Revista Casa Mediterráneo

Nicolás Camino reproduce las misteriosas agrupaciones de los peces en una sola consciencia

en noviembre 27, 2019
El pintor y escultor Nicolás Camino es un artista firmemente comprometido con la naturaleza y ha volcado este compromiso en una exposición especialmente orientada al medio marino titulada ‘Conciencia de mar’. La muestra, formada por una serie de esculturas realizadas en acero inoxidable y corten, reproduce una nube de mariposas que vuelan en perfecta coordinación, una ballena en su hábitat y peces desplazándose al unísono, como un único ente, por el mar, un fenómeno asombroso e inexplicable para los científicos, que no han sido capaces de desentrañar.

Este prodigio de la naturaleza, que de igual modo realizan pájaros y otros seres vivos, sirve al autor para plantear una metáfora sobre la capacidad del ser humano para beneficiarse de la unión del grupo y cuidar un entorno en el está en juego su propia supervivencia como especie.

Las piezas, de enorme belleza y cargadas de significado, se exhiben por primera vez en la sede de Casa Mediterráneo en una exposición que se inauguró ayer con la presencia del galerista Jacobo Fitz-James Stuart, tras la celebración de una jornada sobre la crisis climática en el Mediterráneo. Charlamos con Nicolás Camino de sus esculturas y de lo que pretende transmitir con su arte.

Las piezas de su exposición muestran la unión entre los peces, que nadan en conjunto, en cardúmenes, lo que les favorece a la hora de protegerse ante los depredadores y de desplazarse por el mar.

Para mí hay dos temas principales. Uno es por qué lo hacen y el otro, cómo lo hacen. Lo que me interesa más es cómo que por qué. Hace tres años estuve viviendo durante seis meses en San Diego, que es cuando comencé a hacer estas esculturas, y allí en el Instituto Oceanográfico, uno de los más potentes del mundo, estudié este fenómeno. Fuimos incluso a ver cardúmenes de peces y nadie sabe cómo lo hacen. El por qué parece ser que es para protegerse, ante un depredador una bola de peces parece mayor, y también por ahorro de energía, ya que al ponerse al rebufo resulta menos cansado avanzar.

Nicolás Camino ante una de las piezas de su exposición – © María Gilabert / Casa Mediterráneo

Lo que no saben los expertos es cómo consiguen hacerlo. Hasta el punto de que hay algunas teorías, que no son muy científicas, que apuntan a que se unen en una sola consciencia, se mueven como uno, y eso es lo que a mí me tenía bastante sorprendido. Y siempre me he preguntado si nosotros podríamos hacer algo parecido y si pudiéramos, qué podríamos conseguir. Ahí está una reflexión que luego enlaza con otros temas, algunos de plena actualidad como los protocolos Blockchain.

¿En qué consisten?

Son muy conocidos por las criptomonedas. Explicado de forma muy sencilla consiste en que si yo te paso una moneda y tú la estás recibiendo, mientras más personas certifiquen que eso es cierto, más valor tienen. El hecho de que lo avalen muchísimas personas da credibilidad a una serie de movimientos. Otro ejemplo podría ser que se junten muchas conciencias para validar unos modelos; mientras más gente haya dentro de los mismos más incuestionable será. En Sudamérica están utilizándolo ahora para los registros de la propiedad, donde hay muchísimas complicaciones debido a la proliferación de los sobornos. Están empleando los protocolos Blockchain para determinar a quien pertenece una propiedad y cada vez que hay un movimiento de cambio de propiedad, estos sistemas informáticos validan ese cambio.

A mí estos movimientos que hacen ciertos animales me han hecho pensar en la posibilidad de aunar inteligencias o consciencias para crecer de una manera exponencial, más rápida. Éste es el trasfondo de la cuestión.

Una de las esculturas de la exposición de Nicolás Camino – © María Gilabert / CM

Los seres humanos, por contra, parece ser que no somos capaces de ponernos de acuerdo en cuestiones fundamentales como en adoptar medidas contra el cambio climático.

