Revista Casa Mediterráneo

Miguel Roán: “Hay en la lectura balcánica inmensas posibilidades para entender cómo funcionan nuestras sociedades ante ciertos desafíos y problemas”

en noviembre 18, 2020

Los Balcanes, en pleno corazón de Europa, fue escenario de cruentas guerras civiles a principios de la década de los 90, que han llenado de estereotipos la imagen de esta región en el resto del mundo pese al paso del tiempo. Más de veinte años después de aquellos acontecimientos, Casa Mediterráneo se ha propuesto hacer un recorrido por la historia reciente de los Balcanes y los desafíos a los que se enfrentan las repúblicas surgidas del desmembramiento de la antigua Yugoslavia. Para ello, tres reconocidos expertos en la materia, Francisco Veiga, Miguel Roán y Alfredo Sasso, participarán en un encuentro virtual enmarcado en el ciclo ‘El Mediterráneo hoy’ que tendrá lugar el miércoles 18 de noviembre a las 19 h. De forma previa, mantuvimos una entrevista con Miguel Roán, consultor, escritor y traductor del antiguo serbo-croata (BHSC) al español, que ha vivido durante más de una década en Belgrado y que a través de su trabajo trata de ofrecer una imagen despojada de estereotipos y más acorde a la realidad. 

Miguel Roán es una apasionado de los Balcanes. Muestra de ello es su papel como director de la revista Balkania, sus colaboraciones en diferentes medios de comunicación y sus clases sobre estudios balcánicos en diversos centros y universidades. Ha publicado varios libros sobre los Balcanes, Maratón balcánico (Caballo de Troya, 2018) y Balcanismos (Báltica, 2020). Entre los autores que ha traducido están Ivo Andrić, Faruk Šehić o Dejan Tiago Stanković. Roán también es el impulsor, junto al politólogo Gilberto Martínez, de la web balcanismos.com, una plataforma para la divulgación del ocio, la información y el conocimiento de la región balcánica entre la comunidad hispanohablante.

En su último libro, ‘Balcanismos’ (Báltica Editorial, 2020) Roán subraya que los Balcanes es mucho más que ese territorio de límites geográficos difusos que a menudo, injustamente, se identifican con la guerra y la violencia étnica. Para conocerlo y adentrarnos en él, necesitamos una brújula cultural que nos ayude a sortear los estereotipos que nos impiden obtener una visión panorámica de esta región que es, al mismo tiempo, pasado y futuro. Este volumen, escrito con pasión y prosa ágil por un gran conocedor de la historia y de la realidad balcánica, analiza y desmonta prejuicios y nos invita a enamorarnos de unas culturas que desean aportar su diversidad a la aparente uniformidad europea.

Tras las guerras de la ex Yugoslavia, en Europa se tendió a asociar la región de los Balcanes con la guerra, la violencia étnica y con una serie de estereotipos que usted trata de desmontar con sus libros Maratón Balcánico y Balcanismos, así como a través de la web ‘Balcanismos’. ¿Qué tópicos acerca de esta región son los que todavía siguen vivos en el imaginario europeo?

Creo que el principal tópico, más utilizado, es el de “balcanización”. La balcanización de Internet, por ejemplo, cómo se crean áreas fragmentadas entre países, cuando antes era una red líquida que se movía libremente por el mundo. La balcanización del voto, ahora en Estados Unidos, entre el voto de la ciudad y el rural o periférico. La apelación a ese concepto, cada vez además más extendido, refleja que no es una anomalía autóctona balcánica, sino que se trata de procesos sociales extrapolables a cualquier geografía.

Otro estereotipo muy manido es el de la historia, como si los Balcanes estuvieran sumidos constantemente en ella, lo cual es falso en la medida en la que su instrumentalización con objetivos políticos es algo común a cualquier sociedad y a partir de esa instrumentalización se pueden desencadenar conflictos. Entonces, tampoco es un escenario exclusivo de los Balcanes. 

Y el estereotipo que está más integrado y a nivel pedagógico sería importante desmontar es: la heterogeneidad étnica es igual a violencia. Se suele argumentar que como hay una convivencia interétnica, interconfesional, etcétera en los Balcanes eso lleva inevitablemente al conflicto, cuando realmente hay muchas ciudades y capitales en el mundo donde existe una enorme heterogeneidad étnica cosmopolita y eso no implica en absoluto conflicto. Como en cualquier escenario, comprender el contexto es fundamental. De hecho, la paradoja en Yugoslavia antes de la guerra es que en aquellas poblaciones donde había mayor multietnicidad se tendía a un menor voto nacionalista y en los más mononétnicos a mayores inercias nacionalistas. Creo que esos tres son los principales tópicos, hay más, pero éstos son los que más se repiten

Antes de que estallasen los conflictos en la región, ¿había muchos matrimonios mixtos? 

