La periodista Pilar Bernal, oriunda de Cartagena afincada en Madrid, reparte su tiempo entre varias tareas que le entusiasman: periodismo, docencia y gestión. Son los tres ámbitos que aborda en sus trabajos como reportera internacional, profesora universitaria y vicepresidenta de Reporteros Sin Fronteras (RSF) España. En Informativos Telecinco ha tenido la oportunidad de recorrer el mundo trasmitiendo la actualidad internacional como reportera. Colabora en Nius, el proyecto digital de Mediaset España, con un formato explainer (vídeo explicativo) para redes: ‘Planeta Confuso’, que a veces se cuela en el informativo. En Radio 3 se la puede escuchar en el programa ‘Efecto Doppler’, hablando de periodismo y corresponsales en el espacio de Reporteros Sin Fronteras, Artículo 19.
Desde estos medios ha podido cubrir algunos de los acontecimientos más relevantes de los últimos años en todo el mundo, en países como Irak, Corea del Norte, Irán, Líbano, Afganistán, Venezuela o México. Confiesa que le gusta la adrenalina de las coberturas apresuradas por una última hora, pero su auténtico disfrute es el reportaje internacional. Desde hace casi una década mantiene una estrecha relación con el mundo académico, presencial y en línea. Su amor por la profesión lo comparte con estudiantes de la Universidad Nebrija, en el Grado de Relaciones Internacionales y en el máster de Televisión, pero también con públicos generalistas a través de conferencias, congresos y charlas. Últimamente además, con los alumnos del curso selectivo de la Escuela Diplomática. La comunicación pública internacional, en el marco de la diplomacia pública es otro de sus focos prioritarios de interés académico.
Pilar Bernal compartirá sus conocimientos y experiencias con alumnos del Grado de Periodismo de la Universidad Miguel Hernández de Elche en un encuentro que tendrá lugar el viernes 25 de marzo a las 09:30 h., enmarcado en el ciclo ‘Periodistas y el Mediterráneo’ que organiza Casa Mediterráneo con la colaboración de la UMH. El evento podrá seguirse también en este enlace.
De forma previa, mantuvimos una entrevista con la reportera para conocer su opinión sobre el estado actual de la profesión y los peligros que afrontan los periodistas por ejercer su trabajo en lugares como Ucrania, donde varios reporteros, cámaras y fixers han sido abatidos, o Rusia, donde la propaganda y una nueva legislación amordazan aún más la libertad de prensa.
En situaciones de conflicto armado el Derecho Internacional Humanitario protege a los profesionales de los medios de comunicación como civiles que no forman parte del enfrentamiento. ¿En Ucrania, los periodistas se han convertido en objetivos militares, contraviniendo los Convenios de Ginebra y sus Protocolos adicionales? ¿Estos ataques podrían considerarse crímenes de guerra?
Por desgracia, sí. Como bien has explicado, atacar a los periodistas es un crimen de guerra, porque como cualquier civil en zona conflicto deben ser respetados y su integridad es sagrada. No hacerlo es violar los Convenios de Ginebra y los Protocolos adicionales, todo el Derecho Humanitario posterior que confiere a los civiles en general y a los periodistas en particular protección. Y esa impunidad es absoluta. Cada vez estamos viendo más casos, no sólo de periodistas asesinados, que están perfectamente identificados como prensa y se les ataca explícitamente, sino también de detenciones y hasta torturas, como la que conocimos ayer [por 21 de marzo] y que Reporteros sin Fronteras ha denunciado ante la Corte Penal Internacional. Es el caso de un periodista que estuvo nueve días detenido, siendo víctima de todo tipo de abusos y maltrato.
Igualmente, ese mismo Derecho Humanitario dice que un periodista que esté trabajando junto a las tropas, como muchos de nuestros colegas empotrados con el Ejército ucraniano, requiere toda la protección, como si fuera un prisionero de guerra. Eso supone que se respeten sus derechos fundamentales, que se cuide su integridad física y moral, como no está ocurriendo.