Cuando digo que me llama la atención lo que podríamos hacer si nos juntáramos, en realidad nos hemos juntado históricamente mucho y cada vez más, de manera que hemos conseguido grandísimas cosas, alcanzando grandes consensos. Pero pienso que podemos conseguir mucho más y además de unas formas menos racionales que reposan más en la confianza y, de alguna manera, en la humildad, en el sentido de reconocer a los líderes, siendo más inteligentes a la hora de encumbrarlos.

Hoy en día, creo que una de las grandes cuestiones en cuanto a la democracia, que ya tenemos bastante instaurada al menos en Occidente, son las partes que no están funcionando bien, como el sistema por el cual todo el mundo opina de todo, cuando en realidad de todo no entiende todo el mundo. Cada cual tiene áreas de especialización. Yo prefiero que decida por mí, por ejemplo en cuestiones de salud, gente experta en ese campo, científicos y médicos, y no personas que de ese área no saben nada. Parece que hoy en día todos tenemos que participar de todos los procesos, cuando en realidad entendemos muy poco de muchos asuntos. Por ello, reconocer líderes y seguirlos, y aportar cada uno su grano de arena, creo que sería más eficiente. La experiencia de los seres humanos trabajando juntos normalmente ha sido muy positiva. Hay egos, pero cuando nos juntamos solemos crecer más rápido.

Esta exposición es una metáfora de todo eso. Hay animales que hacen cosas realmente sorprendentes, como la sincronización. Cuando ves cómo se mueven y nunca se chocan… Ahí es donde te hacen pensar que no se trata de un proceso cognitivo normal, sino que hay algo que se nos está escapando y que nos permitiría eventualmente, equiparándonos a los animales, utilizar recursos que van más a allá de lo racional y de lo que ocurre en el intelecto, que estamos desarrollando muy poco.

También falta en la sociedad una conciencia general de respeto y conocimiento de otros seres vivos. Por ejemplo, los árboles se agrupan para protegerse y beneficiarse mutuamente.

Sí, crean ecosistemas de humedad y sombras. Nosotros lo hacemos también y muy bien. La cuestión es querer y no limitarse a los esquemas con los que hemos trabajado y avanzado tanto, buscando otros sistemas de orden sensitivo y espiritual. En Asia, en aspectos como la medicina, no tiran de elementos muy racionales, sino más energéticos. Yo no soy especialmente conocedor de estos temas, ni un gran creyente, pero sí intuyo que por ahí hay mucho potencial.

Todas estas obras nos invitan a observar fenómenos que no comprendemos y que son realmente sorprendentes.

Nicolás Camino ante la nube de mariposas integrada en su exposición – © María Gilabert / Casa Mediterráneo

Una de las piezas de la exposición reproduce una nube de mariposas, al igual que los peces se agrupan en cardúmenes.

Las mariposas se mueven en grupo, al igual que los estorninos. En un documental vi que unos científicos en Roma estaban estudiándolos con un sistema de vectores, vectorizando todos los movimientos de los pájaros, y no llegaron a entender cómo lo hacían, porque no siguen una pauta regular.

Uno de los aspectos que me llama la atención de la exposición es que transmite positividad. Aunque su trasfondo sea la denuncia de la falta de la concienciación hacia la Naturaleza, las esculturas muestran a seres que están vivos, en movimiento. ¿Ha querido transmitir la idea de la necesidad de preservar algo que está vivo desde un punto de vista asertivo?

Desde luego, si conoces un medio y te gusta tiendes a querer protegerlo. Quizás los artistas tenemos ahí ese papel, el de mostrarlo desde nuestro trabajo. Hay grandes documentales que creo que han contribuido muchísimo a mostrar la vida que hay bajo el mar y sobre el mar. El arte lo puede hacer también, de otra manera. Apela a otro tipo de sentimientos y de conexiones, y todo lo que sea enseñar el mar y la vida que alberga creo que sólo puede ser beneficioso. Sería un drama que la imagen que tuviéramos del mar fuera sólo a través del arte.

