detecto en esos países es que la gente se desmadra mucho con las drogas y no es Europa. Allí un pequeño delito es muy grave, pero yendo sin hacer tonterías son lugares muy seguros.
¿Qué le atrajo de la figura del emperador Humayun para escribir una novela sobre él?
Humayun fue el segundo emperador del Imperio mogol en la India. Los mogoles llegaron a la India desde lo que hoy es Uzbekistán tras perder su patria espiritual, Samarcanda, a manos de los uzbecos. Los mogoles se vieron expulsados hacia Afganistán y desde allí conquistaron el norte y el centro de la India para inaugurar una dinastía que duraría trescientos años hasta que los ingleses los depusieron en 1858. Humayun es hijo de Babur, quien invadió la India. Tanto Babur como su nieto Akbar, el hijo de Humayun, fueron dos ganadores, dos triunfadores natos y hay varios libros sobre ellos. Babur por conquistar la India y Akbar por ser el emperador más sabio, el que expandió el imperio y el que consiguió la convivencia entre todos los credos de la India.
Sobre Humayun hay muy poco escrito porque fue al mismo tiempo un triunfador y un perdedor, por lo que se me hizo más cercano. Heredó la India, pero la perdió enseguida para volver a recuperarla y tuvo una vida llena de altibajos. El tipo fue un héroe, muy valiente luchando, buen musulmán, devoto y piadoso, pero a la vez le gustaba mucho el alcohol, las juergas, era mujeriego, opiómano… No quiero contar más para no desvelar toda la trama de la novela.
Es un personaje muy interesante, estaba muy obsesionado con la astronomía y la astrología. Era descendiente directo del sultán astrónomo que en Samarcanda inauguró uno de los primeros observatorios astronómicos de la zona y escribió un libro de astronomía allá por el siglo XIII. Humayun además de heredar esa pasión, también se sentía atraído por la astrología, los métodos de adivinación, era muy supersticioso… y todas las decisiones que tomó en su vida obedecieron a complicados cálculos astronómicos. A mí me fascina su historia. Su tumba es el monumento más importante de Nueva Delhi, el más impresionante y el mejor conservado, y se considera el antecedente del Taj Mahal.