Revista Casa Mediterráneo

Pedro Riera, autor de ‘Intisar en el exilio’: “Retratar la realidad a través de lo humano es lo que a mí me interesa”

en junio 14, 2019

La realidad que subyace a las noticias que aparecen en los medios de comunicación suele ser mucho más compleja de lo que cabe en una crónica, y a menudo carece del énfasis en el factor humano que, en definitiva, es lo más importante. Yemen, un país que vivió en primera persona las mal llamadas “Primaveras árabes” en 2011, sin haber mejorado un ápice la situación de las mujeres, y que en la actualidad se haya sumido en una guerra, recibe una especial mirada a través de la novela gráfica ‘Intisar en el exilio’ (Astiberri, 2019), obra del escritor y guionista Pedro Riera y el dibujante Sagar.

Se trata del segundo libro de Riera que tiene como protagonista a una mujer moderna yemení, que no duda en rebelarse ante una sociedad que segrega a las mujeres, en busca de la emancipación y la libertad. El libro que abrió la saga, ‘El coche de Intisar’ (Glenat), con Nacho Casanova como ilustrador, ganó el Premio de la cadena estatal de radio France Info al mejor cómic de actualidad y reportaje 2013, abriendo las puertas de un importante mercado francófono que ha acogido con entusiasmo la publicación en primicia de este segundo libro.

Pedro Riera, buen conocedor de la situación de la mujer en Yemen tras haber vivido en el país entre 2009 y 2010, acompañando a su cónyuge por razones laborales, haber estado en Jordania, y haber presenciado las revueltas árabes de 2011, concibe una fascinante historia a través de los ojos de Intisar, basada en los hechos reales que le contaron sus amigas a raíz de numerosas entrevistas personales.

Riera y Sagar nos concedieron una entrevista el pasado 13 de junio previa a su participación en Casa Mediterráneo en el ciclo ‘Escritores y el Mediterráneo’, donde hablaron con Marina Vicente de ‘Intisar en el exilio’, la guerra de Yemen, la situación de las mujeres, los derechos humanos, el éxodo… y el cómic como poderoso medio de expresión de los dramas humanos, no exento en este caso, de grandes dosis de humor y belleza.

¿El cómic tiene esa capacidad didáctica y visual de la que carecen otros medios literarios o de comunicación?

Pedro Riera.- Yo creo que sí, aunque para mí un libro de reportajes también tiene esa capacidad de centrarse en lo humano. Cuando leo un libro de Kapuściński lo que resulta fuerte de él es cómo retrata la realidad a través de lo humano, que es lo que a mí me interesa siempre de los países que conozco. Cuando quiero contar algo, por ejemplo de Yemen, busco la anécdota que me permita explicarlo, la narración, lo convierto en algo muy potente.

Marina Vicente, Pedro Riera y Sagar durante el encuentro – © María Gilabert / Revista Casa Mediterráneo

Un discurso que se acaba repitiendo incesantemente en los medios de comunicación puede acabar no calando en la opinión pública al convertirse en palabras vacías tras las cuales no se vislumbra a las personas.

Pedro Riera.- Exacto, opino que es así, clarísimamente.

Al principio del libro, Intisar dice que echa de menos Yemen a pesar de que en el fondo reconoce que lo odia, por la guerra, por cómo se trata a las mujeres, por la situación general de cómo allí se vive… pero cuando está en el exilio, desde Jordania, lo extraña. ¿Ese sentimiento de desarraigo y de amor a la patria es común en el exilio yemení?

Pedro Riera.- Absolutamente. De hecho, algunas de las mujeres a las que conocí en Jordania se habían ido de Yemen antes de la guerra para cambiar de vida, no huyendo del conflicto. Pero de alguna manera ese odio que sentían hacia el país se había transformado en rabia hacia los saudíes porque lo estuvieran destruyendo y al final se confundía con una especie de amor. Aparecen sentimientos encontrados, se despierta el patriotismo, el amor hacia la propia tierra.

Sagar.- Eso nos pasa a todos. No hace falta tampoco que haya una guerra para echar de menos el sitio del que a lo mejor te has ido y al que no volverías.

A las mujeres yemeníes que ha conocido en Jordania, ¿les gustaría volver a su país, aunque la situación de las mujeres, tan restrictiva, no cambiara?