No obstante, el ser humano ha tenido tanto éxito que lo ha domado todo, salvo la tierra entera. Cuando hablamos de calentamiento global, de crisis climática y de que “nos estamos cargando el planeta”, en realidad, lo que tenemos es capacidad para cargarnos la supervivencia nuestra en el planeta. El planeta se repondría en términos cronológicos de la tierra, donde 1.000 o 5.000 años no son nada, muy rápidamente del daño que le pudiéramos hacer. Seamos egoístas de verdad, pensemos en nuestra supervivencia en la Tierra, y para eso tenemos que cuidarla, pero no porque el planeta esté en peligro, sino nuestro hábitat en la tierra.

Un documental abordaba cómo estaría la ciudad de Nueva York tras la desaparición del ser humano. Al cabo de 500 o 600 años ya no quedaba nada, sólo restos arqueológicos.

Volviendo a la exposición ‘Conciencia de mar’, ¿qué materiales ha utilizado?

Unas piezas son de acero inoxidable y otras de acero corten. Empecé con acero corten por accidente, como casi todas las cosas que hago, porque había unas planchas que habían dejado unos obreros junto a mi estudio. Las cogí y empecé a utilizarlas. Este tipo de acero tiene unas pátinas muy bonitas, pero la vocación de estas esculturas es mostrarse en el exterior, a ser posible al borde del mar. Con acero corten los peces dejarían de ser plateados. El acero corten está vivo, primero se pone rojo y luego negro, lo que es muy bonito también, pero mi idea es que tengan esos brillos de los peces cuando se mueven.

¿Cuántos peces ha tenido que hacer?

Para la bola grande perdí la cuenta, pero entre 1.200 y 1.300 peces aproximadamente. Las otras dos bolas tendrán unos 200 cada una. Y las mariposas, algo más de 1.100.

Habrá sido un trabajo arduo.

Sí. Trabajar con hierro es duro, porque te cortas, te quemas… Son horas y horas de soldado. Y además me empeñé en hacerlo yo todo y mientras pueda lo seguiré haciendo así. Me encantaría hacer una bola mucho más grande, pero tengo que encontrar el lugar y quien la financie. Si consigo sacarla adelante y ponerla frente al mar necesitaré ayuda, porque si no, no acabaré nunca.

¿Cuánto tiempo le ha llevado hacer estas esculturas?

Como soy pintor también, por no abandonar la pintura y no volverme loco, fui alternando el trabajo escultórico con mis pinturas. No obstante, me encantó hacerlo. Cuando empiezas a soldar las piezas es muy mecánico, y me gustó porque te mete en una rutina que se convierte en una especie de mantra. Entonces aproveché y me metí de lleno en el mundo del audiolibro. Me había leído en papel la primera serie de los  ‘Episodios nacionales’ de Galdós -son cinco series de 10 libros cada uno, menos la última que tiene seis- y con el audiolibro escuché las 46 obras completas, una absoluta maravilla. Pintando puedo escuchar música, pero no algo que requiera mi atención cognitiva, en cambio soldando esculturas sí.

El galerista Jacobo Fitz-James Stuart, Nicolás Camino y Javier Hergueta, director de Casa Mediterráneo, en la inauguración de la muestra – © María Gilabert / CM

Por último, le quería preguntar por su relación con Jacobo Fitz-James Stuart, que ha venido a Alicante a presentar la exposición y le ha dedicado unas bellas y profundas reflexiones en el catálogo.

Es mi galerista. Montó con su mujer, Asena, la Galería Espacio Valverde en Madrid. Jacobo es filósofo. Tenemos muy buena relación. Yo en el mundo de arte siempre me he mantenido al margen y no he empezado a exponer seriamente hasta hace dos o tres años. He trabajado mucho en la clandestinidad y ellos me han ayudado mucho a dar el salto a la visibilidad. Me encuentro cómodo trabajando con ellos, nos llevamos muy bien artística e intelectualmente.

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