Plantas, flores, frutas sumergidas y bodegones inspirados en las pinturas del Museo del Prado aparecen retratadas en la exposición ‘La flora mediterránea en la obra de Pilar Pequeño’, que tras su inauguración el pasado mes de septiembre en Casa Mediterráneo recala ahora en el Museo del Mar de Santa Pola. La muestra se presentará el próximo 31 de marzo a las 19 h. en el Castillo-Fortaleza de la localidad, sede central del museo, con la colaboración de los ayuntamientos de Elche y Santa Pola. Las entradas para asistir a la inauguración son gratuitas, previa reserva a través de este enlace.
Pilar Pequeño, reconocida con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y Premio PhotoEspaña 2019, a lo largo de 16 fotografías en gran formato pone de manifiesto la belleza de diversas especies introducidas en el Mediterráneo por egipcios, fenicios, griegos, cartagineses o musulmanes a las que otorga un aspecto pictórico y un halo etéreo gracias a sus juegos de luz.
No es la primera vez que el Museo del Mar de Santa Pola colabora con Casa Mediterráneo. Entre otras iniciativas que se remontan a antes de la pandemia, desde el pasado verano el museo alberga la exposición ‘Tabarkinas’, obra de la fotógrafa Carma Casulá que hace un recorrido por la cultura tabarquina diseminada por las islas sardas de San Pietro y Sant’Antioco en Italia, la Tabarka de Túnez, la alicantina Nueva Tabarca y la población portuaria de Pegli, cercana a Génova. Fruto también de esta colaboración, el Museo del Mar de Santa Pola fue el escenario el pasado mes de septiembre del concierto del Ensemble Casa Mediterráneo “Música y letras del Siglo de Oro”, un recital que fusionó música y teatro con textos de Cervantes bajo la batuta del maestro Ignacio García-Vidal.
Con el propósito de asomarnos al Museo del Mar de Santa Pola, dedicado a conservar y proteger la memoria de este antiguo pueblo marinero, así como conocer la naturaleza de la colaboración establecida con Casa Mediterráneo, mantuvimos una entrevista con su responsable, María José Cerdá-Bertoméu, directora de Museos y Patrimonio Histórico.
¿Cuándo comenzó la colaboración entre el Museo del Mar de Santa Pola y Casa Mediterráneo y en qué consiste?
La colaboración entre el el Museo del Mar de Santa Pola y Casa Mediterráneo tiene larga trayectoria. La primera vez que colaboramos fue en relación a una performance que realizamos en la sede de la institución sobre la cultura marinera. A partir de ahí llevamos una muestra de oficios tradicionales vinculados con el mar. Casa Mediterráneo siempre ha valorado el trabajo que desde aquí hacemos como museo de la mar, siendo muy consciente de que ambos valoramos la potenciación de las relaciones entre los pueblos marineros y el muto conocimiento. Y aunque nosotros somos un museo y nuestra principal función consiste en investigar, conservar, poner en valor y divulgar el patrimonio, de una u otra forma también practicamos una suerte de diplomacia cultural porque somos una institución que es embajadora del destino Santa Pola y su cultura tradicional. Por lo tanto, dentro de las actividades que llevamos a cabo también practicamos un enfoque de diplomacia cultural en el que intentamos estar en red con diferentes instituciones relevantes vinculadas a la investigación de la cultura marinera, al diálogo entre comunidades, etc.
Nuestro enfoque siempre ha sido muy internacional. A pesar de ser un museo local, pensamos que no podemos hablar de lo autóctono sin una perspectiva global porque Santa Pola no es una realidad aislada, sino que pertenece a una cultura mediterránea y a un entramado de tierra y mar que inexorablemente tiene conexiones históricas y culturales a lo largo del tiempo. Nos encontramos entonces con un nexo de unión. Lógicamente, dependemos de una administración local como es el Ayuntamiento y Casa Mediterráneo es la institución más relevante de nuestro país encargada de la práctica del diálogo entre los pueblos del Mediterráneo. En esas dos funciones hay un punto de encuentro, en virtud del cual Casa Mediterráneo nos invitó a iniciar un camino juntos.

Inauguración de ‘Tabarkinas’ en el Museo del Mar de Santa Pola.
La exposición “Tabarkinas”, obra de la fotógrafa Carma Casulá, recaló en el Museo del Mar el pasado verano. ¿Qué aspectos destacaría de esta muestra?