De modo que, sin ser jueces, todo apunta a que en Ucrania Rusia está perpetrando crímenes de guerra contra los periodistas y RSF ya ha presentado dos denuncias ante la Corte Penal Internacional por ataques deliberados. Nosotros diferenciamos muy bien cuándo muere un periodista de manera fortuita, por encontrarse en un lugar determinado, y cuándo hay deliberación en el ataque. Hasta ahora ocho periodistas y equipos han sido atacados en Ucrania, de los cinco que han muerto, tres han sido de forma deliberada y se ha herido a otros dos, los periodistas daneses que tuvieron que ser evacuados. El amparo y el paraguas del derecho, aunque para Putin no signifique nada, es lo que nos queda.
¿Qué perspectivas hay en este conflicto de poder depurar responsabilidades por crímenes de guerra?
Por desgracia, en los crímenes contra periodistas es una quimera que paguen los culpables. El 90% de los asesinatos de periodistas en todo el mundo quedan impunes. En México, en Afganistán y tantos lugares. Esa lacra de la impunidad parece que por mucho que intentemos luchar contra ella nos devora. Es verdad que en un conflicto con tantos testigos incómodos como en el de Ucrania, con tantas evidencias digitales que permitan probar ante los tribunales esos crímenes, confiamos en que esta vez sea diferente. En un censo que estamos elaborando en Reporteros sin Fronteras hemos calculado que hay más de 100 periodistas españoles en la zona. La mayor parte de ellos dentro de Ucrania, pero muchos también en Polonia, Moldavia y Rumanía. Nos preocupa mucho que se cuiden, sobre todo que tengan los equipos de protección adecuados. Los 100 españoles y los 2.000 periodistas internacionales acreditados ahora mismo en Ucrania, según datos publicados hace unos días, son los ojos y la voz de la comunidad internacional en el conflicto. Son los ojos que pueden registrar y documentar todas las barbaridades que se cometan con ellos y contra cualquier civil, para que algún día se pueda juzgar a los culpables y haya evidencias y pruebas de que eso ha sucedido.
Hay guerras que son agujeros negros informativos porque no hay periodistas. Lo hemos visto en Siria durante muchos años, cuya guerra no se cubría por ser demasiado peligroso, porque estabas en la diana de los terroristas o del régimen de Assad. Y eso complica, además de contar lo que pasa día a día, que haya evidencias penales de las barbaries que cosechan las guerras. El hecho de que en Ucrania haya tantos ojos, tantos móviles y tantas cámaras grabando es una buena noticia.
Esta situación contrasta con lo que está sucediendo en Rusia, donde el control sobre los medios de comunicación está siendo más férreo que nunca. La Duma aprobó el pasado 4 de marzo enmiendas al Código Penal que permiten sancionar hasta con 15 años de cárcel a los periodistas que informen sobre la guerra en Ucrania al margen de la versión oficial, al considerarla “información falsa” sobre el Ejército ruso. Las palabras “guerra”, “ataque” e “invasión” están ahora prohibidas en los medios de comunicación. Rusia se refiere al conflicto como “operación militar especial” y solo permite la información procedente de fuentes oficiales. La nueva legislación ha provocado el abandono del país de numerosos medios occidentales, el bloqueo de medios rusos independientes y la autocensura de medios autóctonos para evitar el cierre y la cárcel. En estas circunstancias, ¿la población rusa sabe realmente lo que está ocurriendo en Ucrania?
Seguramente la población rusa en líneas generales está muy desinformada, lo estaba antes y lo está ahora mucho más en una situación de guerra abierta. Putin ya era un depredador de la libertad de prensa, pero ahora inunda de propaganda a sus ciudadanos, encaminado a esa autocracia, al cierre definitivo de Rusia a cualquier tipo de libertad y, por supuesto, de libertad de expresión. Es muy significativo que se proscriban las palabras, que se prohiba la palabra “guerra”, que se vete la verdad, porque se empieza prohibiendo las palabras y se continúa con todo lo demás. Así que no somos optimistas porque además había muchos medios independientes rusos que estaban haciendo un gran trabajo, que con gran coraje se enfrentaban a todo el aparato de censura, de ausencia de libertades y de control legislativo. El régimen de Putin ha ido construyendo todo un armazón legislativo a lo largo de estas dos décadas para coartar y enjaular más a la prensa. Y la reforma de la ley de estas últimas semanas con penas de entre 3 y 15 años por pronunciar una palabra son el culmen de una estrategia muy pensada y elaborada. Han cerrado televisiones independientes como TV Rain y ‘Eco’ de Moscú, una de las emisoras más veteranas del país y con gran prestigio. Otros medios han sido bloqueados en estos días de guerra, al igual que redes sociales como Twitter o Facebook en un apagón digital inédito.
