Revista Casa Mediterráneo

Mikel Ayestarán: “La forma de informar ha cambiado, la inmediatez ha ganado peso a la profundidad”

en junio 5, 2018

Nacido en Beasain (Guipúzcoa), el joven periodista Mikel Ayestarán, viajero incansable, en 2005 se dejó llevar por su espíritu inquieto y decidió dejar la comodidad de la redacción periodística para probar suerte como freelance allá donde se desatara la noticia en el ámbito internacional. Su debut fue nada menos que la invasión israelí de Líbano en 2006, y desde entonces se ha subido a la montaña rusa de cubrir destinos como Siria, El Líbano, Afganistán, Irán, Pakistán o Irán, una de sus grandes pasiones.

Aunque trabaja como freelance siguiendo las breaking news (últimas noticias en el argot periodístico), tal como marcan las agendas de los grandes medios, colabora de forma permanente con los grupos EiTB y Vocento. Desde 2015 ha fijado su residencia en Jerusalén, una ciudad que le fascina, desde donde viaja constantemente tras la noticia, ya sea prebélica, en pleno conflicto o posconflicto, que se produzca en esa región que últimamente ha ampliado a Túnez, Libia, Egipto, Yemen y la India. Pese a que la agenda la marquen los grandes media, Mikel Ayestarán nunca pierde de vista el lado humano de las historias, un factor que conoce de primera mano al sentir predilección por mezclarse con la población local.

Su compromiso y profesionalidad, pese a la dificultad añadida de la inmediatez que exigen los nuevos canales de Internet, le han valido importantes reconocimientos como el Premio Cátedra Manu Leguineche (2017) o el Premio del Club Internacional de la Prensa (2009), entre otros muchos.

Mikel Ayestarán estuvo ayer en Alicante, venido expresamente desde Jerusalén a Casa Mediterráneo para participar en un debate sobre las Primaveras Árabes, dentro del ciclo ‘Mediterráneo Hoy’, junto a relevantes expertos en el tema, el diplomático Javier Puga y el ex embajador de Yemen en España Moustapha Noman, moderado por la periodista Sonia Marco. Al final del evento, el periodista estuvo firmando ejemplares de su libro ‘Oriente Medio, Oriente Roto. Tras las huellas de una herida abierta’ (Ediciones Península), que ya va por su sexta edición y hoy precisamente sale a la venta. Posteriormente, Mikel Ayestarán concedió una cordial entrevista a la Revista Casa Mediterráneo.

¿Por qué optaste por dejar la seguridad de una redacción por el riesgo de ir a cubrir los puntos calientes del planeta?

Alguien tendría que hacerlo, ¿no? Imagínate que nadie quisiera, habría unos agujeros negros tremendos. Informativamente hablando, me gusta el momento de máxima actualidad, cuando la violencia está en su punto álgido; aunque no lo calificaría como un derroche de adrenalina, porque no soy ningún suicida. Me parece un reto informativo muy importante como periodista, pero sobre todo me gusta el momento inmediatamente posterior al conflicto, el posconflicto. Me lleva a preguntarme muchas cosas: cómo el ser humano, después de tanto tiempo, sigue siendo capaz de abrirse la cabeza como lo hace. Hemos pasado de las piedras y los palos a los misiles de última generación y los drones, pero seguimos haciendo, en esencia, lo mismo de siempre: matarnos.

Coloquio en Casa Mediterráneo: (de izquierda a derecha) el director de la institución Javier Hergueta, Mikel Ayestarán, traductora, Moustapha Noman, Sonia Marco y Javier Puga – © María Gilabert / Revista Casa Mediterráneo

Hablando de posconflicto, los medios de comunicación suelen dejar de prestar atención a los países cuando las guerras terminan, ¿te interesa el posconflicto para llenar ese vacío informativo o por qué motivos? 

Hay varios motivos. Acuérdate de la guerra de Irak en 2003, creo que ha sido la guerra más mediática que ha habido y sin embargo apenas se ha cubierto la posguerra. Hay varios factores. Por un lado, no puedes mantener el pulso informativo sobre un foco determinado durante mucho tiempo porque la gente se aburre, es la frase que te dicen los editores. Por otro lado, hoy en día vivimos en una sociedad saturada de información y cada vez las cosas son más efímeras, más breves.

Con la irrupción de las redes sociales y la inmediatez, si se produce un atentado a la 8 de la mañana, a las 3, cuando llega la hora del telediario, la gente ya lo sabe todo y es así de triste. En los últimos 11 años me he dado cuenta de que antes para una cobertura yo estaba una semana en Pakistán para informar del asesinato de Benazir Bhutto y ahora lo cubriría en 48 horas, porque después ya no habría espacio, habría otros 17 temas más de repente. Hay varios factores, pero la forma de informar ha cambiado, la inmediatez ha ganado peso a la profundidad.

Esta inmediatez a la hora de informar, ¿genera mayor estrés en los periodistas?

Yo creo que, hagas un twit de 140 caracteres o escribas un libro, lo importante es el fondo. Y lo que más cuesta en este trabajo es ganarte la confianza del lector, da igual que éste sea de redes sociales, de libros o de análisis sesudos en Internet. Nosotros no hemos marcado este nuevo periodismo, sino que nos ha caído encima. Entonces, hay que adaptarse a los nuevos tiempos e intentar que esa inmediatez y este periodismo multimedia que hacemos no caiga en el “multimierda”, ni en la confusión absoluta, ni en la difusión de bulos. Éste es nuestro reto.

Un día abandonaste la redacción y te lanzaste a la aventura de convertirte en un periodista freelance. En esta forma de vida y de hacer periodismo que has escogido, trepidante y emocionante, pero no exenta de riesgos, ¿qué es lo que más temes?