Había muchos, en determinadas zonas y periodos, pero realmente no eran mayoritarios. A veces hay que entender un tipo de convivencia en la que no se es ni amigo ni enemigo, un tipo de convivencia metahistórica en los Balcanes desde tiempos inmemoriales, durante la época del Imperio Otomano, incluso dentro del Imperio austrohúngaro, en la que la gente estaba muy apegada a su cultura grupal, a un pluralismo étnico asumido, el propio sistema generaba esas unidades colectivas diferenciadas por la confesión nacional… La gente se encontraba en el mercado, interactuaba, trababan amistades, pero luego en el ámbito privado, como podía ser ir a la iglesia, el templo, la sinagoga o la mezquita se formaba parte de un grupo muy cohesionado y endogámico. Hay un incremento de los matrimonios mixtos en la época yugoslava, pero nunca fue superior al de los matrimonios de un solo grupo étnico y eso no significa, por supuesto, que haya odios históricos, sino convivencia multiétnica sin necesidad de idealizarla.

Otro hecho que saca a relucir en sus escritos es que los propios habitantes de los Balcanes se atribuyen a sí mismos y a su tierra un halo de misterio y de diferencia que ellos mismos consideran que el extranjero no puede llegar a comprender. ¿Tan diferentes se perciben de nosotros? ¿Lo son?

La cultura balcánica quizás sea una de las más abiertas al mundo, entre otros motivos por su localización geográfica. Es la que está más cerca dentro de Europa al espacio oriental y si uno sigue los diferentes géneros musicales todos están muy influidos por otras culturas, la judía sefardí, la árabe, la centroeuropea o las nuevas tendencias musicales. Uno de los primeros países donde el punk tuvo éxito fue en Yugoslavia, precisamente por esa conexión que tiene con el mundo. Lo que ocurre es que como hay unas narrativas colonizadoras muy fuertes e imperantes en los medios, como son estos estereotipos, la propia sociedad busca fórmulas de protegerse, de reivindicarse, de dignificarse para tener algo a lo que adherirse. Una manera de combatir estas narrativas, que son tan negativas, es interpretarse a sí mismos desde el punto de vista del misterio, ser especiales, diferentes e incomprendidos y, de alguna manera, esa incomprensión es cierta.

¿Cómo surgió su interés por los Balcanes y cuáles son las razones de esta fascinación que de hecho le ha llevado a vivir allí durante varios años? ¿Actualmente sigue viviendo en esa región?

Ahora mismo no. Viví en Belgrado 13 años, luego en Asia y ahora estoy en Alemania, aunque paso largas temporadas en los Balcanes. Sobre las razones, siempre tuve motivaciones por los temas sociales, la psicología social, la política y me fascinaron los temas balcánicos desde la época de las guerras de secesión de Yugoslavia. Creo que, si ahora tuviera que explicar por qué mantengo ese interés, diría que, por todos los contrastes de la región, los contrastes estéticos, históricos, ideológicos, culturales. Todas las ciudades son como un retablo de pedazos de historia inconexos, la República de Venecia, el Imperio Austrohúngaro, Otomano, Yugoslavia… Luego, el encuentro de religiones, la hebrea, el cristianismo en su faceta católica y ortodoxa, el islam… A parte se dan otros contrastes muy fuertes, como la transición desde el comunismo al liberalismo, e incluso la propia geografía, es decir, desde los Balcanes geográficos que son básicamente Bulgaria y una parte de Serbia hasta la meseta de la Voivodina y la costa Adriática. A mí todos esos contrastes me parecen fascinantes.

Más de veinte años después del fin de las guerras balcánicas, ¿se han cerrado las heridas o persiste el rencor tras las terribles matanzas que se cometieron?