Pedro Riera.- Sin duda, la gran mayoría quiere volver. Lo que tiene el yemení en general, ya sea hombre o mujer, es que adora su país. Hay mujeres que eventualmente quieren vivir en el extranjero, pero en esencia el yemení quiere vivir en Yemen. Se pueden ir a trabajar fuera 20 años, pero es para ahorrar y volver a su país. Otra cosa es una mujer se que va a vivir al extranjero y se emancipa; ésa no quiere volver. Mientras yo estaba allí, había familias que volvían a Yemen durante la guerra -lo he reflejado en el libro, son casos reales- porque no aguantaban más la sensación de ser exiliadas, y eso que eran “exiliadas de lujo”, no estaban en un campo de refugiados, sino que tenían su piso, los niños iban al colegio…

En el libro se refleja un fenómeno que me ha llamado la atención. La población y las autoridades jordanas pensaban que ante la guerra en Yemen iba a producirse una avalancha de refugiados, pero sólo pudieron salir las clases más pudientes y aún tuvieron dificultades para que les dejaran entrar en Jordania. Intisar de hecho le tiene que hacer ver a un policía en el aeropuerto que su familia no le va a salir cara al gobierno jordano, sino al contrario, que va a aportar dinero al país, y así consigue convencerlo para que les permita entrar. 

Pedro Riera.- Es una historia real que me contó una de las chicas a las que entrevisté. Convenció al policía, si no su familia no habría podido entrar. Quienes no pudieron permitirse pagar un billete de avión de 1.300 dólares tuvieron que quedarse en Yemen, aunque en la parte del sur también hubo un éxodo hacia Jibuti, cruzando el Mar Rojo en barco, que era barato. Todos los aviones que salían de Saná tenían que parar en Arabia Saudí, donde registraban el avión y cacheaban a la gente para que el vuelo pudiera reanudar su trayecto y no se les colara nadie.

Otro tema que sale a la luz en el libro es la denominación de “Primaveras árabes” a las revueltas que sacudieron varios países en 2011. A los árabes no les gusta este apelativo, porque no lo consideraban como una “primavera”, sino más bien como un movimiento que se vislumbrada abocado al desastre. 

Pedro Riera.- Mucha gente durante las propias revueltas ya era pesimista, veía que de ahí no iba a salir nada bueno.

De hecho, Intisar rechaza desde el principio ir a las manifestaciones en Yemen cuando un hombre la instiga a acudir, ya que él pertenece a un partido político, Islah (la rama yemení de los Hermanos Musulmanes, que cuenta con salafistas entre sus filas) que precisamente no defiende los derechos de las mujeres…

Pedro Riera.- Exactamente. Al contrario, el partido Islah, quería ser más duro que el Gobierno de Yemen en ese momento, y básicamente fue el que acabó haciéndose con el poder hasta que estalló la guerra.

Precisamente, de este partido es la activista yemení Tawakul Karman, a quien se concedió el Premio Nobel de la Paz en 2011. ¿Este reconocimiento se lo concedió Occidente más por desconocimiento o por hipocresía?

Pedro Riera.- El problema es que ella sí defiende los derechos de las mujeres. Es una defensora de los derechos humanos, que se jugó la vida, que estuvo en la cárcel, se posicionó en contra de los matrimonios infantiles… Lo que pasa es que luego está dentro de la cúpula de este partido, lo que resulta una contradicción que no se puede aceptar y es motivo suficiente para no darle el Premio Nobel de la Paz. Y de hecho yo no conozco a ningún yemení que esté contento con Tawakul Karman.

¿Pero las mujeres yemeníes depositaron esperanzas en ella?

Pedro Riera.- No, porque sabían quién era. Durante las Primaveras Árabes, estuve allí junto a mi mujer y conocimos a varias mujeres que no nos hablaban bien de ella porque era política. Al inicio de las manifestaciones estaban en contra de los políticos, porque sabían que en cuanto éstos entraran les robarían la revolución.

