Este año el 17º Festival de Cine de Alicante dentro de su ciclo de Cine Mediterráneo, en el que colabora esta institución diplomática, dedica una sección al cine griego. El escritor, helenista, profesor, traductor, fotógrafo y cineasta Pedro Olalla, Embajador del Helenismo designado por el gobierno griego y uno de los máximos exponentes españoles en cuanto al conocimiento y la divulgación de los valores de la Grecia clásica, es el coordinador de esta sección, que en un principio abarcaba una selección de películas más amplia y representativa, pero que debido a las circunstancias actuales derivadas de la pandemia mundial se ha tenido que reducir a cuatro largometrajes.
Al mismo tiempo, Pedro Olalla es miembro del jurado del ciclo de Cine Mediterráneo, junto al actor y director Vladimir Cruz y el divulgador cinematográfico Luis López Belda, que comprende 13 cortometrajes de once países de la región del Mare Nostrum. Entre las películas de cine griego que se podrán ver en los *Cines Kinépolis del 19 al 22 de octubre se encuentra el documental de Pedro Olalla Grecia en el aire, un trabajo que tiene su réplica en un libro bajo el mismo título, donde el autor aborda las herencias y los desafíos de la antigua democracia ateniense vistos desde el prisma de la Atenas actual.
Recién llegado del país tras un periplo por diversos aeropuertos bajo las restricciones del Covid-19, Pedro Olalla, que desde más de hace treinta años mantiene una estrecha relación con Grecia, país en el que se inició en el helenismo y en el que en 1994 fijó su residencia, nos concedió una entrevista encaminada a aproximarnos a la situación que atraviesa el cine griego actual, el estado de la población helena sacudida por las ataduras de la crisis de la deuda soberana y su visión de la devaluada democracia contemporánea.
La filmografía griega actual tiene algunos nombres que están despuntando en el panorama internacional, como Yorgos Lanthimos o Athina Rachel Tsangari. ¿Más allá de estos directores, el cine griego llega a las carteleras españolas?
Creo que le pasa algo similar a lo que le ocurría al cine español hace unas décadas, cuando no tenía tanta proyección internacional como de la que goza últimamente. El cine español tenía una producción nacional con una serie de películas de calidad que se veían en el ámbito nacional, pero que apenas se veían fuera. Trascendían sólo algunos nombres como Almodóvar o Saura, que pertenecían a una generación anterior. En Grecia se está dando un fenómeno paralelo a lo que se dio entonces aquí y empiezan a destacar fuera de las fronteras algunos autores con más proyección internacional como Lanthimos, quien ha tenido mucho éxito con sus primeras películas, como Canino, que se va a proyectar en el festival, y creo que es la que más le ha lanzado a la fama, y otras que hizo en esa línea, generando una serie de expectativas. Es un director que está ya en unos circuitos de alta producción y de distribución internacional.
También hay otros realizadores que tienen una gran proyección internacional como Smaragdis por ejemplo que, entre otras, hizo la película El Greco, que sí se vio aquí en España al tratar sobre todo un tema común entre ambos países. Tassos Boulmetis, que es otro de los directores incluidos en la sección especial del festival dedicada a Grecia, donde se proyectará Un toque de canela, se vio en cines españoles e internacionalmente. Hay una serie de directores griegos que sí están saliendo al extranjero, pero no llaman tanto la atención como los grandes directores de Hollywood. En resumen, el cine griego está en un momento en el que empieza a verse en el exterior, me refiero a las nuevas generaciones. Evidentemente, antes también había autores como Cacoyannis, director de Zorba, el griego, y bastantes más, o Angelopoulos sin ir más lejos, que tenían una proyección internacional. No es la primera vez que las películas griegas salen al mundo, pero ahora está habiendo una serie de nombres que está saliendo a la segunda fila del exterior.
