Líbano, antaño conocido como “la Suiza de Oriente Próximo”, vive inmersa en una grave crisis socioeconómica de la que no se atisba una salida cercana en el horizonte. Desde hace décadas, un sistema político fallido perpetúa en el poder a unas élites incapaces de dar respuesta a las necesidades básicas de los ciudadanos. En este contexto, agravado por la pandemia mundial de Covid, la guerra de Siria y el desastre que supuso la explosión de varias toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut en el año 2020, la población atraviesa enormes dificultades para salir adelante.
El colapso que atenaza al Líbano tiene un particular impacto entre la población femenina. De las dificultades y los retos a los que se enfrentan las libanesas habló Sally Hammoud, profesora de la Escuela de Negocios Olayan de la Universidad Americana de Beirut, el pasado 8 de marzo en la jornada ‘Las mujeres mediterráneas rompen barreras’ organizada por Casa Mediterráneo. Hammoud dio testimonio de cómo las redes sociales se han convertido en los últimos años, especialmente a raíz de la pandemia, en una poderosa herramienta de activismo con la que las mujeres exponen sus reivindicaciones y movilizan a la opinión pública para tratar de mejorar sus condiciones.
¿Cómo está afectando a la población, y particularmente a las mujeres, la actual situación de crisis política, social y económica que atraviesa el Líbano?
En estos momentos, como usted sabrá, el Líbano está atravesando una de las peores crisis de toda su historia, no sólo de su historia moderna. El régimen político, que está basado en el sectarismo, ha facilitado más oportunidades para la corrupción. Y esto ha conducido al agravamiento de la crisis económica. Por ejemplo, ahora tenemos una hiperinflación de más del 800 %. ¿Puede imaginarlo? Nos enfrentamos a muchos retos. Nuestra moneda ha perdido muchísimo valor, lo que ha ocasionado que la gente no sea capaz de poder comprar comida, ir a la escuela o a la universidad. La National University o la State University, donde me gradué, se encuentran en tal situación que los alumnos están estudiando con las linternas de sus teléfonos móviles. Es una realidad devastadora. Todo esto, definitivamente, ha tenido su propio impacto en la situación de las mujeres.
Empezaré con un ejemplo muy ilustrativo, de algo que sucedió la semana pasada [por principios de marzo]. Hablando del patriarcado, el sectarismo, la corrupción y la crisis en el sistema político, el ministro de Asuntos Sociales en una entrevista oficial con medios de comunicación dijo: “Si aumentamos la cuota de mujeres en el sistema político o abordamos el tema de los matrimonios de menores, ¿se resolverán los problemas? ¿Ahora es el momento adecuado para tratar los derechos de las mujeres?”. ¿Puede creérselo? La postura del propio ministro de Asuntos Sociales nos da una pista de lo que sucede en la actualidad.
A los Estados les gustan las declaraciones oficiales, que en realidad deben representar el pensamiento macro del país. Si analizamos la cantidad de delitos que se han cometido contra las mujeres, sólo la semana pasada [por el pasado mes de marzo] un hombre disparó a su exmujer a mediodía cuando se dirigía al gimnasio y tres mujeres fueron asesinadas en una aldea del sur del Líbano. Y el fiscal emitió una declaración en la que decía que los responsables de esos crímenes tenían problemas psicológicos, lo que equivale a sentencias con penas reducidas.
A raíz de la explosión en el Puerto de Beirut, que fue un acontecimiento internacional, una mujer fue ingresada en el hospital, donde estuvo varios meses en coma. Debido al sistema patriarcal, su marido se llevó al hijo de ambos, un bebé, con la bendición de la institución religiosa, que es el Consejo Chiíta, la Asociación Majlis. Las instituciones religiosas controlan nuestras relaciones civiles, como el matrimonio, el divorcio o la custodia de los hijos, porque carecemos de un Código Civil. Hay muchas historias similares, con las que podría seguir, que están afectando a las mujeres.
Lamentablemente, los derechos de las mujeres se consideran todavía en esta región, y especialmente en tiempos de crisis, un elemento accesorio, algo que no es importante y sobre lo que se podrá pensar en otro momento. De modo que la actual situación, no quiero decir que sea el resultado de un movimiento revolucionario fallido [las Primaveras árabes], pero teníamos las expectativas puestas en este movimiento que luchaba contra la corrupción y esperaba cambiar de alguna manera el sistema político. No tenemos gobierno, ni presidente y el Parlamento ni siquiera está trabajando para elegir a uno. Estas circunstancias han discapacitado a todo el país y han abierto las puertas a más abusos contra las mujeres, que no son una prioridad en absoluto.
¿El sistema no protege a las mujeres?
No. Y desde que no hay gobierno, no hay seguridad. Por eso, el número de crímenes, de violaciones, de ataques y de agresiones a las mujeres se ha incrementado. Una cosa que creo que deberíamos hacer es analizar el impacto psicológico de la crisis en la población. La gente está cada vez más enfadada, más agresiva, más violenta… y no hay rendición de cuentas. Debido a la corrupción imperante, si conoces a alguien en el gobierno sales impune.
En cuanto a la custodia de los hijos, si el sistema favorece al hombre, ¿las mujeres se lo piensan dos veces a la hora de pedir el divorcio ante la posibilidad de perder a sus hijos?
Sí, el sistema es injusto, porque además no existe una ley fija. Es injusto incluso para las mujeres que no tienen hijos. Yo misma estuve casada con un libanés americano y siempre digo esto, en plan de broma: conseguir el divorcio me llevó más tiempo que el matrimonio en sí mismo, porque él era quien tenía el control de la sentencia. Así que pudo retener el matrimonio todo el tiempo que quiso. Y luego cuando lo aceptó, pude recuperar mi libertad.
