El Día de las Escritoras, una efeméride creada para sacar a la luz el papel de las mujeres que escriben y que a lo largo de la historia se han visto relegadas a un segundo plano, y aún hoy encuentran dificultades para estar al mismo nivel que los escritores en el acceso a las editoriales y a los premios, ha contado con una autora de lujo, Nativel Preciado, que el pasado 20 de octubre participó en un encuentro organizado en Casa Mediterráneo con la colaboración de la asociación Clásicas y Modernas.
En el encuentro acompañaron a Nativel Preciado, escritora y periodista ganadora entre otros del Premio Azorín 2021 por su novela ‘El santuario de los elefantes’ (Planeta), la presidenta de Clásicas y Modernas, Fátima Anllo, y la gestora cultural Marina Vicente, presentadas por la periodista Sonia Marco. El broche a la charla lo puso el tercero de cuerda Salacia, formado por Amelia García (violín), María Beltrán (violín) y Verónica Rubio (violoncello) que interpretaron un repertorio de piezas clásicas.
Con el propósito de adentrarnos en la última novela de Nativel Preciado y conocer su opinión sobre la situación actual de las mujeres en el panorama literario de nuestro país, mantuvimos una entrevista con la autora.
Nativel Preciado es periodista, novelista y analista política. Fue cronista parlamentaria en la Transición y durante cuatro décadas ha trabajado en los principales medios de prensa, radio y televisión. Ha recibido numerosas distinciones por su trayectoria periodística, entre otras, el Premio Francisco Cerecedo, el Víctor de la Serna, la Pluma de Plata, el Premio de Honor de la Asociación de la Prensa y el de Periodismo Internacional Manuel Alcántara a toda una vida profesional.
Es autora de ensayos, entre los que destacan Fuera de campo, El sentir de las mujeres, Amigos íntimos, Extrañas parejas, Hablemos de la vida (con José Antonio Marina), Nadie pudo con ellos, Si yo tuviera cien mil seguidores y Hagamos memoria, así como de las novelas El egoísta, finalista del Premio Planeta 1999, Bodas de plata, Camino de hierro, Premio Primavera de Novela 2007, Llegó el tiempo de las cerezas, Canta solo para mí, Premio Fernando Lara de Novela 2014, y El Nobel y la corista. Actualmente colabora en InfoLibre y en diversos programas de TVE y de Atresmedia.
‘El santuario de los elefantes’ pone de manifiesto la codicia sin límites del ser humano, que lo convierte en un ser insensible ante las desgracias ajenas. ¿Esta actitud frente a la vida se revela de forma más cruda en un escenario como el continente africano, donde las desigualdades sociales son abrumadoras?
En el continente africano es más escandaloso, porque la riqueza y la pobreza extremas conviven cotidianamente. Es decir, en la misma calle te puedes encontrar un resort de súper lujo y quien está merodeando por allí o incluso trabajando se muere de hambre. Por eso se me ocurrió que poner a los personajes dentro de ese contexto era enfrentarlos a lo opuesto de lo que eran, a la austeridad, a la grandeza del paisaje, la generosidad, la alegría de vivir con nada… mientras que ellos carecen de todas esas cualidades.
Siempre que se me ocurre alguna idea tengo muy estructurado el guion de la novela. Luego salta por los aires, pero antes de ponerme a escribir parece que lo tengo todo clarísimo. Tenía a todos los personajes, los ocho iniciales, muy armados, con una historia que no sabía muy bien dónde iba a transcurrir hasta que me pareció que el lugar idóneo era Tanzania, un sitio que está de moda y donde se ven todas esas contradicciones.
En la novela recrea de forma muy realista cómo transcurre la vida en un safari, el afán de los turistas por tomar fotografías, los resorts de lujo… ¿Esta información la ha extraído de su propia experiencia o de documentación en la que ha indagado para obtenerla?
Ese viaje no lo he hecho. Conozco varios países africanos bien, pero conozco mucho mejor el Magreb, donde he realizado viajes de trabajo y de placer, que el África subsahariana. Aunque no he llegado a vivir allí, tengo una pasión absoluta por África y por los africanos.
En el libro cita a Javier Reverte, el periodista y gran escritor de viajes que tanto y tan bien ha escrito sobre África, quien sintió esa llamada del continente, como otros tantos viajeros y escritores. A usted ¿cómo le surgió esa atracción por África?