Hay una producción interna muy condicionada por las circunstancias. Conviene no olvidar que llevamos una década de “rescates” en Grecia, es decir, de depauperación continua, y eso ha afectado a todos los niveles, evidentemente al de la producción artística y cinematográfica muchísimo, no sólo a nivel temático como cabría esperar, sino también al económico de las producciones. Aún así han salido películas interesantes. Unas reflejan más la temática social, económica e histórica que puede estar relacionada con todo este último periodo. Una de esas cintas es la de Plaza de Amérika (Amerika Square), de Yannis Sakaridis, que se proyectará en el festival. Y otras son de ficción, menos relacionadas con la coyuntura del país, aunque ésta siempre se halle como telón de fondo. Están las dos versiones: las obras que se han producido con un impacto más claro de la situación que están viviendo el país, Europa y el mundo en general; y otras que pertenecen a un terreno más de la intimidad o de las inquietudes de sus autores y que no reflejan tanto este panorama. En los dos sentidos se han hecho obras de calidad.
¿Qué piensa la sociedad griega actual sobre la percepción que desde fuera se suele tener de ella en cuanto a su supuesta obligación de dar continuidad a la herencia de los antiguos clásicos?
Podría dar una respuesta muy larga y compleja porque es un tema profundo. Dicho en líneas generales, creo que si los europeos y occidentales en general nos consideramos de alguna manera herederos de toda esa tradición y además lo estamos repitiendo constantemente -no es algo que no esté en el imaginario colectivo-, los griegos actuales, por mucha distancia que haya, más todavía, porque en el fondo siguen hablando la misma lengua, sin interrupción, siguen viviendo en los mismos lugares, siguen teniendo genéticamente -por increíble que parezca y cada día está más demostrado- una continuidad con sus antecesores, aunque haya habido movimientos de población durante los últimos 2.000 años. Y siguen naciendo, creciendo y muriendo dentro de esas coordenadas culturales.

Pedro Olalla en Alicante.
Vuelvo a decir, si todos los occidentales de alguna manera nos podemos sentir herederos de esa tradición, los griegos con más motivos todavía. Ahora bien, otra cosa es que los griegos además se sienten a veces abrumados por vivir siempre bajo el espectro y la responsabilidad de tener que medirse y compararse con esos estándares del esplendor del clasicismo griego. Es una impronta que marca, tanto en el sentido de que pueda despertar orgullo, el deseo de emulación y de sentirse a la altura de esa herencia, como en un momento dado provocar incluso actitudes de rechazo y de cansancio ante ello, al tener que estar siempre funcionando en virtud de ese patrón. De todas formas, yo diría que los griegos se sienten en general orgullosos de ese pasado, es un rasgo de identidad fuerte.
Hay voluntarismo histórico en su propia identidad, es decir, los griegos no cruzaron toda su historia de los dos últimos milenios exclusivamente guiados por esta imagen, sino que se ha rescatado y aquilatado incluso desde fuera de Grecia. Pero sí es un hecho que ahora cuando van a cumplirse 200 años de la independencia de Grecia del Imperio Otomano y ésta se construye como una nación cristiana, “independiente”, occidental, un Estado nación moderno, trata de generar con este voluntarismo histórico al que me refiero una identidad que se espeja, en gran medida, en la imagen del clasicismo griego. Y, sobre todo, en esa imagen que los propios occidentales de aquel momento, de hace dos siglos, la época de la Ilustración y del Neoclasicismo europeo, en la que Europa entera se está mirando en ese espejo, al igual que las nuevas naciones americanas que nacen de la independencia frente al Imperio español, en ese republicanismo laico que vuelve a mirar hacia la antigüedad grecorromana. Lo mismo hacen los griegos en ese momento: buscan deliberadamente reconstruir su identidad sobre ese imaginario.
Lo más importante en este sentido es no sentirse solamente herederos de esa tradición, sino también continuadores y tomar lo bueno que nos ha legado, no para intentar repetir sus esquemas, sino para seguir buscando lo que ellos buscaron. En ese sentido, creo que lo que más puede aportar esa tradición es el afán de convertirnos en continuadores, no simplemente en herederos, cultivadores de una nostálgica visión del pasado.
