El Mediterráneo se enfrenta a numerosos desafíos: la integración socioeconómica de la juventud y el fortalecimiento de su papel en los sistemas alimentarios y en las zonas rurales; el empoderamiento de las mujeres y su inclusión socioeconómica; el desarrollo de sistemas alimentarios sostenibles; la innovación tecnológica; el emprendimiento; la digitalización; y la pesca y el desarrollo costero sostenibles, entre otros. De todo ello hablamos con el Secretario General del Centro Internacional de Estudios Agronómicos Mediterráneos Avanzados (CIHEAM), Plácido Plaza en un encuentro virtual que se celebrará el 21 de junio a las 19 h., en el marco del ciclo ‘Medio Ambiente y el Mediterráneo’. La charla, bajo el título “Desarrollo rural sostenible en el Mediterráneo”, será presentada por Beatriz Beeckmans y podrá seguirse a través de la web de Casa Mediterráneo y sus redes sociales.
Plácido Plaza es ingeniero agrónomo con especialización en agricultura tropical y subtropical por la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). En la actualidad desempeña el cargo de Secretario General del CIHEAM, una organización intergubernamental creada en 1962 bajo los auspicios del Consejo de Europa y la OCDE, con la misión de desarrollar la cooperación entre los países del Mediterráneo mediante la formación de posgrado y la promoción de la investigación cooperativa en temas de agricultura y recursos naturales.
¿Cómo definiría la situación actual del entorno rural y costero del Mediterráneo?
Estamos en un marco de evolución climática muy preocupante. Somos uno de los hot spot (punto caliente) del calentamiento climático en el mundo y la IPCC (acrónimo en inglés del Panel Intergubernamental del Cambio Climático) ha dado rangos de evolución de temperatura entre 2 y 4 grados. Trasladado al hecho de que la agricultura está sufriendo actualmente estos cambios de manera muy fuerte, esto trae consigo un panorama de una degradación de recursos naturales importante. Me refiero principalmente a suelos y agua, por procesos de salinización, contaminación y desertificación. Hemos perdido más de 8 millones de hectáreas cultivadas por prácticas insostenibles, por urbanización… y esto en un contexto en el que la demanda de alimentos no para de crecer.
Si hablamos de agua, la región MENA (Oriente Medio y el Norte de África), en la que se encuentra el Mediterráneo, concentra una de las densidades más importante de lo que se llama población pobre en agua, definida en base a criterios de disponibilidad de metros cúbicos por persona. La agricultura en muchos países consume hasta el 80% de los recursos de agua. En los países del sur la agricultura familiar, campesina, que es la mayoritaria, sufre una competición fuerte de una agricultura mucho más intensiva y desarrollada por parte de los grandes perímetros. La reducción de las tierras agrícolas y la presión sobre los recursos hídricos y los medios de producción plantea una problemática de seguridad alimentaria absolutamente brutal.
Según las proyecciones del Banco Mundial, la población de la región debería llegar en 2030 a 572 millones de habitantes. Si hablamos de zonas costeras y de pesca, el Mediterráneo es el mar semicerrado más grande del planeta; tiene 46.000 kilómetros de costa, 24 países, territorios de Europa, de África, de Oriente Medio… Una región natural que ha jugado un papel histórico fundamental, de nexo entre estos países, es un vínculo y un motor de desarrollo, también un hot spot de biodiversidad. Pero tenemos uno de los mares más contaminados del mundo y ésta es la paradoja. Con un turismo costero masivo, con un rápido aumento del tráfico marítimo y con una contaminación por plásticos que todo el mundo conoce. Estamos viendo cómo se deteriora su potencial de biodiversidad.
En cuanto a la pesca el problema es la sobrepesca. Desde el año 2019 más del 75% de las especies están sobreexplotadas y aunque en estos momentos tenemos una leve mejoría momentánea en relación a la etapa anterior, hemos pasado de un 88% de especies sobreexplotadas a un 75%, la situación es realmente difícil.
Cabe destacar también el tema de las especies invasoras. Sólo un ejemplo: el cangrejo azul. Hemos desarrollado un proyecto sobre utilización alternativa de ciertas especies, pero el problema es tal magnitud que aunque lo podamos abordar desde proyectos específicos se necesita un tratamiento global.