Javier lo llama “el mal de África”. Como casi todo, surge en tu mundo infantil cuando lees libros de aventuras. Cuando yo leía, por ejemplo, los libros de Burroughs de Tarzán me fascinaban los animales. Mi hermano y yo siempre hemos sido lo que ahora se llama “animalistas”. Nos hemos llevado a un piso crías de águilas y cosas así. Teníamos pasión por los animales y África siempre es un sueño para un libro de aventuras, para soñar con lo exótico y lo lejano. La primera vez que llegué fue realmente muy emocionante porque era como retomar esa sensación que yo tenía en la infancia leyendo libros de aventuras, generalmente ambientados en África. Y nunca me decepcionó.
Todo lo que he conocido de África, más o menos superficialmente, porque para conocerlo bien tienes que vivir, cosa que no he hecho, ha cumplido mis expectativas. He estado en viajes de trabajo, que es como mejor conoces los países, pero no me ha decepcionado nada. He ido a otros países con los que también soñaba y ha sido un choque emocional fuerte porque me han defraudado. Sin embargo, África es como lo había imaginado, el carácter de los subsaharianos… Evidentemente África es muy grande, es un continente, los países son diferentes, pero tienen algo en común, que es eso que yo resalto: generosidad, vivir felices cuando pueden, porque claro a veces se mueren de hambre o de guerras o de enfermedades. Pero cuando viven una vida cotidiana con casi nada, expresan la alegría continuamente. Bailan y cantan, hacen las dos cosas que a mí me habría gustado hacer en la vida y no he conseguido hacer bien jamás.
Una cosa es exaltar el romanticismo de la pobreza, teniendo en cuenta que en la pobreza no hay romanticismo, y otra bien distinta mostrar la alegría de la vida sencilla. En la novela se da el contraste entre la avaricia del grupo de turistas ricos que viaja a Tanzania para hacer negocios a costa del expolio y la sencillez de los tanzanos, reflejada la amabilidad de los guías les dan explicaciones en los safaris y que en muchas ocasiones son menospreciados y tratados con soberbia. En su historia las malas personas pagan por sus actos, en una especie de venganza poética de la naturaleza.

Nativel Preciado – © María Gilabert / Casa Mediterráneo
Sí, es una licencia que me tomo. El libro es muy simbólico, muy alegórico, todos los personajes son muy excesivos y es la licencia de la justicia poética de la autora. Me divertía ese contraste. En la vida generalmente muchos escapan, no pagan sus delitos y sin embargo aquí, de una manera o de otra, casi todos van a pagar el daño que están haciendo a la naturaleza. Hay un poco esa sensación de que cuando llegas a África formas parte del paisaje y de la naturaleza en el sentido más amplio. Eres uno más dentro del planeta, no eres la especie elegida, lo digo cuando vas con buena voluntad, no cuando vas a esquilmar el continente. Yo creo que eso es el mal de África: esa sensación de que estás integrada, de que no hay contradicciones en la vida urbana, que es muy complicada. En África no te complicas la vida, la vives así, integrada en un mundo donde hay un lujo maravilloso, que es el espectáculo de la naturaleza donde tienes que respetar a los animales, aunque también defenderte de ellos. Hay sentimientos muy primarios, en el mejor sentido de la palabra, muy profundos: saber lo que es el miedo, el respeto a los demás que tienen que cazar para comer y tú puedes ser una de las presas.
Por ejemplo, Carlos Alba, a quien odiaba a medida que iba escribiendo, le iba cogiendo más manía -cuando estás muy metida en la historia te crees el personaje-, piensa realmente que los africanos son inferiores, por eso los trata de “morenitos” y no les hace caso, cuando son personas con mucho más conocimiento que él del medio. Hay gente como Helani, a quien le dedico el prólogo para demostrar el concepto que tienen de su mundo, de su entorno, de las invasiones que reciben y de quienes les arrebatan su medio de vida. He disfrutado mucho ordenando el mundo a mi gusto, como me gustaría que fuera.
En el libro se abordan temas reales como la caza furtiva, la venta de medicamentos ilegales que utilizan África como un laboratorio donde enriquecerse, personas célebres que se toman fotos con elefantes cazados… La historia de ficción se desarrolla en un contexto real, de manera que a pesar de los muchos e increíbles avatares que pasan los protagonistas, resulta verosímil.
