Ver (o recuperar) ‘Plácido’ de Berlanga es una oportunidad única para redescubrir una de las mejores películas de toda la historia del cine español contemporánea de las grandes comedias italianas de los años 50 y 60. Un cine que mezcla, como en esta película, la observación satírica de la burguesía, aún en el contexto de la España franquista, con un ritmo frenético, casi burlesco, propio de otro gran modelo de comedia, la estadounidense.
El cine de Berlanga es también una celebración del desprecio y aprecio, a la vez, de los rostros “comunes” pero expresivos de la gente sencilla o de los burgueses apasionados… un placer tomado directamente de la caricatura. Una especie de carnaval grotesco apuntalado por un humor devastador que revela los cadáveres que la buena burguesía se esfuerza por esconder en sus armarios, incluso si eso significa a veces dejar sus pies un poco fuera.
‘Plácido’ comienza con una presentación cuasi-teatral, una entrada en el escenario de los dos protagonistas. Gabillo (José Luis López Vázquez) y Plácido (Casto Sendra) irrumpen en el campo de visión con un scooter. Una parada improvisada en los baños municipales revela uno de los leitmotivs que marcarán la locura de la víspera de Navidad. Plácido, un mensajero y un manitas, es acosado por despiadados banqueros que le piden que pague las letras de su scooter, so pena de ser arrestado por los agentes judiciales. Al mismo tiempo, toda la ciudad se moviliza por una gran acción caritativa, iniciada por familias respetuosas del lugar, obviamente muy religiosas. La idea, tan brillante como el eslogan publicitario (“siente un pobre a su mesa”), es que cada hogar burgués invite a una persona pobre a su mesa para compartir la fiesta de Navidad con ellos. Para colmo, se puede alquilar, en subasta pública, una pléyade de estrellas y celebridades engreídas que amenicen la velada y, además, un fabricante de ollas a presión, patrocina el evento para darle un impacto público, “de muy buen gusto”.
A lo largo de este día laborioso, Plácido intentará desesperadamente que Gabillo interceda en su nombre, mientras que, abrumado, no quiere molestar a los notarios y banqueros.

Fotograma de ‘Plácido’
La película es, por lo tanto, un cuento coral de una colectividad desaliñada, que, de alguna manera en la tradición del burlesque estadounidense, tiene tanto guión como coreografía, en un ritmo frenético de distribución e imitación, fundida en un movimiento incesante de conjunto. El tono carnavalesco juega con las aspiraciones opuestas de su dúo burlesco: Gabillo, el oportunista que imita, sin éxito, la grandeza del alma, y Plácido, su pequeño subordinado, cuyas preocupaciones no podrían ser más pragmáticas.
Lo absurdo está al acecho en toda esta farsa: la caridad cristiana es derrotada y puesta en evidencia por el comercialismo y la publicidad; la inmundicia de los invitados famosos queda en evidencia e, incluso, algunos de los viejos necesitados del asilo, a los que la miseria los ha convertido en insolentes a su pesar, tampoco despiertan muchas simpatías. La caridad se convierte en un fiasco sacrílego y es fustigada casi con la misma saña que el gran enemigo de la misma en nuestro cine: Buñuel. Ya saben: “No le des al miserable un pescado, enséñale a pescar”
Sin embargo, “Plácido”, escrita por el gran Rafael Azcona, no puede reducirse a una suma de influencias, ni a una transferencia de modelos de comedia existentes. Como en otras películas de Berlanga, encontramos una forma de causticidad muy contrastada, casi expresionista, en la brecha entre la comedia de costumbres, de apariencia bastante ligera y los brutales temas sociales detrás de la trama. A esto se suma la picaresca de las clases populares que tampoco salen bien paradas en la representación que ofrecen Berlanga y Azcona. Hay una clara simpatía por ellos, pero los autores desconfían de su bondad lo que evita que la visión sea partidista.
Sí, las buenas obras de la burguesía están contaminadas, al amparo de la caridad cristiana, de un cinismo manifiesto, grosero y formulado de manera desinhibid). Pero la lucha de esta familia de pobres demonios, que trata de saquear en cada oportunidad para asegurar su supervivencia, es igualmente descorazonadora, por su mezquindad y falta de delicadeza. Como resultado, entre Gabillo, el emisario hipócrita de la burguesía, gran orquestador de esta ruidosa “masa” de caridad; y Plácido, su servil repartidor, que se endeudó con la compra de una ridícula herramienta de trabajo, su furgoneta de reparto; tampoco hay tanta diferencia. Plácido nos genera más compasión porque es más débil, no porque sea mucho mejor persona.
Ficha artística:Título original: ‘Plácido’.
Año: 1961.
Dirección: Luis García Berlanga.
Guión: Rafael Azcona, José Luis Colina, José Luis Font.
Duración: 85 minutos.
Género: Sátira.
Música: Miguel Asins Arbó.
Fotografía: Francisco Sempere.
Intérpretes: Cassen, José Luis López Vázquez, Elvira Quintillá, Amelia de la Torre, Julia Caba Alba, Amparo Soler Leal, Manuel Alexandre, Mari Carmen Yepes, Agustín González, Luis Ciges, Antonio Ferrandis.
Nominada al Oscar: Mejor película de habla no inglesa.
Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película).
FlixOlé.
Luis López Belda