Con el paso de los siglos la práctica de la democracia se ha desvirtuado y degradado especialmente en estos tiempos marcados por las restricciones de la pandemia mundial, ¿cómo concebían los griegos clásicos la democracia como espacio de participación ciudadana?
Evidentemente, una de las cosas que está a la vista y peligra con la pandemia no sólo es la salud, sino también la democracia y las conquistas que se han realizado a lo largo de muchos siglos. Bien es verdad que la democracia, en su sentido deontológico, tal como la concibieron los griegos en su momento y tal como la pusieron en práctica durante más de dos siglos, pese a todas sus deficiencias, y alcanzando unas cotas de aproximación a ese deber ser que se habían trazado como proyecto a esa deontología, es algo que nunca se ha vuelto a repetir. La democracia en el sentido deontológico y griego sigue siendo un desiderátum, un proyecto ambicioso, radical y revolucionario, con lo cual ahora todas esas conquistas que creíamos más o menos asentadas en cuanto al estado de derecho, las libertades, la supuesta representación y participación de los ciudadanos en la toma de decisiones, en las que creíamos que habíamos dado unos pasos importantes, vemos que no están exentas de peligros y las nuevas situaciones globales que se producen las amenazan.
Creo que puede ser muy orientador e importante volver la mirada hacia los orígenes de este proyecto, en el sentido histórico, que sería esa Grecia del momento clásico y preclásico, y los principios en el sentido moral que pusieron fundamento a esas ideas. En esa línea, la obra de Grecia en el aire intenta hacer un recorrido por el espacio físico donde se generó la democracia ateniense, que no fue la única evidentemente, pero sí la que conocemos mejor y la que más impacto ha tenido sobre la posteridad. Un recorrido por esos escenarios a la vez antiguos y modernos, donde la democracia está siendo puesta en cuestión cotidianamente con todos los memoranda de la Unión Europea, con la imposición de medidas por parte de los acreedores, con todo el aparato de represión policial que las acompaña, con las estrategias de los distintos gobiernos, los recortes, etc. Y en esa oposición es preciso reconsiderar esos fundamentos, esos principios y ver si lo que realmente tenemos es una democracia y si nuestras aspiraciones son ésas o estamos viviendo en una ficción, porque la democracia es el sistema que aspira a la máxima identificación entre los gobernantes y los gobernados. Ése es uno de los principios básicos.
De forma adicional, la democracia aspira a la total participación del ciudadano en la toma de decisiones políticas, en la definición, salvaguarda y gestión de lo común. Éstas son elementos fundamentales de la democracia y que no se están cumpliendo, en absoluto. Una definición del ciudadano como la que dio Aristóteles en el siglo IV, como aquél que tiene potestad de gobernar y de juzgar, cuando la democracia no sólo estaba ya suficientemente aquilatada, sino incluso entrando en decadencia, hoy, 2.400 años después sigue siendo absolutamente revolucionaria. Nadie se atrevería en las democracias más modernas del mundo a definir en estos momentos al ciudadano como aquél que tiene potestad de gobernar y de juzgar. Quizás no se pueda ser tan absoluto porque tengamos la ilusión de que votamos cada cuatro o cinco años a un partido que propone unos planes que no está obligado a cumplir, que no podemos revocar, que al final actuará siguiendo las presiones de determinados grupos y sirviendo a determinados intereses, que accede al poder a través de mecanismos blindados para salvaguardar las mecánicas de los partidos… Con todo esto, al final estamos dándoles un cheque en blanco con el que se legitiman mediante una base electoral grande porque, eso sí, el sufragio es universal para que el respaldo pueda ser más amplio, pero luego los ciudadanos en realidad están desprovistos de peso político y eso es una falacia desde el punto de vista de la democracia.