Pero había un nivel de desorganización tal que cuando les preguntaba qué tenían previsto hacer después, no lo sabían. Me respondían: “Bueno, de momento vamos a hacer la revolución”. Lo tenían muy mal, sin un plan frente a un partido como los Hermanos Musulmanes, muy estructurado, con un modelo de Estado, una formación de gobierno para coger las riendas del poder…

Intisar se queja desde el principio de que intuye que los derechos de la mujer no van a mejorar, sino que pueden empeorar, con la posibilidad de que incluso a las mujeres se les impida conducir en Yemen.

Pedro Riera.- La anécdota que cuento en el libro es real, pero Islah no dice que no puedan conducir las mujeres. Eso pasa en Arabia Saudí, pero hay un energúmeno de ese partido que llega a decirlo: “Cuando lleguemos al poder haremos lo que queramos”. Es decir, una parte de ellos sí que piensa que las mujeres no deberían conducir.

En el cómic también sale a la luz el tema del divorcio en Yemen, donde un hombre puede divorciarse simplemente repudiando tres veces a su mujer, incluso a través de Whatsapp. Y en la historia, uno de los hermanos de Intisar repudia a su esposa dos veces para que ella sea más sumisa aún ante la amenaza de que pueda decírselo por tercera vez y ello desemboque en divorcio, una situación muy mal vista en Yemen, que causa el rechazo total hacia las mujeres, incluso de su propia familia.

Pedro Riera.- Las familias empujan a las mujeres a que se queden junto a sus maridos. Eso es lo fácil. Incluso las casan jóvenes para evitar el riesgo de que pierdan la virginidad. Como está en juego el honor de la familia y va a haber un derramamiento de sangre, y vamos a tener que sacar todos las Kaláshnikov, la casas joven y se acaba el problema. Lo normal es que las casen con 15 o 16 años, lo que pasa es que las hay de 11. Y las madres lo defienden. No conozco casos directos pero lo he leído en libros: la madre del novio agarrando a la niña para que la violen, vamos. Es una barbaridad, destrozan infancias.

Cuando las niñas se casan tan jóvenes, ¿tienen que dejar de estudiar?

Sagar y Pedro Riera – © María Gilabert / Revista Casa Mediterráneo

Pedro Riera.- A algunas les dan permiso, pero es muy raro, depende del marido siempre. Las mujeres son consideradas menores de edad, y su padre, su hermano y su marido les va a decir lo que tienen que hacer toda la vida. Luego hay mujeres que se rebelan contra todo eso y están rodeadas de buena gente, y consiguen liberarse, ser independientes y no casarse. Lo que he encontrado mucho es mujeres que para salvar su independencia no se casan, como la protagonista del libro, y como muchas de las mujeres que conocí. El matrimonio es una lotería que en muchos casos sale mal, entonces deciden no casarse.

En el libro, en una reunión de amigas yemeníes exiliadas en Jordania, que quedan a través de un grupo de whatsapp, llegan a decir que el 90% de los matrimonios sale mal. Ante esta probabilidad algunas preferirán quedarse solteras que acabar divorciándose, pero la soltería está mejor vista en la sociedad que el divorcio?

Pedro Riera.- Depende de la familia que tengas y de tu carácter. Hay muchas mujeres para las que tener hijos es muy importante, no sólo porque la cultura la presione para ello, sino porque allí una mujer sin hijos se siente incompleta. Renunciar a eso es muy duro. Además el sexo es tremendo, muy malo. Es decir, el orgasmo femenino, aunque en su religión el sexo se acepta como una fuente de placer, tanto femenino como masculino, en la práctica en Yemen es aterrador. El hombre no hace ningún esfuerzo por ellas. Sólo lo practican cuando él quiere y punto. Eso se lo han contado a mi mujer sus amigas, con confianza. Pero lo cuentan en las fiestas. Por eso lo conté en el libro. Hablan de estos temas con mucho humor y naturalidad, no conmigo evidentemente, sólo entre mujeres.

Me acuerdo que yo las veía de negro, cubiertas, y no podía hablar con ellas. Y de repente a mi mujer la invitan a una fiesta, se quitan todo esto, sexies y guapísimas, hablando libremente. Entonces pensé que, al menos, si no podía ver ese mundo, quería saber lo que pasaba allí dentro. Y fue así como comenzó este proyecto. Le dije a mi mujer que quería conocer a sus amigas. Y me llevó un mes y medio poder hablar con una yemení, como aquí contigo. Nos veíamos como si fuéramos amantes, con mi mujer delante, porque a solas no la podía ver.

