Revista Casa Mediterráneo

Rosa Montero: “Escribes para poner un poco de luz sobre las tinieblas de tus obsesiones”

en febrero 28, 2019

Si algo sobresale desde los primeros minutos del cara a cara con Rosa Montero es su cercanía, sencillez y humanidad. La célebre escritora y periodista del diario El País, autora de una larga lista de libros y merecedora de numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de las Letras Españolas 2017 que concede el Ministerio de Cultura, estuvo el pasado 26 de febrero en la Sede Universitaria Ciudad de Alicante para participar en un encuentro organizado por Casa Mediterráneo.

La última de sus novelas, ‘Los tiempos del odio’ (Seix Barral, 2018) continúa la serie protagonizada por la detective Bruna Husky, que a través del género de la ciencia ficción le permite abordar temas existenciales y de plena actualidad: las revueltas populares, los excesos del poder, el horror de los dogmas, la muerte y el amor como elemento esencial para dar sentido a la vida.

En el subtítulo de su novela ‘Los tiempos del odio’ y a lo largo de sus páginas se repite la frase: “Sin amor no merece la pena vivir”. ¿Es tan necesario el amor para que la vida tenga sentido?

Totalmente, en la novela además se refiere a dos tipos de amor. Al amor en general, a una vida más empática, a vivir con los otros, al amor social, todo lo opuesto al odio. En la novela se cuenta la historia de las minas asturianas. Inmediatamente después de la guerra franquista, en los primeros años terribles de la posguerra, un grupo de presos republicanos trabajaba en unas minas y los típicos matones franquistas, de cuando en cuando, bajaban, les hacían formarse, numerarse y luego a uno de ellos le obligaban a decir un número para fusilar ahí mismo a quien lo tuviera asignado. Lo maravilloso y lo estremecedor es que muchos de ellos daban su propio número, condenándose a una muerte inevitable. De ahí que, por un lado el libro, frente al odio, confronte el amor empático.

Por otro lado, alude al amor amor sensual y carnal. Cuando lo dice Ángela, se refiere a los dos tipos de amor. Ella habla del amor pasión, cuando ella es una persona a la que nadie mira. A medida que voy envejeciendo me voy dando más y más cuenta de que el mundo se mueve por el amor y que todos ansiamos locamente ser amados, pero lo malo es que no nos sirve cualquier amor, sino que queremos ser amados de una manera muy precisa y a veces colocamos unas expectativas en ese amor que lo vuelve completamente imposible, lo que nos lleva a una catástrofe.

La protagonista del libro, la detective replicante Bruna Husky, es más sensible que muchos humanos, que se muestran indiferentes ante la muerte programada de los humanoides. La muerte está muy presente en sus temores, especialmente porque sabe su fecha de caducidad. Si las personas supiéramos cuándo nos llega la hora, ¿viviríamos tan intensamente cada momento como ella?

Viviríamos aterrorizados, espantados. Ella vive indignada por que le hayan dado una vida así. Soy una ferviente oponente de la pena de muerte, que me parece una barbaridad, no sólo porque te maten, sino sobre todo porque sabes cuándo te van a matar. Saber cuándo va a acontecer tu muerte es un horror y no podríamos soportarlo. La inmensa mayoría de los humanos se olvidan de que son mortales y viven como si fueran eternos, gracias a desconocer cuándo van a morir. La gran mayoría vive así, salvo un puñadito de neuróticos como Woody Allen o como yo misma, que estamos obsesionados por el paso del tiempo, por lo que el tiempo nos hace y nos deshace, porque vivir es deshacerse en el tiempo, y por la muerte. En eso me parezco muchísimo a Bruna, en su horror y obsesión por la muerte y eso se compensa con una pasión por la vida muy grande, por una conciencia muy aguda de que estás vivo. Tengo la suerte de que yo no sé, pese a todo, cuándo voy a morir.