Fue un gran hito en la colaboración entre ambas instituciones. Casa Mediterráneo entendió que Santa Pola desempeñaba un papel relevante en la historia de la tabarquinidad. Y eso hizo que la primera exposición que itineró desde Casa Mediterráneo hasta el Museo del Mar fuera “Tabarkinas”. De hecho se puede disfrutar todavía, hasta que sea sustituida por la exposición de Pilar Pequeño. Ahí arrancamos este tipo de colaboración en formato expositivo.
Enseguida vimos que “Tabarkinas” aquí ha adoptado otra dimensión por la propia naturaleza del Museo del Mar. Casa Mediterráneo ocupa un edificio maravilloso, amplio, exento, donde puedes experienciar la exposición con una única mirada. Toda la instalación te seduce de golpe en esa gran sala. El Castillo-Fortaleza, donde se ubica la sede central del Museo del Mar, es una fortificación renacentista del siglo XVI que se construyó no para ser museo, sino para defendernos de los ataques de la piratería, y este es uno de los hechos que se cuentan en la exposición “Tabarkinas”. En su interior, el museo está dividido en pequeñas salas que se visitan en un continuum. Cuando traemos exposiciones como “Tabarkinas” o la de Pilar Pequeño y las ubicamos en las diferentes estancias musealizadas, que representan aspectos etnográficos y antropológicos de la cultura marinera local, adquieren otra dimensión e incluso otra narrativa. La propia exposición entra en diálogo con la experiencia que el visitante está teniendo de los diferentes ambientes relacionados con la cultura marinera. “Tabarkinas” ha sido muy bien recibida por parte de la comunidad local y de nuestros visitantes. Ahora nos enfrentamos al siguiente reto: llevar a cabo la excelsa exposición de la obra de Pilar Pequeño.
¿Qué nos dice esta nueva exposición sobre el Mediterráneo?
La obra de Pilar Pequeño es sustancialmente diferente a la exposición “Tabarkinas”, pero también desde un punto de vista de la naturaleza habla del Mediterráneo y de nuestra cultura. De nuevo, Casa Mediterráneo vuelve a ser generosa con nosotros y a brindarnos la oportunidad de itinerar esta exposición.
Quiero manifestar el profundo agradecimiento del Museo del Mar por contar con nosotros como un potencial partner para vincularnos allí donde Casa Mediterráneo estime que nuestra participación suma a un proyecto.

‘Cebollas sobre plato de estaño’, incluida en la exposición ‘La flora mediterránea en la obra de Pilar Pequeño’ – © Pilar Pequeño
El museo tiene tres ubicaciones: su sede central en el Castillo-Fortaleza, el yacimiento arqueológico Portus Ilicitanus y el barco pesquero Esteban González. ¿Qué importancia tuvo Ilici y su Portus Ilicitanus en la época romana?
Primero, resulta conveniente explicar por qué el museo sale de las clásicas salas de un recinto y empezamos a abordar la puesta en valor de otros recursos patrimoniales, porque no es algo habitual. Los museos suelen ser experiencias que se ubican en un edificio. No es el caso de la metodología de trabajo del Museo del Mar de Santa Pola. Lo que hacemos -y está recogido en nuestro plan museológico, que se puede descargar en el apartado de publicaciones de nuestra web- es vertebrar la puesta en valor de diferentes elementos patrimoniales tangibles e intangibles y las colecciones arqueológicas, etnográficas y artísticas dependientes del Museo del Mar. Así, en los últimos tiempos llegamos a la conclusión de que el Museo del Mar, que nació hace más de 30 años en el entorno del Castillo-Fortaleza, necesitaba salir porque era preciso contar a la ciudadanía y los visitantes una narrativa que, como decía, tiene mucho que ver con la diplomacia cultural. ¿Por qué esa necesidad de traspasar las fronteras del castillo? Porque como fortaleza defendemos el patrimonio, pero a veces esa muralla para la ciudadanía también puede ser metafóricamente un muro que separa la gestión pública de la sociedad civil, de las personas a las que nos dirigimos.
Al salir del museo hemos querido potenciar una narrativa en la que ubicamos a Santa Pola como un puerto comercial y de mar atávico e histórico, es decir, vincular toda la historia de la ciudad y los diferentes elementos tangibles, como las torres vigía o los yacimientos arqueológicos, que son resultado de una cultura que ha relacionado la tierra y el mar. Mediterráneo es una palabra que nos sirve a la vez para llamar a una tierra y a un mar. Esa relación entre las personas que viven de la tierra y las que viven del mar ha condicionado la historia de este territorio, que en época romana era el Portus Ilicitanus. Entendiendo que Ilici no era sólo la actual Elche, sino lo que hoy sería el Valle del Vinalopó. Los puertos como el de Santa Pola, localidad que en aquel momento no existía como tal, son lugares de entrada, de intercambio, de mestizaje. Y ser puerto de mar, lo que lleva consigo tanto tareas pesqueras, esa cultura marinera tan potente, como actividades comerciales caracteriza a este territorio.