Hay varios aspectos. Vivo en Jerusalén y cuando estoy en mi casa el trabajo es muy parecido al que pueda haber en una redacción, ése es el trabajo de corresponsal. Lo que realmente me atrae a mí es el trabajo del enviado especial, cuando doy el salto y me voy a Siria, a Irak, a Egipto… Lo que más temo en el día a día es acomodarme. Con el paso del tiempo en el periodismo te pasa como en el fútbol, que cada vez corres menos pero tienes mejor visión de juego. Y eso es una gran error: pensar que cada vez controlas más las cosas y tienes que moverte menos. Por eso, me doy mucha caña a mí mismo. Y el segundo temor a nivel físico es, sin lugar a dudas, un secuestro. No por mí, sino por mi familia.

En tu blog confiesas también tu miedo a las compañías aéreas de dudosa reputación. ¿Tienes que subirte a muchos aviones de este tipo?

Con la edad me he vuelto muy selectivo. Para empezar, estoy a punto de coger un avión y no me parece un tema muy adecuado (risas).

Perdona, no he caído.

Me gusta más viajar por tierra, en tren más que en coche. Pero en estos países te puedes imaginar el tipo de aviones que te puedes encontrar. No obstante, mis compañeros que trabajan en África creo que lo tienen peor que yo. En mi caso, sobre todo en Irak, Pakistán e Irán tenían los aviones más cacharros y más viejos, y soy muy aprensivo, pero también lo soy aquí en España con los low cost. Luego pasan otras cosas que no aparecen en las crónicas, al margen de los aviones imposibles, la cantidad de horas que te pasas en la carretera, que es peligrosísima. De hecho lo más peligroso son los desplazamientos, hay que estar muy atento a los chóferes, al tipo de coche que coges…

En tu blog afirmas que te gusta mezclarte con la gente local, en su vida cotidiana. En esas conversaciones que mantienes en los cafés, las calles y los mercados, ¿obtienes buenas historias que luego puedes volcar en tus crónicas?

Sí, desde luego. Es el tipo de periodismo que estoy intentando desarrollar, sobre todo en los libros, porque en las crónicas estoy más sujeto a un espacio y un formato determinado que tienes que respetar. Siempre trato de partir de escenas concretas, muy cercanas y cotidianas, y poco a poco ir ampliando el foco, para ofrecer una información más general. No me molesta, por ejemplo, utilizar la primera persona, pero siempre al servicio de la gente con la que me voy encontrando.

La gente, cuando le dices que eres periodista, ¿te quiere contar cosas que le ocurre para que el mundo sepa por lo que está pasando? ¿Te cuentan historias propias para ver si el mundo reacciona?

Sí, pero hay diferentes situaciones. En lugares como Gaza la gente está cansada de contar su vida a los periodistas y sabe que no cambia nada. Pero luego hay otros lugares vírgenes, como Libia o Siria, donde te encuentras con personas que jamás en su vida han hablado con periodistas porque nunca han tenido acceso a la prensa extranjera y muestran una sinceridad brutal porque confían en que realmente va a cambiar algo. Yo creo que somos menos influyentes de lo que pensamos, pero todavía podemos hacer cosas por la gente y hay que intentarlo. Yo siempre se lo digo: esta entrevista no va a cambiar tu vida o esta foto no va a conseguir que te reconstruyan tu casa o que te devuelvan a tu hijo, pero lo tenemos que intentar.

¿Crees que el periodismo sigue siendo el Cuarto Poder y que algunas informaciones pueden provocar ciertos cambios?

Sí, pero depende mucho de la tribuna que tengas y del medio en el que estés. Yo sigo a personas, no a medios, eso nos lo han facilitado las redes sociales. Pero en general, son los grandes medios y los grandes grupos de comunicación los que tienen el poder de imponer agendas o de provocar cambios de ese tipo. Eso se escapa a un simple periodista de calle. No obstante, los periodistas tenemos menos peso de lo que pensamos.

En tu blog afirmas que una de tus grandes pasiones es Irán, ¿por qué?

Bueno, es un país que es básico en la región, en los equilibrios de Oriente Medio. Y antes que ser periodista he sido viajero e Irán mantiene todavía un punto exótico que por desgracia se está perdiendo en otras partes del mundo. Es muy difícil ir a países que no tienen Mac Donald’s, Starbucks, Burger King, Zara… Parecerá una tontería, pero Irán sigue conservando aspectos muy auténticos. El problema allí es que como periodista no es fácil trabajar. Hay restricciones claras, es difícil obtener los permisos y moverte por el país.

Por último, has recibido importantes premios periodísticos, ¿qué significan para ti estos reconocimientos? 

La verdad es que son importantes por lo que suponen de reconocimiento y porque te ayudan a fortalecer tu nombre, porque en definitiva tú vales lo que vale tu última cobertura. Imagínate que yo me rompo los dos dedos o la pierna y me tengo que quedar cuatro meses en mi casa vendrá otra persona y hará el trabajo. Lo que pasa en que en este mundo tenemos tantos egos que nos pensamos que somos los mejores, y si no estamos nosotros no importan las coberturas… Pero bueno, los premios son un empujón muy importante y espero que vengan muchos más. Mejor que vengan a que no vengan, pero sin estar dependiendo de ellos, claro. Al final, lo que quieres es que tu trabajo se vea, se lea y sobre todo a mí lo que me obsesiona es la credibilidad. Eso cuesta mucho ganarlo y lo puedes perder facilísimamente.

Más información sobre Mikel Ayestarán, en su web mikelayestaran.com

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