Recuerdo que al principio yo iba con tanto miedo de decir algo inconveniente, que rehuía de todos los temas delicados. Y de repente me di cuenta de que esa mujer estaba allí para todo lo contrario y me puse a hablar de drogas, de homosexualidad… de todo lo tabú. Y es lo que ella quería. Nos hicimos amigos y nos empezamos a contar historias.

¿Ella también tenía interés en conocer cómo se vive en Occidente?

Pedro Riera.- Se moría de ganas y sobre todo allí hablar con un hombre desconocido, que no sea de la familia, implica que ese yemení va a pensar que quiere sexo, no hay otra lectura posible. Yo, al ser extranjero, sabía que no había ningún peligro. Venimos con otra mentalidad. Nosotros también somos un lujo para ellas. Y a través de eso, en ese intercambio, fui sacando la información.

Una de las cosas que dice Intisar es que cuando una persona vive en una habitación oscura, se acostumbra a ello, porque no conoce otra realidad, pero cuando la trasladan a un cuarto con luz, no la puedes volver a encerrar. Es una metáfora muy bonita y es lo que ocurre con la libertad: cuando descubres que hay otro mundo y puedes vivir en la luz y no en la sombra, no hay marcha atrás.

Pedro Riera.- Igual te arrastran, pero vas a clavar las uñas. Ellas se pueden divorciar. Uno de los motivos que se alegan es que “lleva 30 días sin hacer el amor conmigo y no está cumpliendo con su parte de marido”. Eso lo alegan las mujeres, ellos no necesitan alegar nada. Hay mujeres que lo hacen y que lo consiguen. Pero es mucho más complicado y te arriesgas a que te den una paliza o a que te maten, a una reacción violenta contra ti.

Su anterior libro con el que comienza la historia de la protagonista, ‘El coche de Intisar’ (2011), ganó un importante premio, el France Info 2013 al mejor cómic de actualidad y reportaje. ¿En algún momento se lo esperó?

Pedro Riera.- Jamás, para mí fue una sorpresa total. Ese premio lo había ganado toda la gente que me gustaba, ahora ya premian a personas de todo el mundo, pero en aquel entonces eran Emmanuel Guibert, “Persépolis” (de Marjane Satraps, Joe Sacco… y llegar a finalista me pareció maravilloso. Se acercaba la fecha, veía que no nos llamaban, y pensé que nada, pero de repente nos llamaron, fue un gusto. A ver si nos dan alguno aquí. En este premio en concreto no te presentas, sino que escogen entre los libros publicados.

¿’El coche de Intisar’ estaba publicado en francés? ¿Y este último se va a traducir?

Pedro Riera.- Sí, y éste ya está publicado en francés. ‘Intisar en el exilio’ lo publicamos antes en Francia, donde pagan mejor que aquí. Y aparte el mercado es mucho más grande: Francia, Bélgica… Es otro mundo.

Sagar.- Aquí en España es como si jugáramos en tercera regional. Más o menos, a cualquier número que se te ocurra que se te puede pagar en España, en Francia es diez veces más, en volumen, en precio, en distribución, en todo. Incluso ahora se habla de que en Francia están en crisis y aún así sigue siendo diez veces superior a lo que se retribuye aquí. El primero hizo el camino España-Francia y aprovechamos para hacer el camino inverso. Fuimos a Francia primero, donde sabían que el cómic estaba ahí. Creo que es la gran ventaja que tenía hacer una segunda parte que ya había llegado a Francia. Y el premio ayudó a que se quisiera hacer una segunda parte.

¿Tienen pensado hacer una tercera?

Pedro Riera.- Sí, tengo mi sueño, que todavía no está cerrado: escribir el guión a medias con una chica yemení. Ella quería ser escritora y le dije que era la ocasión. De momento me ha dicho que sí, pero hay que ver si sacamos la historia. Yo estoy seguro, porque la he elegido muy bien.

El estilo de los dibujos me recuerda a Hergé, aunque éste sea más adulto que los del autor de Tintín, por la forma de abordar los temas a modo de reportaje fotográfico. ¿Qué dibujantes de cómic le han influido en su propio estilo?