Lo que es importante entender es que no todo el mundo participó en el conflicto. La mayoría de la sociedad no estuvo en los frentes. Sí que es verdad que hubo 4 millones de desplazados, pero la mayor parte de la gente se vio afectada por las circunstancias, por el contexto, pero no siendo agresor o víctima directamente de un crimen. En ese sentido, la mayoría de la sociedad se siente víctima. Luego, evidentemente, hay diferentes tipos de víctimas según la gravedad. No es equiparable quien está afectado por la situación económica o las sanciones internacionales en el caso de Belgrado o cuando eres una persona que ha sufrido la guerra directamente, como es el caso de la población bosnia o kosovar, como puede ser el derribo de tu casa, el asesinato de familiares, un delito de violación o tortura, que te hayan arruinado la vida, y las secuelas que derivan de ello, lo cual es un drama humano al margen de la nacionalidad.

Lo que ocurre es que son países con una sociedad civil bastante débil y fragmentada y muy fácilmente influenciable por la política, de modo que a los políticos les resulta muy sencillo azuzar esos rencores y llevarlos a la agenda política, es lo que se llama el “efecto del pirómano y el bombero”. El político que puede generar una agenda de rencor es el mismo que puede hacer de bombero y apagar ese fuego. Como no hay una sociedad civil fuerte, sino que hay un pequeño sector de la misma, sobre todo radicales y extremistas, que son fácilmente manipulables, entonces es cuando surge el conflicto. Yo no hablaría tanto de rencor, pero sí que es cierto que las víctimas tienen todo el derecho del mundo a no perdonar a sus agresores.

Con la desaparición de Yugoslavia se va imponiendo un modelo más individualista y competitivo. Lo que está generando es que gradualmente haya una mayor exigencia hacia la clase política, más indignación social y que los ciudadanos asuman que su futuro depende de ellos.

Respecto a la inacción social que acaba de mencionar, usted también señala que hay una especie de “fatalismo balcánico”, un pesimismo que ve inevitables fenómenos como la corrupción, la excusa o la resignación. ¿Esta actitud supone un freno para rebelarse ante lo que no funciona?

Tiene que ver con el esquema mental. Para la cultura balcánica el pesimista representa un canón de inteligencia. En el optimismo hay ingenuidad, desinformación… La experiencia de las últimas dos o tres décadas es traumática, así que el negativismo es fácilmente transitable. Eso se ha heredado de una transición turbulenta, pero históricamente, y eso lo explica Ivo Andrić en su tesis doctoral, hay un sistema tremendamente autoritario desde la época de los imperios que ha penetrado en las conciencias y eso lo que ha generado es impotencia. Es decir, el hecho de que tengas que depender siempre de una autoridad para desarrollarte, esa falta de libertades al final hace que en esos contextos sean otros los que decidan por ti y eso lo que causa es un estado de letargo, de apatía entre una parte de la población, a veces de falta de compromiso cívico, que tiene que ver con la falta de expectativas…

Pero eso creo que está también cambiando paulatinamente. Con la desaparición de Yugoslavia se va imponiendo un modelo más individualista y competitivo. Lo que está generando es que gradualmente haya una mayor exigencia hacia la clase política, más indignación social y que los ciudadanos asuman que su futuro depende de ellos, para bien y para mal, pese al miedo que todavía persiste en la sociedad, fruto de un estado de crisis y alerta permanente. Creo que muchas personas escucharon tantas promesas sobre la transición democrática, que básicamente son escépticos ante cualquier futuro. O directamente se marchan del país, un perfil bastante habitual.

Hoy en día, ¿existe un sentimiento de melancolía hacia el pasado, hacia la forma de vida en la antigua Yugoslavia, fenómeno al que denomina “yugonostalgia”?

No es un término que yo haya acuñado, sino que existe con anterioridad. Lo que hay es una nostalgia de las certidumbres, de una vida ordenada en la que sabías que ibas a trabajar en una fábrica, sabías que tenías un mes de vacaciones, sabías que tenías un pasaporte rojo que te permitía viajar por todo el mundo, sabías que tenías sanidad y educación y esa sensación de seguridad ha desaparecido de un plumazo. Ahora vivimos en un estado constante de incertidumbre, no solamente en los Balcanes, sino a nivel europeo y en ese sentido una gran parte de esa sociedad yugoslava echa de menos el poder predecir el futuro. Esto lo que genera es inseguridad. Mientras en España nos hemos ido acostumbrando a las inseguridades laborales, por ejemplo, durante un periodo muy largo, ellos en apenas uno o dos años saltaron del comunismo al liberalismo, lo que implica un cambio de orden brutal. Diría que es una yugonostalgia más material que emocional, a parte de los recuerdos felices de juventud que permanecen al margen de la idea yugoslava.