Y la voz de los manifestantes, que los hay, es muy difícil que tenga eco, porque toda esa estrategia de control, de censura y de represión legal se complementa con los mensajes propagandísticos que lanza todo el ejército de medios oficiales que repite las consignas de Putin negando que la guerra sea una guerra o que la invasión sea una invasión. No somos optimistas y por eso creemos que no podemos abandonar al pueblo ruso porque sería dejarlo en las fauces de un tirano que no está dispuesto a perder la batalla de la información. Desde luego, dentro de Rusia. Fuera de Rusia ya la ha perdido y en esa narrativa bélica Ucrania lleva la ventaja. Pero dentro de Rusia también debe perderla y eso pasa por no dejar a la opinión pública rusa abandonada. Entendemos que muchos periodistas y medios de comunicación hayan salido del país, porque la propia integridad física es esencial, pero ese aislamiento entraña un riesgo muy grave para la ya muy frágil semi democracia o autocracia rusa.
En la clasificación mundial de la libertad de prensa del año pasado, Rusia ocupaba el puesto 150 de los 180 países que la conforman. Estamos convencidos de que este año ese ránking la va a colocar en puestos muchísimo más bajos, al nivel de países como Corea del Norte o China, que son los grandes represores de la prensa libre. Putin maneja esa retórica obsesiva contra la prensa, según la cual los periodistas extranjeros son culpables y los nacionales, traidores, enemigos del pueblo. Esa retórica hay que fragmentarla y lo hacen algunos valientes como Marina Ovsyannikova, la periodista que se coló en un informativo [del canal de televisión ruso Channel One] mostrando un cartel de “No a la guerra”. Eso abrió una grieta en la inexpugnable estrategia informativa del Kremlin. Como sociedad internacional tenemos que contribuir a generar más grietas en lugar de aislar a la opinión publica rusa de todo mensaje crítico, que es lo que quiere Putin. En ese otro campo de batalla mediático también hay que pelear.

Pilar Bernal informando desde Hungría.
Desde Reporteros sin Fronteras, ¿de qué forma están apoyando a los periodistas que están cubriendo el conflicto? ¿Qué función desempeña el Centro para la Libertad de Prensa de Lviv (Leópolis)?
Trabajamos en varios niveles. Uno de los servicios que RSF proporciona a sus socios, por el que más se nos reconoce, es el préstamo de equipos de protección, chalecos antibalas y cascos. Se trata de un servicio habitual, que sobre todo prestamos a periodistas freelance que van sin la cobertura de un medio y no pueden afrontar el gasto que supone comprarse un equipo de estas características, bastante caro. Una guerra como la de Ucrania da la falsa sensación de que es fácil de cubrir, a la que puedes ir en tren o en autobús, que está ahí al lado, a unos pocos días de viaje; no como viajar a Oriente Medio o a los conflictos clásicos a los que estamos acostumbrados. Se ha producido una auténtica avalancha de periodistas que acuden al frente y algunos de ellos sin la protección adecuada. Para nosotros es fundamental que los medios de comunicación actúen de forma responsable con sus colaboradores, aunque no sean periodistas de su plantilla. Todos los medios de comunicación de nuestro país están tirando de periodistas freelance que merecen protección, porque nos están informando y no se pueden desentender de ellos.