Toda esta situación de degradación de los recursos tiene un fuerte impacto sobre el nivel de vida de millones de pequeños agricultores y pescadores. Y hay que recordar que este sector es un poderoso proveedor de empleo en la región y además con una evolución muy dispar. Si en los países mediterráneos del norte el número de activos agrarios se ha reducido de unos 7 millones en 1990 a 4 millones en la actualidad, en el sur la dinámica es inversa, ha aumentado de 30 a 34 millones y en varios países representa entre el 25 y el 30% de la población activa. Por ejemplo, en Turquía supone el 18% de la población activa, que desempeña un papel importante para la estabilidad social; en Marruecos, el 16% del PIB y casi el 70% de la población en el medio rural depende de la actividad agraria; en Argelia hay un gran problema de autosuficiencia alimentaria y una voluntad del país de diversificar sobre una base de recursos cada vez más problemática para no depender tanto de los hidrocarburos…
Además, existe una enorme desigualdad entre zonas urbanas y rurales en cuanto al acceso a infraestructuras colectivas de agua y de sanidad y también al mercado. Muchos de los activos agrarios compaginan esa actividad con actividades en centros urbanos o dependen de remesas.
En definitiva, el panorama es complejo, crítico, pero la región tiene algunos activos para enfrentarse a estos retos. El primero es su capital humano, con problemas de empleo, pero con un buen nivel de formación. Y un verdadero patrimonio agrícola, basado en los recursos existentes pero con un know how y una manera de producir y elaborar productos que tiene poco parangón en el mundo. Lo que hacemos en el CIHEAM es construir sobre estos activos: agricultura, juventud y formación, que lleve no sólo a la excelencia científica, sino también a la capacidad de innovar y de crear empleo.
Recientemente participó junto a otras organizaciones internacionales en el evento titulado ‘Caminos para el futuro de los sistemas alimentarios mediterráneos’. ¿Nos puede contar qué cuestiones se trataron y a qué conclusiones se llegó?
Formaba parte de la semana ministerial gobierno-empresas de los países de la OCDE y del MENA (Oriente Medio y África del Norte), donde se encuentra insertada nuestra región mediterránea. Lo que allí se discutió fueron estrategias de recuperación pos Covid. Nosotros llevamos la voz de la agricultura y la pesca: qué pueden aportar y bajo qué condiciones en los escenarios de recuperación. Lo primero que dije fue constatar que en una región con una tasa de desempleo de mujeres y jóvenes de las más altas del mundo toda dinámica tiene que incluirlos y tiene que figurar en la política de nuestros Estados. El crecimiento del sector agrícola y pesquero y la agroindustria pueden contribuir significativamente a esta recuperación, pero si nos basamos en dinámicas multi-actores, es decir, movilizar medios públicos, privados y a la sociedad civil. En ese sentido recordé la importancia de mantener estos mecanismos de protección social y ayudas económicas, que son una red de seguridad en nuestras zonas rurales.
Pero es evidente que estos sistemas no son suficientes si no cambiamos de paradigma y no adosamos nuestra nueva visión a una simplificación administrativa, haciendo que los jóvenes puedan acceder de manera práctica y funcional a quienes van a tomar decisiones sobre la financiación de sus proyectos y de sus posibilidades de desarrollo. En nuestra región tenemos que dejar de ver a los jóvenes como un grupo de riesgo que hay que gestionar o una categoría a la que proveer empleo. Estos jóvenes, y nosotros lo vemos en el CIHEAM todos los días, tienen una verdadera capacidad de construirse como líderes de proyectos, con valor social y medioambiental añadido. Hay nuevos paradigmas de chicos y chicas que pueden proveer soluciones nuevas y emergentes con poco que se les identifique, se les apoye y no se les ponga una carrera de obstáculos.
Subrayé que la agricultura es un sector de una sensibilidad extrema, estamos hablando de Medio Ambiente, de salud, de cultura, de identidad, de empleo… y todo ello contribuye a la estabilidad de los territorios, que sólo se puede mantener con políticas equilibradas y con apertura y oxígeno para que los jóvenes puedan desarrollar su potencial. Creemos que los sistemas alimentarios saludables y sostenibles son aquéllos que contribuyen a la estabilidad de esos territorios y al desarrollo equilibrado de esas sociedades, al tiempo que crean puentes con las generaciones futuras, evitando que éstas se desinteresen y se vayan.
Lo que quisimos transmitir a los ministros fue un mensaje sencillo: hay que desectorializar el tema agrario, es decir, no hay que pensar sólo en políticas agrarias. Esto es parte de una política de formación, de investigación, de innovación, de desarrollo económico a largo plazo y de desarrollo territorial. Tenemos que desestructurar estos temas para considerar todos sus componentes.

Plácido Plaza
¿Qué acciones deberían emprenderse para mejorar la empleabilidad de la gente joven en las zonas rurales y costeras?
Es uno de los grandes retos que tenemos por delante y una de las prioridades en todos los países, incluido el nuestro, donde la inserción de las nuevas generaciones en el sector agrario es preeminente Me gustaría recordar unos hechos: en la región, una cuarta parte de la población es joven, el 25%, y en el sector agrario aún más. Y estos jóvenes, independientemente de su nivel de formación, sufren una tasa de desempleo brutal, que va del 30 al 50% y a veces más, dependiendo de los países. También diversas estimaciones y proyecciones apuntan a que si no adoptamos las políticas adecuadas ni las acciones necesarias podríamos acabar dentro de 20 o 25 años, en 2050, con 100 millones de jóvenes desempleados en la región.