Casa romana del Portus Ilicitanus
Resultado de esto: yacimientos arqueológicos como el de la Picola y el Portus Ilicitanus, del cual todo no está ni excavado ni puesto en valor porque ocupa una gran extensión del actual término municipal de Santa Pola. Lo que hemos hecho en los últimos años gracias a un proyecto europeo denominado FEDER ‘Puesta en Valor del Yacimiento Portus Ilicitanus’ y a la financiación por un lado de la UE y por otro de la Presidencia de la Generalitat Valenciana y del propio Ayuntamiento de Santa Pola, ha sido investigar, conservar, restaurar, poner en valor y divulgar una pequeña parte de ese puerto para que nos sirva de nuevo para la generación de una narrativa. Nos encargamos de la historia y esta es un relato que nos contamos a nosotros mismos sobre cuáles son nuestros orígenes, quiénes somos y cómo nos proyectamos como pueblo hacia el futuro. La historia tiene esa capacidad de generar relatos. Y la cultura no es más que relatos que creamos sobre nosotros mismos para generar nuestra autoimagen y la representación externa que queremos proyectar hacia el presente, hacia el futuro y hacia los demás.
Ese Portus Ilicitanus puesto en valor es como una sala externa del Museo del Mar. ¿Por qué? Porque hablar del Museo del Mar supone referirse, por ejemplo, no sólo a las actuales Salinas de Santa Pola y el importante uso de la sal en la actualidad, sino también a la factoría de salazones que tenemos ubicada en el yacimiento arqueológico de La Picola donde en el siglo IV después de Cristo se elaboraba garum, una salsa de pescado apreciadísima que se usaba en los mejores banquetes romanos de la época. Eso también es cultura marinera, nos lleva a hablar del Mediterráneo, de su historia y de cómo una zona geográfica que tiene una serie de características -sierra, mar, salinas, área portuaria, bahía natural- lleva a lo largo de los siglos a generar determinadas expresiones culturales tangibles e intangibles.
Otra de las salas externas que tenemos es etnográfica, ya no arqueológica, como has comentando: el barco musealizado Esteban González. Un arrastrero de los años 80.
¿Qué se cuenta a través de ese barco?
Contamos, mirando hacia atrás pero también hacia el presente, las características de la cultura marinera y de la pesca en el Mediterráneo; el proceso de evolución desde una pesca artesanal hasta una mecanizada; la naturaleza de nuestra flota pesquera, que es arrastrera fundamentalmente; la marca Peix de Santa Pola, impulsada por la Cofradía de Pescadores y el Ayuntamiento de la ciudad, que comercializa las bondades de esos productos que salen del mar… Todo eso lo contamos a través del barco pesquero.
Otra vez volvemos a hacer diplomacia cultural, a contar a la gente qué somos, de dónde venimos y cuáles son los retos que hoy tiene la cultura de la pesca en el Mediterráneo, inmersa en un momento absolutamente convulso. Estos días, de hecho, la flota pesquera por decisión de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores se ha quedado amarrada a puerto por la imposibilidad de realizar sus tareas pesqueras dada la crisis energética en torno a la guerra de Ucrania, entre otros factores. Todo esto evidencia que lo local y lo global en un mundo globalizado como el actual tienen múltiples interconexiones.
Para valorar oficios tradicionales y tan necesarios como el de la pesca primero es necesario conocerlos.
Así es. Las problemáticas de sostenibilidad ambiental, de conservación de la posidonia oceánica, que es la responsable de la vida y de la calidad de las aguas de ese mar piccolo, ese Mare Nostrum que tiene tantísimos retos y del que dependemos tanto… ¿Qué sería de nosotros, de los pueblos españoles, italianos, franceses, tunecinos, marroquíes, argelinos… sin el Mediterráneo? Somos pueblos volcados hacia ese mar, que ha caracterizado nuestras penas y alegrías, nuestro modo de sustento y nuestros principales retos, peligros o amenazas. En el Museo del Mar hemos dedicado exposiciones a la sostenibilidad del Mediterráneo, a la posidonia, a los retos que suponen las migraciones de los pueblos del sur hacia los pueblos del norte en el Mediterráneo… Todo ello nos concita, porque estudiar el pasado o ponerlo en valor no tendría ningún sentido si no nos sirve como herramienta para enfrentarnos a los retos del presente.
Más información: En la página web del Museo del Mar de Santa Pola museodelmarsantapola.com