Y los jóvenes periodistas también tienen que ser responsables. Cubrir una guerra es una cobertura muy seria, muy difícil, muy compleja en la que te juegas la vida. Hay que tener experiencia en periodismo, preferiblemente en periodismo internacional, y si se tiene en conflictos, mejor. Este es el primer mensaje que les transmitimos a los colegas que nos llaman pidiéndonos asistencia. Ahora mismo nos hemos quedado sin existencias, no tenemos chalecos para prestar y estamos intentando conseguir más equipos de protección en un escenario internacional afectado por la escasez. Además el tipo de chalecos que hacen falta son de nivel 4, con placas antifragmentación, muy técnicos, no antidisturbios. Hemos solicitado al Ministerio de Defensa que nos preste equipos de protección y por ahora no hemos tenido éxito, pero sobre todo estamos haciendo ese llamamiento a los medios para que sean responsables y cuiden a sus periodistas y a los freelance que están sacándoles la información haciendo mil directos en todas las cadenas de nuestro país, salvo Televisión Española, que es la única que ha enviado a sus propios equipos de plantilla, bien cuidados y atendidos.
También ofrecemos un seguro, un elemento fundamental. Los periodistas tienen que viajar asegurados. No se puede ir a una guerra sin un seguro, ya no porque puedan matarte, sino también porque te puedan herir o puedas sufrir un accidente de tráfico. Cualquier problema de salud que en otras circunstancias no tendría mayor complicación, pero en una zona de conflicto es muy difícil de resolver. Ofrecemos un seguro de viaje a los periodistas socios de RSF, que cubre los riesgos de una guerra y las consecuencias de ataques. Todos estos servicios se brindan desde la sección española de la organización, pero RSF es una ONG internacional con sede en París que ha abierto en Leópolis el Press Freedom Center (Centro para la Libertad de Prensa), un espacio que está funcionando desde la semana pasada para apoyar, en primer lugar, a la prensa ucraniana, pero también a la extranjera. Un lugar seguro que ofrece apoyo digital, orientación, asistencia y dispone de refugio antiaéreo, donde los periodistas puedan trabajar con conexión a Internet y retransmitir en directo. RSF lo ha gestionado junto a un socio local, una organización ucraniana con la que colaboramos desde hace años. Desde allí se han distribuido 30 equipos de chaleco y casco a la prensa ucraniana y está previsto que lleguen más para la prensa extranjera. Una organización como la nuestra no puede sustituir la obligación de los medios de comunicación de cuidar de sus periodistas. Debemos ayudar a los freelance y a nuestros socios (a quienes les debemos nuestra existencia), pero los medios tienen que ser muy responsables.
Además, tenemos a disposición de cualquier informador el Manual de Seguridad para Periodistas, una guía práctica para reporteros en zonas de riesgo que antes distribuíamos físicamente y ahora está en formato digital en nuestra página web. Es la guía más completa en castellano sobre seguridad en zonas de conflicto, que aborda desde cómo preparar el viaje, riesgos, curar heridas y textos básicos legales que nos protegen hasta cursos de formación. Un documento súper valioso para cualquiera que esté valorando acudir a cubrir este conflicto.
Para terminar, me gustaría conocer algunos aspectos de su trayectoria como reportera internacional. ¿De los acontecimientos que ha cubierto, cuáles le han marcado especialmente? Entre los lugares desde los que ha informado se encuentra Corea del Norte, un país blindado al exterior, donde la prensa está controlada por el Estado. ¿Cómo fue su experiencia en este país?
He sido una gran privilegiada en cada viaje y cobertura que he hecho. Destacaría algo especial de cada oportunidad que he tenido de ir sobre el terreno a contar qué pasa y para la audiencia de un informativo generalista, que no es sencillo porque los temas de internacional no son fáciles de vender, pero la responsabilidad es gigantesca. Sabes que solo a través de tu informativo es como muchísima gente se entera de lo que está pasando en el mundo. Eso siempre lo he tenido muy presente.
Estos días pienso mucho en una de mis primeras coberturas que consistió en contar la entrada en la Unión Europea de los países de la Europa del Este y en concreto de los países bálticos. Un dato que me llamaba poderosamente la atención era que no les causaba una grandísima emoción formar parte de la Unión Europea, pero sí de la OTAN. Tenían esa sensación de vulnerabilidad y ahora estos días, con todo lo que ha ocurrido, pienso mucho en aquellas personas que se sentían tan amenazadas por Rusia. En el año 2004 no se percibía así, vivíamos en un momento de paz mundial, con la Guerra Fría finiquitada, pero tenían toda la razón.