Ésta es una situación realmente preocupante y además paradójica, porque coexiste con sectores donde hay una elevada demanda de mano de obra, como el agrario y el pesquero. ¿Por qué los jóvenes no se sienten atraídos por los sectores de la agricultura y la pesca? Actualmente en las pequeñas empresas agrarias y las granjas familiares la mayoría de los trabajos son precarios, estacionales, informales, poco productivos y mal remunerados. Y sobre todo con un estatus social bajo. Al mismo tiempo, estos jóvenes no reciben la formación adecuada y carecen de las habilidades para crear su propia actividad debido a que no tienen capital, ni acceso al crédito y además, el principal factor de producción, que es la tierra, está en manos de generaciones de mucha más edad.
Nosotros en el CIHEAM intentamos contribuir, en la medida de nuestros medios y del mandato que nos han dado nuestros países. ¿Cómo? A través de la formación, que tratamos de identificar lo mejor posible. Ofrecemos un elenco que abarca diplomas, excelencia científica y formaciones técnicas, extremadamente centradas en algunos segmentos, procesos productivos o el análisis de elementos necesarios para situar una propuesta de actividad. Además, tenemos un portafolios de proyectos de formación que muchas veces van ligados con la identificación de proyectos y los que llevamos a cabo en el terreno para tener una continuidad entre la producción de conocimientos y su aplicación en un marco regional. Aparte de esta oferta, tenemos iniciativas como los MedForum un tipo de plataforma doctoral en la cual los jóvenes pueden desarrollar parte de su secuencia de formación en movilidad, inmersos en la realidad del terreno en los diferentes países del Mediterráneo.
Contamos con un foro ministerial en el que los ministros de agricultura del CIHEAM se reúnen, donde el próximo tema central de la reunión ministerial va a ser apoyar a los jóvenes en la creación de empleo y facilitar su inserción. También intentamos acercarnos al sector privado: fundaciones, asociaciones de empresarios… Hemos puesto en marcha en nuestro centro de Bari una nueva secuencia de formación dirigida a la innovación y la creación de empleo. Además tratamos de fortalecer, a través del apoyo a la investigación, una economía azul sostenible, que conlleva un trabajo con las comunidades.
Hay nuevas prioridades en cuanto a una alimentación de calidad, sostenible, que nos lleva a productos del territorio, biológicos. Por ejemplo, hemos creado la primera red regional de agricultura orgánica para ayudar a los países a establecer su marco de referencia, tanto reglamentario como técnico, pero también abordando los temas de mercado y de intercambios posibles. En este contexto, la utilización de tecnologías digitales es fundamental, porque son la herramienta y la palanca de acción que apoya y permite el desarrollo de la actividad.
¿Por qué es importante y cómo se puede fomentar el empoderamiento de las mujeres y su inclusión socioeconómica en los sistemas agroalimentarios de las áreas rurales?
Es otro problema acuciante y sensible. Si hablamos de la inclusión socioeconómica de los jóvenes, tenemos que hacer hincapié en el caso de las mujeres porque éstas tienen una doble dificultad, por su condición de joven y mujer. A través de los intercambios y los proyectos comunes que tenemos con instituciones como la OCDE o la Unión por el Mediterráneo, hemos llevado a cabo varios estudios sobre el papel de la mujer en este ámbito, sus problemas y potencialidades, y lo primero que llama la atención es que en la región entre 1995 y 2011 la fuerza laboral femenina en las áreas rurales agrícolas ha pasado del 34 al 45%, lo quiere decir que la mujer asume un papel central. Sin la mujer no se concibe una agricultura familiar, ni muchas de las actividades en el medio rural.
Frente a esta realidad, no obstante, persisten las desigualdades. Por ejemplo, un indicador: sólo el 5% de los propietarios agrícolas de la región son mujeres. Esto lo dice todo. Las mujeres en comparación con los hombres tienen el doble de probabilidades de ser trabajadores familiares no remunerados informales. La situación es bastante densa y tiene raíces de diferente naturaleza. En el marco de una reunión que hemos mantenido con la Unión por el Mediterráneo, Women for Mediterranean, analizamos la contribución de la mujer en el sector agrario para salir del Covid y es evidente que está a la vanguardia no sólo a la hora de mantener el sistema de producción familiar, sino también de procesar y distribuir los productos agrarios. Esta realidad no sólo la reflejan los estudios, es lo que constatamos en los proyectos en el terreno. Ahí hay un potencial de desarrollo importantísimo, aparte de tratarse de un asunto de justicia social.