¿Las redes sociales están siendo una herramienta útil para tratar de mejorar la situación de la mujer?
Muchos no estarán de acuerdo conmigo sobre el impacto positivo que ejercen las redes sociales, pero debemos admitir que éstas son el statu quo y no pueden desaparecer. No todo el mundo tiene acceso a ellas, pero sí la mayoría. Quizás haya una brecha digital y a algunas personas no se les permita usar móviles, pero reconozco que las redes sociales han sido capaces de amplificar las voces de algunas mujeres, de movilizar a otras y de compartir sus historias.
Muchas historias que estaban ocultas no las habríamos conocido sin las redes sociales. Los medios tradicionales, especialmente en un país como el Líbano, que sufre tantas crisis, siguen una agenda y tienen una capacidad temporal limitada para cubrir las noticias. Por lo tanto, las redes sociales han sido capaces de rectificar la ausencia de esas historias y de prestarles una atención que atrae a los medios tradicionales, convirtiéndolas en noticias de interés público. Y eso es lo que me ha fascinado de las redes sociales, independientemente de las malas o negativas influencias que puedan tener en los niños o en las mujeres. Pero, como otro tipo de tecnologías, ahí están y de momento no desaparecerán. Quizás haya plataformas alternativas, de forma similar a lo que ocurrió con Facebook, Instagram, Twitter o TikTok. Tenemos que admitir que las redes sociales han influido en nuestro comportamiento de muchas maneras.
Los medios de comunicación tradicionales solían decirnos qué pensar, y con la diversificación empezamos a tener diferentes opiniones. Así comenzamos a ver otras opciones y por eso se le dio mucha importancia a la alfabetización mediática a lo largo de los años. Pero cuando las redes sociales irrumpieron, de alguna manera se democratizó el tablero de la comunicación. Ofrecieron a la gente una vía para expresar lo que no podía decir en los medios tradicionales, especialmente a las mujeres. Todavía hay un gran número de mujeres que son amas de casa, usan mucho el teléfono y están aprendiendo a usar las redes como si fuera un juego.
Con las redes sociales creo que las mujeres tenemos la oportunidad de alcanzar un mayor impacto en nuestras reivindicaciones. Pero no es fácil porque los algoritmos no están diseñados para ello, ya que promocionan un tipo específico de contenidos, los que reportan beneficios a las empresas. Una vez hice un experimento con mis alumnos: les mostré la imagen de la primera mujer astronauta del mundo árabe, lo que supone un gran acontecimiento, frente a la imagen al azar de una mujer en bikini. Y la que llamó más la atención no fue la primera.
Por eso, mi llamada a la acción se dirige siempre a que la gente de diferentes partes del mundo se una para amplificar sus voces en favor de una causa, especialmente de las mujeres, y a desafiar a esos algoritmos, aprendiendo a introducirse en la esfera de las redes sociales por una buena causa.

Sally Hammoud (la segunda por la derecha), en la mesa redonda celebrada en Casa Mediterráneo con motivo del Día de la Mujer – © María Gilabert / Revista Casa Mediterráneo.
La irrupción de la pandemia, ¿contribuyó al auge de las redes sociales en el Líbano?
Sin duda, ayudó, y puedo dar algunos ejemplos. La mayoría de las personas estaban atrapadas en sus casas, sin nada que hacer, de modo que se volcaron en las redes sociales. Pero tampoco debemos olvidar el pánico que experimentó la gente durante la pandemia, que recibía las noticias a través de las redes sociales, estando expuesta a todo lo que allí se decía.
En el Líbano, donde la violencia de género se incrementó en esa época, se puso en marcha una campaña dirigida a las mujeres. Consistía en un vídeo de una receta de cocina, en cuyos subtítulos, escritos en un árabe coloquial, se decía: “Si estás en casa y te enfrentas a la violencia, puedes llamar a este número”. Fue una campaña inteligente y creativa, porque las mujeres estaban atrapadas con sus maridos, y estos no prestaban atención a los subtítulos. Logró llegar a ellas y hacerlas sentir seguras.
Pero la lucha no termina aquí. Es preciso darles herramientas para que expresen lo que les esté sucediendo, porque socialmente no se acepta que las mujeres alcen la voz para exponer su situación. Por eso creo que la pandemia dio un impulso a las mujeres para que entraran más en el ámbito de las redes sociales. No obstante, si tuviéramos una mentalidad colectiva, podríamos hacer más.
¿Las redes sociales están siendo aprovechadas por el activismo en el Líbano para mejorar la situación de las mujeres?
Sí. El activismo se ha desplazado a otros campos, a la esfera cibernética. En el Líbano, los influencers ejercen el activismo detrás de las pantallas. La pandemia ha transformado esta situación en gran medida y la gente ha cambiado. Hemos visto que los lobbies han tenido una gran influencia en las redes sociales. Muchas mujeres han sido capaces de aprovecharlo y participar más activamente en las redes sociales hablando de diferentes asuntos, como educación sexual, orientación sexual, violencia, situación económica, derechos políticos… Considero que han favorecido la toma de conciencia, al menos si nos fijamos en el movimiento ‘Me Too’. Algunas voces dicen que esa fue una campaña realizada por una agencia de publicidad o de relaciones públicas. Si así fuera, sigue estando bien. Ha creado un movimiento en todo el mundo y ha roto algunas barreras. El hecho de que varias celebridades denunciaran que habían sido acosadas es una vía para normalizar este tipo de comportamiento entre las mujeres.
Imagen superior destacada: Sally Hammoud a su paso por Casa Mediterráneo – © María Gilabert / Revista Casa Mediterráneo.