En cuanto a Corea del Norte, ir allí no es viajar a otro país, sino a otro planeta. Fuimos la primera televisión española invitada a recorrer el país, algo totalmente inédito. Con todo lo que conlleva de control, de censura, de represión, estar allí simplemente, poner la cámara y grabar la vida fue una experiencia alucinante. Y al mismo tiempo padecer el hostigamiento de un régimen tan atroz. Íbamos acompañados continuamente de comisarios políticos que nos decían qué podíamos grabar y qué no. Pero la verdad es que el control y la censura los he vivido en muchos otros países. En Irak cuando estuve empotrada con las tropas de Estados Unidos también sufrí ese control. Cada día después de trabajar, un oficial puertorriqueño revisaba mis grabaciones y todo el material recabado y borraba aquellas imágenes que considerara que pudieran perjudicar la imagen que quería transmitir de la guerra en ese momento Estados Unidos. Cubrir los conflictos empotrado es contar solo una parte de la película y eso cualquier periodista que lo haya hecho lo sabe.
En las guerras siempre se enfrentan dos bandos y el medio tiene que decidir desde qué punto de vista lo cuenta. Lo ideal es que cualquier medio tenga dos equipos para cubrir los dos puntos de vista. A todos los periodistas nos están contacto la guerra desde la perspectiva de Ucrania y no estamos escuchando el punto de vista ruso, aunque nos lo imaginamos. Nuestro trabajo no consiste en juzgar, ni en condenar ni en calificar, sino en contar la realidad. Los bandos en un conflicto siempre tratan de influirte y de que cuentes la historia según ellos. Algunos lo hacen con mayor o menor delicadeza y mi experiencia con el Ejército americano fue muy dura porque eran despiadados, algo que sería impensable con el Ejército español. No me imagino a un PAO [siglas en inglés de Public Affairs Officer, responsable de comunicación], un coronel o comandante borrándome imágenes, ni mucho menos.
También conozco bien Latinoamérica, México, Colombia, Venezuela… He cubierto muchos temas de narcotráfico y de crimen organizado, difíciles de cubrir y peligroso, pero al final nuestra obligación es siempre dar voz a las víctimas. Esa es la forma adecuada de contar un conflicto abierto como el que estamos viviendo ahora en Ucrania o un conflicto larvado o latente como el que se vive en México. Cuando buscas ese punto de vista, el de las víctimas, nunca te equivocas de bando.
Cuando viajé a Irán a cubrir la crisis nuclear me sorprendió. Tenemos la imagen de un país donde se reprime a las mujeres y sin embargo, aunque tenga unos niveles de represión importantes contra ellas y en general, al mismo tiempo gozan de libertades que no podríamos ver en Arabia Saudí o en otros países del Golfo. Yo siempre viajo para romper y destruir mis prejuicios y contarlo. Eso en algunos países como Irán, donde te encuentras a mujeres poderosas que se enfrentan, que viven peleando por su espacio en la vida púbica es emocionante. Me encanta ver esa parte y siempre me ocurre cuando viajo. Como periodista tienes que ir con esas ideas preconcebidas muy preparada para que se desmoronen en cuanto a empieces a mantener un contacto directo con lo que ocurre en el país. Descubrí que las iraníes no son precisamente unas mujeres sumisas. En Teherán estábamos grabando unos recursos en la calle y de pronto presenciamos un accidente de tráfico. Lo había provocado una mujer que estaba conduciendo un coche, giró a la derecha y chocó contra una ambulancia. Fue culpa de ella. De pronto se bajó y empezó a gritarle al conductor de la ambulancia. Una imagen muy cotidiana que te da la medida de que allí las mujeres no se callan. Luego buscas activismo y lo encuentras en muchos países, pero esas estampas de la vida cotidiana me parece que son muy reveladoras. Nada sustituye mancharse las botas de barro porque somos testigos oculares, y no hay red social que lo reemplace. Por eso nuestro trabajo es tan importante.