Su anterior libro, ‘Maratón balcánico’, en cuarenta y dos relatos, tantos como kilómetros tiene un maratón, aborda todas las temáticas importantes para conocer los Balcanes. Usted mismo corrió los maratones de Sarajevo, Novi Sad, Pristina, Liubliana, Zagreb y Belgrado. En sus páginas, además de describir los paisajes hizo un diario íntimo. ¿Qué destacaría de los parajes, las costumbres y la psicología de los pueblos que descubrió escribiendo este libro?

Creo que durante la elaboración del libro no descubrí tantas cosas, sino más bien asenté ideas generales. Siempre me interesó de mi trabajo, más que buscar los exotismos, especificidades o particularidades del mundo balcánico, lo que tienen en común con otras sociedades o con nosotros, normalizar esa percepción que tenemos del mundo balcánico. Con la distancia lo que veo es que para algunas cosas nos llevan dos o tres décadas de ventaja. Ellos vivieron una situación de crisis muy fuerte al tiempo que, en el resto de Europa, por ejemplo, se firmaba el Tratado de Maastricht, de modo que ellos están familiarizados con ese mundo que para nosotros es ahora apocalíptico, con la crisis económica que vamos a afrontar o los retos del Medio Ambiente.

A mí me parecieron especialmente interesantes todos los mecanismos de supervivencia, no sólo económica, sino también emocional. En ese sentido, nosotros en la actualidad podríamos aprender de esa experiencia. Evidentemente es un contexto diferente, una cronología distinta, pero muchas de las reacciones que nosotros estamos viviendo ahora, como el auge de los populismos, el poder para generar emociones que tienen los medios de comunicación, el miedo al futuro y cómo eso determina la agenda política son procesos por los que ellos han pasado ya. Esa experiencia me parece tremendamente interesante, porque en lugar de buscar en los Balcanes esa faceta disfuncional y específica deberíamos abrazarla. Hay en la lectura balcánica inmensas posibilidades para entender cómo funcionan nuestras sociedades ante ciertos desafíos y problemas, constituye un buen escaparate de lo que es una crisis a nivel humano. Pero me temo que esa experiencia nos sigue siendo periférica y muy ajena.

¿En la actualidad, al margen de la situación creada por la pandemia mundial, en la región podría decirse que se vive un dinamismo cultural? Desde el extranjero, cuando se entrevista a artistas balcánicos, en muchos casos se espera de ellos que hablen de la guerra como si éste fuera un tema omnipresente del que no pudieran abstraerse en sus creaciones.

Sí y a mí me pasa. Como profesional especializado en los Balcanes la inmensa mayoría de las veces se me requiere para hablar de la guerra, de la fragmentación de Yugoslavia, de conflictos congelados, es decir, hay un interés por la vinculación entre los Balcanes y el conflicto como concepto general y eso afecta no sólo a los ex yugoslavos, sino a toda la región. Esos estereotipos condicionan la propia percepción a nivel local que tienen de ellos mismos. Creo que ellos deben promocionarse a sí mismos, en los términos que deseen, y lo hacen muchas veces, aunque deba reconocer que hay un problema de autoestima que les impide con frecuencia reconocer el valor y las inmensas posibilidades de la cultura local.

Lo que ocurre es que los Balcanes no son como Estados Unidos, de donde recibes noticias negativas, pero también positivas del país. Se comete un crimen en un colegio y al mismo tiempo se ofrecen imágenes espectaculares de la NBA. Los Balcanes se presentan en muchas ocasiones como una película de terror de serie B, y esto les afecta. No obstante, las percepciones cambian y con ello los estereotipos. Este último año ha sido especialmente bueno en lo que se refiere a las publicaciones de literatura balcánica en español. Cada vez hay más periodistas que conocen la región, básicamente porque la sociedad española ha viajado ya bastante por los Balcanes y sabe que aparte del conflicto hay otros paisajes sociales. Demandan más complejidad, más rigor y más actualidad. Belgrado, Zagreb, Sarajevo, Sofía, Tirana… son ciudades culturalmente muy vivas y atractivas, son muy vibrantes para sus dimensiones. Se trata de mostrarlo y que se vayan forjando nuevos intereses o, al menos, diversificándolos.

Más información, en la web Balcanismos.

mariagialma@gmail.comMiguel Roán: “Hay en la lectura balcánica inmensas posibilidades para entender cómo funcionan nuestras sociedades ante ciertos desafíos y problemas”