Éstas y otras muchas cuestiones relacionadas con el deber ser de la democracia y comparadas con lo que tenemos hoy y las perspectivas de hacia dónde vamos es lo que plantea tanto en el libro como en la película de Grecia en el aire.
Usted tiene una dilatada trayectoria de conocimiento y divulgación de la cultura griega como escritor, profesor, traductor, fotógrafo, cineasta y conferenciante, que se ha visto reconocida con la distinción de Embajador del Helenismo concedida por el Gobierno griego. ¿Este título conlleva alguna obligación adicional a su labor constante en pro de la difusión de los valores del helenismo?
No, en todo caso supone una obligación moral en cierto sentido, que no es poco, que en el fondo es la más importante. Se trata de un título honorario que estableció en su momento Melina Merkoúri cuando era Ministra de Cultura y que otorga el Gobierno griego a través del gobierno de la Comunidad de Atenas, pero en realidad proponen y votan a los candidatos muchas instituciones, más de cien entre universidades, fundaciones, organismos públicos y privados, relacionadas con el mundo de la cultura en general. Esto se hizo durante una serie de años y ese honor recayó en personas como Jacqueline de Romilly, la primera que recibió el premio, o Gregory Nagy, director del Centro de Estudios Helénicos de Harvard, y yo tuve la suerte de que me eligieran en el año 2010, además como el primero de los candidatos. No conlleva ninguna obligación más allá de la obligación moral de seguir haciéndolo y no faltar a las expectativas de ese reconocimiento.
¿Cómo surgió su fascinación por Grecia?
Suele aparecer en algún momento en el horizonte de los que nos interesamos por la cultura, las humanidades, la historia y el ser humano en general, desde cualquier campo que lo abordes, incluso de ciencias más positivas como la astronomía o la medicina; acaba saliendo Grecia. Está presente en los primeros pasos de casi todas las ciencias y las disciplinas que hemos hecho para intentar entender mejor el mundo y la posición del hombre en él. Con lo cual, es normal que cualquiera que se interese por estos temas, acabe interesándose por Grecia. Ahora bien, ese interés puede acabar en un plano inicial de curiosidad, libresco, o puede convertirse en una vocación por la lectura en ese campo o puede ir más allá como es mi caso y hacer que te conviertas en alguien que quiera explorar el helenismo de cerca, in situ.
Ésa puede ser quizás la diferencia entre mi caso y el de muchos otros que se dedican al estudio de estas disciplinas desde la distancia. Mi idea era hacerlo igual de bien, con la misma seriedad y rigor, pero hacerlo además in situ, estar expuesto al contacto con la realidad de esa Grecia de hoy en día, con las fuentes, la lengua, las personas, los escenarios históricos y actuales, los paisajes, todos los vectores que componen una cultura, con el propio pueblo, e intentar no solamente ser receptor de toda esa tradición y llegar a conocer esa cultura, sino también vivirla e incluso protagonizar algo en ella, ser parte de su gestación actual, tratar de influir sobre ella, llevarla a otras direcciones, darla a conocer a otras personas, generar sinergia… En este sentido, creo que ésa es la faceta más singular que puede tener mi inclinación por el helenismo, esa proximidad.
Más información sobre el autor, en su página web pedroolalla.com
Imagen superior destacada: Pedro Olalla en Alicante – © María Gilabert / Revista Casa Mediterráneo.
* Las proyecciones de los largometrajes de cine griego se realizarán a las 17:00 horas en los cines Kinépolis (Centro Comercial Plaza Mar 2 de Alicante), con entrada libre limitada al aforo de las salas. El ciclo arrancará el lunes 19 de octubre con la película documental ‘Grecia en el Aire’ de Pedro Olalla, quien asistirá a la proyección, seguida de ‘Un toque de canela’ de Tassos Boulmetis el martes 20, ‘Amerika Square’ de Yannis Sakaridis el miércoles 21 y ‘La favorita’ de Yorgos Lanthimos el jueves 22.