Sí, la historia y los personajes son ficticios, pero yo no establezco grandes diferencias entre la ficción y la realidad. Siempre digo que lo más onírico es tu vida, es la realidad, forma parte de tu día y de tu noche. Y a mí lo que me gusta de la ficción es que llegue a creérmela, convencer de que esto puede suceder. Es más, creo que en algún momento han sucedido historias tan similares como las que cuento que seguramente me sorprenderían. Cuando estaba escribiendo acerca de los elefantes, vi montones de documentales sobre la caza furtiva, algunos espeluznantes, me documenté muchísimo, por eso me salieron tantos folios, que luego recorté, y estaba sucediendo una noticia que me llamó mucho la atención. Todo el mundo estaba pendiente de lo que estaba sucediendo en China con una manada de unos 20 elefantes que iba atravesando ciudades y campos, arrasando a su paso, y nadie sabía por qué. Y las autoridades chinas curiosamente decidieron investigar lo que ocurría. Pasaron varios meses mientras escribía la novela, llegaron a un lugar y se instalaron allí. Pensé que parecía más un cuento que mi propia novela.
Entonces, lo que cuento en el libro, más que una venganza de la naturaleza es que ésta trata de recuperar su lugar. Si construyes una urbanización en el cauce de un río lo más probable es que la naturaleza tome su sitio y cuando llueve que te eche. De modo que no es una venganza, lo que ocurre es que no entendemos la naturaleza. Hay un biólogo maravilloso [Edward O. Wilson] que acuñó el término “biofilia” que es el amor a la diversidad, a la naturaleza, a la biosfera, un término que me me gusta mucho porque explica cuando estamos a gusto con el medio en el que vivimos, cuando sabemos respetar el entorno, cuando tenemos esa conciencia de que formamos parte de la naturaleza, como un elemento más, no como la especie elegida, ni superiores a los demás, ni que todo está a nuestro servicio. Cuando aprendemos eso es cuando empezamos a estar integrados y más satisfechos con nuestra propia vida.
En cuanto al evento que le ha traído a Casa Mediterráneo por la celebración del Día de las Escritoras, ¿cómo ve el panorama de las mujeres a la hora de acceder al mercado editorial? ¿Están equiparadas a los hombres escritores o les resulta más difícil llegar a publicar?
Hay dos aspectos: Sobre todo con los acontecimientos más recientes donde, se ha difundido el bulo de que es más fácil publicar para las mujeres que para los hombres [en referencia al revuelo causado por la adjudicación del premio Planeta a tres hombres ocultos tras el nombre de Carmen Mola], pero es falso porque las estadísticas, los premios, las ventas, etcétera demuestran que no es así. Las mujeres siguen estando en un porcentaje mucho menor o accediendo menos a los premios, lo que pasa es que es verdad que si hay algunas muy espectaculares parece que ya hemos cumplido la cuota y no nos tenemos que quejar. Pero creo que sigue siendo más difícil para las mujeres, a no ser que en determinadas editoriales se elija un perfil para vender. Hay un producto que se vende más fácilmente, un producto de marketing, si eres muy joven, novedosa… pero no es cierto. Resumiendo: Aunque en este momento haya más acceso de las mujeres a las editoriales y a publicar libros, el hecho es que las estadísticas demuestran que todavía no hay igualdad de oportunidades, que es lo único que se pide.
¿En los puestos relevantes de las editoriales está equiparado el número de hombres y de mujeres?
En determinados niveles hay mujeres, pero el techo de cristal sigue funcionando. Lo que sí que hay son agentes literarias, quizás eso es así porque hay una sensibilidad especial. Se trata de un trabajo donde se ha extendido la idea de que una mujer es capaz de captar mejor determinadas cosas, tiene una idea más global de la literatura o del cuidado de un autor. El caso es que es el único sector profesional donde hay más mujeres que hombres.
Y eso en un sector en el que las lectoras son más numerosas que los lectores, al menos en nuestro país.
Sí, hay libros escritos sobre que la mayoría de los hombres no lee a las mujeres, lo que resulta curioso, sin embargo las mujeres no tienen prejuicios al respecto y leen por igual a autores que a autoras. Entonces, como las mujeres en teoría leen más y los hombres no leen a autoras femeninas parece que las mujeres ocupan más el espacio del lector. Y los hombres presumen además de leer más ensayo que ficción.
Como si la ficción fuera un género menor, cuando enseña mucho sobre las costumbres de una determinada época y lugar.
Yo siempre he dicho que a través de la narrativa, donde cuentas de verdad las cosas sin prevenciones, y a través del cine creo que se puede aprender mucho mejor sobre el pasado o el presente, sobre hechos históricos, que a través de los historiadores. En las películas o en las novelas se muestra la decoración, las costumbres, los platos… se enseña más de la realidad de una época, donde el autor explica sentimientos muy profundos, que a través de un historiador frío que analiza con pinzas lo que pasa. Creo que la literatura es muy buena para contar cómo es la vida.
Fragmento de ‘El santuario de los elefantes’: https://static0planetadelibroscom.cdnstatics.com/libros_contenido_extra/47/46890_El_santuario_de_los_elefantes.pdf