Rosa Montero – © María Gilabert / Revista Casa Mediterraneo

Su novela está ambientada en el año 2110, pero los asuntos que trata parecen muy contemporáneos.

Totalmente, la ciencia ficción es un género que en realidad te da una herramienta metafórica poderosísima para hablar del aquí y del ahora. Yo siempre digo que mis tres novelas de Bruna Husky (‘Lágrimas en la lluvia’, ‘El peso del corazón’ y Los tiempos del odio’) son las más realistas que he escrito y que, desde luego, representan y reflejan de una manera muy cercana nuestra vida. Ésa es una de las funciones de la ciencia ficción: poder reflexionar metafóricamente sobre la condición humana.

En la primera novela de Bruna Husky (‘Lágrimas en la lluvia’), de la que ya han pasado diez años, yo ya estaba muy preocupada por una añoranza del totalitarismo, del dogma y del fanatismo que veía crecer a mi alrededor, por una crisis de la credibilidad democrática. En esa novela retraté un mundo tremendo, tiránico, ultra religioso en una de las plataformas orbitales, en la Bari, y todavía no había surgido el ISIS. El grupo terrorista irrumpió dos o tres años después de la publicación de mi primera novela y era peor todavía que mi mundo ultra religioso. Y en estos diez años esta tendencia no ha hecho más que empeorar, tanto en el mundo de Bruna como en nuestro mundo.

Ahora nos encontramos en una crisis tremenda de credibilidad y de legitimidad democrática y estamos deslizándonos hacia un abismo de retrocesos de los derechos humanos y las garantías democráticas. Si no luchamos y reformamos de alguna manera la democracia para que la gente vuelva a ilusionarse y a sentirse representada por el sistema democrático lo tenemos muy mal.

Por ejemplo, han ganado dos líderes mundiales de países tremendos, como son Brasil y Estados Unidos, con montones de votos mediante discursos de odio. Antes eso se disfrazaba. Estamos claramente en los tiempos del odio en todo el mundo. Intentemos ponernos las pilas y hacer de la democracia un proyecto emocionante y que pueda atraer a la gente. No es de recibo que sucedan hechos como los de Jamal Khashoggi y que solamente Angela Merkel diga que no se pueden tener relaciones con Arabia Saudí, y que el resto de líderes democráticos, cuando las democracias son tan pomposas para hablar de los grandes valores, luego los pisotean para no perder unos contratos democráticos. ¿Qué mensaje se le está mandando a las nuevas generaciones de credibilidad y de esperanza? Ninguno, solamente gobierna el dinero. Estamos viviendo un momento muy complicado y mi novela, efectivamente, creo que lo refleja muy cercana e íntimamente.

A lo largo de su prolífica trayectoria literaria, ¿cuáles son los temas que más le interesa abordar en sus libros?

Todos los escritores escribimos siempre sobre los temas que nos obsesionan. Tú no escribes para enseñar nada, escribes para aprender, para poner un poco de luz sobre las tinieblas de tus obsesiones. En cada libro voy intentando encontrar una nueva manera de explicarme esas obsesiones y hacerlo, a ser posible, de una manera más exacta, más profunda y más bella. Soy una escritora especialmente existencialista. El tema esencial en todos mis libros, desde que empecé hasta ahora, es la muerte, el sentido de la vida, si es que tiene alguno, y el paso del tiempo, en cuanto a lo que nos hace y nos deshace.

Otros temas presentes en mis novelas son el poder y el fanatismo y la memoria como construcción imaginaria. Nosotros creemos que recordamos, pero en realidad lo que recordamos es un cuento que nos contamos a nosotros mismos y además está en construcción, lo vamos cambiando, porque lo que recuerdo hoy de mi infancia no era lo que recordaba hace veinte años. Nuestra imaginación va intentando dar una apariencia de sentido a nuestra existencia, gracias a esa reconstrucción imaginaria del pasado. Y sin eso, la vida sería puro ruido y furia, como diría Shakespeare. Por lo tanto, si la memoria es una construcción imaginaria, la identidad también lo es, y además no es fija ni firme, puede ir cambiando. A estos temas se añade la necesidad de los otros para que la vida merezca la pena de llamarse vida. Somos animales sociales. Y, luego, el amor carnal y pasional. Ésos son los temas esenciales.