Sagar.- Respecto a Hergé, quizás el parecido sea más en lo narrativo que en el dibujo en sí. Y los dibujantes en los que yo me miro sí tienen mucha influencia de Hergé. Pero son más la generación de lo que llaman la Nouvelle BD (Bande Dessinée), que más o menos están por mi edad o un poco más mayores, que fueron quienes rompieron la tradición del BD clásico: Christophe Blain, Joann Sfar, Manu Larcenet.. Todos estos dibujantes tienen como referente a Hergé a nivel secuencia, pero son un movimiento mucho mas vanguardista.

En nuestro cómic hicimos una apuesta por el color. Al principio no lo estábamos valorando. Pedro quería mantener la continuidad del primer álbum, y le propuse que en las primeras páginas que íbamos a presentar hiciéramos un intento de una en color, porque iba a ser mucho más fácil para el editor en Francia y para que luego se publicara fuera. El editor dijo que sí, que le gustaba el proyecto, pero que tenía que ser en color; ya no nos dio ninguna opción.

Yo, por otro lado, ya había hecho algún proyecto similar y apostaba por el color, porque el blanco y negro enseguida te lo llevas al dramatismo. Creo que el color consigue ablandar la lectura, hacerla más accesible. Y utilizando colores vivos generas un contraste con lo que estás leyendo y por lo menos tienes un escaparate más agradable, ya que el relato es increíblemente pesimista.

Predominan los colores azules, violetas, morados… que aportan dramatismo a la historia, y hacen de contrapeso con la parte humorística que salpica todo el cómic.

Yo creo que es lo mismo que Intisar, que te está contando con humor situaciones auténticamente demenciales. El color genera un poco esto: un acercamiento y un alejamiento a la vez. Hace que te atraiga mucho más el cómic que en blanco y negro, y sin embargo, el color no deja de ser algo totalmente agradable. Buscaba colores muy saturados que ayudaran a “alegrar” un poco la paleta.

¿Cómo surgió vuestra colaboración en este proyecto?

Sagar.- Nos conocimos para el propio proyecto. De hecho, yo fui el tercer intento para llevarlo adelante (risas). Primero se lo propuso a Nacho Casanova, que fue quien hizo el primero, luego a Víctor Rivas, que fue el hombre visagra entre nosotros, fue la persona que iba a empezar el proyecto pero le salió mucho curro, nos llevamos muy bien y supongo que le recomendó a Pedro que lo hiciera yo, y yo encantado.

Pedro Riera.- Sí, Victor me dijo que creía que el que mejor lo haría sería Sagar, aunque el estilo es diferente, también de Nacho.

¿Cómo se hace un cómic?

Sagar.- Con mucha paciencia (risas).

Aparte de la paciencia, ¿el ilustrador se lee toda la historia previamente, se comunica frecuentemente durante el proceso de creación con el escritor…?

Sagar.- Depende mucho del tipo de proyecto. En este caso, Pedro marcaba mucho, era el director del orquesta y yo el solista. Él me iba dirigiendo por dónde llevar la historia. Al final yo era la mano ejecutora, a disposición de lo que me pidiera el guionista. Pedro además hace un guión muy meticuloso, descriptivo y técnico, y eso me facilita mucho la faena. A veces los dibujantes podemos ser más creativos y nos dejamos llevar más, pero en un momento, cuando tienes un volumen tan grande de páginas, alguien que te dirija mucho es estupendo. Él marcaba bastante el ritmo de lectura, yo lo único que le daba es el estilo, el color,…

Pedro Riera.- Y cuando podía, improvisaba, es muy bueno. Por ejemplo, en la parte de Petra, si te fijas, juega con otro tipo de composiciones.

¿Cuanto tiempo les llevó realizar el libro?

Sagar.- Algo menos de un año, intercalándolo con otros trabajos. Hacía todo el trabajo a lápiz y tinta y luego le daba el color. Podía hacer dos o tres páginas al día, sin problema. Y el cómic lo coloreamos, con ayuda de dos chicos, en un mes.

¿Qué sensación le queda de este proyecto?

Lo que más me gustó fue la sensibilidad de Pedro escribiendo. Y mientras lo estás dibujando tienes la sensación de que estás haciendo algo importante, gracias a la manera de contarlo.

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