¿Cuándo supo que quería ser escritora?

No lo supe, lo fui. La inmensa mayoría de los novelistas hemos empezado a escribir desde niños. Yo comencé a escribir mis primeros cuentos con cinco años, sobre ratitas que hablaban. Así que desde que me recuerdo como persona me recuerdo escribiendo. No decidí ser escritora, simplemente estaba ahí. Eres, escribes, es una construcción básica de tu identidad. Siempre me defino como escritora orgánica. Para mí es como beber o respirar, es algo que necesito esencialmente para sobrevivir. No sé cómo me las arreglaría para vivir sin ello.

Entre los numerosos galardones literarios que ha recibido, el Ministerio de Cultura le otorgó el Premio Nacional de las Letras Españolas 2017. ¿Qué supuso para usted este reconocimiento?

Algo enorme, fue incluso terapéutico. Los escritores somos terriblemente inseguros, siempre hay un agujero de duda tremenda, de angustia, incluso aunque tengas éxito. Con un premio así, que además es de tu sociedad, sentí que llegaba a casa, que me daban una palmada en el hombro y me decían: “Vale, lo has hecho bien”. Me dio una gran gran serenidad y calmó mucho esa especie de herida interior. Y todavía sus efectos duran. Ha sido muy importante para mí.

Como periodista, tiene la oportunidad de conocer a todo tipo de personajes y de historias. ¿El periodismo le sirve como fuente de inspiración?

Muchísimo. Sirve para vivir. Una novela es todo lo que el novelista es. Todo lo que ha vivido, lo que ha leído, lo que ha sentido, sus sueños, sus miedos, su situación física, su estado, el hecho de que sea guapo o feo, fuerte o débil… la manera en la que miras el mundo depende también de eso. El periodismo, sobre todo como yo lo he hecho, como reportera y entrevistadora, te permite conocer muchos mundos, y no sólo geográficos, sino sobre todo interiores, lo que te da una riqueza en la contemplación del ser humano.

De los personajes relevantes que ha entrevistado a la largo de su carrera periodística, ¿quiénes le han impactado más?

Lo mejor es que se te olvidan, porque he hecho unas 2.000 entrevistas y si las guardara en la cabeza no tendría memoria. Destacaría dos. Paul McCartney, porque cuando yo tenía 12 años estaba locamente enamorada de él, de los Beatles. Cuando le entrevisté, había envejecido, aunque más que envejecer se había derretido, pero me encantó, porque es un hombre divino, humilde. Estuve todo un día en su granja de Sussex, donde estaba grabando un disco. Fue maravilloso.

También me fascinó Muhammad Yunus, el inventor del microcrédito, que realmente me pareció monumental, una persona inteligentísima, modestísima… Tuve la sensación de estar entrevistando a uno de esos grandes benefactores de la humanidad, como Gandhi.

Su técnica como entrevistadora se estudia en facultades de periodismo de España y América Latina. ¿Cuáles son las claves para hacer una buena entrevista?

La clave fundamental es tener verdadera curiosidad por el entrevistado y además cuándo ésta es genuina, auténtica y pura, el entrevistado se suele abrir. Todos queremos que nos escuchen de esa manera que denota que no te van a juzgar, simplemente con el deseo de saber quién eres y qué piensas. Además, por supuesto, tienes que preparar muchísimo la entrevista, aprenderte de memoria los datos para que el entrevistado no te pueda engañar. Y tener la ambición literaria de hacer de la entrevista una pieza perdurable, de intentar aprehender un poquito el diseño personal de ese individuo y poder convertir eso en literatura, porque el periodismo es un género literario.

Más información sobre la autora, en la web oficial de Rosa Montero

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